domingo, 19 de septiembre de 2010

Marvin Harris sobre el marxismo (4)

El evolucionismo de Marx

Al abordar las teorías marxistas desde la perspectiva del desarrollo de la antropología, lo primero que procede señalar son los muchos paralelos que relacionan a Marx, como a Darwin, a Morgan, a Spencer y a Tylor, con la herencia común de las doctrinas del siglo XVIII. El único rasgo de la historia es el vigor de su énfasis apocalíptico. La pobreza y la explotación en todas sus formas están destinadas a ser eliminadas por la actuación de la ley natural como resultado de la revolución proletaria. El lema de la fase final del comunismo ilustra bien la fuerza de los componentes utópicos de la concepción marxista del progreso: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad.» Mas tampoco de los estudios finales de la sociedad industrial spenceriana están ausentes manifestaciones similares de altruismo espontánea. Igual que el marxismo predecía el final de toda explotación en el milenio comunista, Spencer predecía una sociedad futura en la que los deseos de cada individuo se equilibrarían con los deseos de los demás, y unos y otros con los medios de satisfacerlos a todos.

Marx compartía con Darwin y con Spencer aquella curiosa fe decimonónica en la capacidad de la violencia y la lucha para provocar un perfeccionamiento social ilimitado. Tanto Marx como Engels saludaron entusiasmados la publicación del Origen de las especies, en el que vieron el término análogo, en el campo de la ciencia natural, de su propia interpretación materialista de la naturaleza. Tras su primera lectura del Origen de las especies, Marx declaró que constituía «la base científico-natural de la lucha de clases que gobierna la historia». Recomendándoselo a Lassalle, escribía: «A pesar de todas sus deficiencias, no sólo es el primer golpe mortal que se asesta a la teleología en las ciencias naturales, sino que además analiza empíricamente su sentido racional». Al mes de la publicación del libro de Darwin, el 12 de diciembre de 1859, Engels escribía a Marx: «Darwin, a quien ahora estoy leyendo por primera vez, es espléndido».

La convergencia de Marx y Spencer

Aunque Marx y Engels encontraron sumamente divertido que Darwin hubiera sido capaz de comprender el reino animal por analogía con el comportamiento de la sociedad capitalista británica, similar al de los animales, y aunque detestaban a Malthus, no por ello dejaban de tener su propio principio de la supervivencia de los más aptos. De hecho, Marx denunciaba lo mismo que Spencer los nocivos efectos de la disminución de la competencia. La única diferencia estaba en que para Spencer el peligro residía en la posibilidad de que los individuos se las arreglaran de algún modo para evitar la selección natural guiados por un altruismo mal orientado, mientras que en la versión marxista del progreso a través de la lucha lo peligroso era que una clase fuera incapaz de reconocer a la otra como enemiga. La veneración fetichista que a Spencer le inspiraba la competencia, manifiesta en su expresión «supervivencia de los más aptos», tiene su contrapartida en la sugestión que sobre Marx ejercían las «contradicciones» hegelianas. La lucha de clases es simplemente una expresión de la irreconciliable competencia entre el proletariado y la burguesía por el control de los medios de producción.

Incluso en lo que se refiere a su relación con Malthus, Spencer y Marx tienen mucho en común, aunque este extremo puede parecer menos claro porque, mientras que Darwin reconocía agradecido la inspiración que debía a la teoría malthusiana de la población, Marx no sentía más que desprecio por Malthus, al que llamaba «párroco charlatán», «abogado vendido», «sicofante desvergonzado de la clase dominante». El aspecto de la obra de Malthus que daba origen a estas críticas de Marx era su suposición de que la «lucha por la vida» característica del capitalismo era igualmente característica de todas las formas de la sociedad. Porque para Marx la lucha por la supervivencia en la naturaleza no justificaba la existencia de una lucha similar en la sociedad; antes al contrario, sólo el capitalismo era culpable de la semejanza existente entre la condición animal y la condición humana: «Nada desacredita al desarrollo burgués moderno tanto como el hecho de que no haya conseguido elevarse por encima de las formas económicas del mundo animal […]». Ahora bien, lo que el spencerismo sostienen es precisamente que el hombre debe vencer la propensión animal a la competencia destructiva. En el esquema de Spencer, este cambio en la naturaleza humana sólo se producirá si se permite que la sociedad industrial evolucione sin el obstáculo de la interferencia estatal. Como ya vimos, la preeminencia ideológica que el spencerismo llegó a alcanzar no se debió a que confirmara las sombrías predicciones de Malthus, sino precisamente a que las contradecía. Marx, como es lógico, consideraba la defensa que Spencer hacía del progreso a través la lucha como una mera maniobra burguesa tramada sólo para tranquilizar la conciencia de los explotados. Un ilusorio futuro justificaba un presente de concreta brutalidad. Mas también el esquema de Marx tiene su propio interludio brutal, pues para vencer las sombrías predicciones de Malthus incitaba a una lucha como la del reino animal, único medio de llegar en el futuro a una vida mejor.

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