sábado, 30 de octubre de 2010

Miguel Hernández

Hoy se cumplen cien años del natalicio del pastor, poeta y comunista Miguel Hernández, muerto en 1942 en las mazmorras del fascismo español cuando contaba poco más de treinta años.

Fuera, fuera, ladrones de naciones,
guardianes de la cúpula banquera,
cluecas del capital y sus doblones:
¡fuera, fuera!

Arrojados seréis como basura
de todas partes y de todos lados.
No habrá para vosotros sepultura,
arrojados.

La saliva será vuestra mortaja,
vuestro final la bota vengativa,
y sólo os dará sombra, paz y caja
la saliva.

Jornaleros: España, loma a loma,
es de gañanes, pobres y braceros.
¡No permitáis que el rico se la coma,
jornaleros!

(Extracto de su poema Jornaleros)

Lo que les jodía entonces y lo que les sigue jodiendo ahora, es que Miguel, ese pastor de familia humilde pudiese escribir maravillosos poemas, y además, por si el talento de un pobre no fuese suficiente, no traicionó sus raíces, luchó hasta el final por los suyos, los nuestros.

Lo que les jodía y les sigue jodiendo hoy, es que fuese un orgulloso comunista que tenía las cosas claras, que quería al pueblo trabajador libre de explotadores. Los mismos que le mataron a él, los mismos que han llenado de fosas comunes este país, los mismos que hoy explotan, despiden y desahucian a millones de españoles.

Por eso sobre Miguel Hernández se habla poco, y cuando se hace no se grita alto y claro lo que fue y lo que quería, por qué y por quién luchaba.

Nunca tenga que ver yo con estos doctores,
estas enciclopedias ahumadas, aplastantes.
Nunca de estos filósofos me ataquen los humores,
porque sus agudezas me resultan laxantes.

Porque se ponen huecos igual que las gallinas
para eructar sandeces creyéndose profundos:
porque para pensar entran en las letrinas,
en abismos rellenos de folios moribundos.

[...]

Retretes de elegancia, cagan correctamente:
hijos de puta ansiosos de politiquerías,
publicidad y bombo, se corrigen la frente
y preparan el gesto de las fotografías.

(Extracto de la primera parte del poema Los hombres viejos)

Y no hace falta que los intelectuales del régimen, los politiqueros y demás amanuenses del gran capital se apoderen de la figura de este gran hombre, que no es suyo, es nuestro, de los trabajadores, marginados y explotados de cualquier rincón de la Tierra.

Así lo hubiese querido él.

Porque, sabed: llevamos mucha verdad metida
dentro del corazón, sangrando por la boca:
y os vencerá la férrea juventud de la vida,
pues para tanta fuerza tanta maldad es poca.

(Extracto de la segunda parte del poema Los hombres viejos)

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