jueves, 9 de diciembre de 2010

El último “as en la manga” de los provocadores

Quedan contados días para las elecciones a la presidencia de Bielorrrusia. A partir ya del 14 de diciembre se podrá votar de forma anticipada y las urnas recogerán las últimas papeletas la tarde noche del 19 de diciembre.

La campaña electoral sigue su discurrir habitual. En las horas de mayor audiencia televisiva, intervienen en directo los candidatos a presidente; sus intervenciones las emiten las emisoras de radio y sus programas se publican en los diarios públicos de tirada nacional. Los rostros de los candidatos y sus llamamientos, se pueden ver en vallas publicitarias y octavillas.

Podría decirse que la campaña transcurre demasiado tranquila, a no ser por una circunstancia: los candidatos por los que ha apostado la oposición anti-Lukashenko, terminan sus intervenciones con un llamamiento nada electoralista: “¡Salgan a la plaza!”. ¿Para qué? Para protestar contra la “mistificación de las elecciones”.

Hace unos días, consiguieron reunir a dos centenares de sus partidarios en la “Oktyabrskaya”, plaza central de Minsk. Un lugar vetado para concentraciones, incluidas las de campaña. Se dejaron allí la voz a gritos, armaron un poco de escándalo, apoyando por completo a sus candidatos, que defienden una posición clara: no tenemos elecciones, por lo que no participo en ellas y demuestro todo mi rechazo contra las mismas.

Por esta acción ilegal (o más exactamente, provocación) sus organizadores, el presidente del Partido Socialdemócrata Bielorruso (Narodnaya Gramada), Nikolai Statkevich y del Partido Cristiano-demócrata Bielorruso, Vitali Rimashevski, recibieron una amonestación oficial del Consejo Supremo Electoral. Pero de poco sirvió. Como tampoco sirvieron las dos advertencias oficiales, hechas por la Fiscalía a otros dos candidatos, al antiguo viceministro de exteriores de Bielorrusia, Andrei Sánnikov, quien desde hace una década va dando saltos por el mundo, cumpliendo la tarea encomendada por Occidente de “derrocar al régimen dictatorial de Lukashenko”, y al poeta Vladímir Neklyaev, sobre cuya orientación prooccidental y antirrusa, “Pravda” ya ha escrito.

En sus intervenciones han seguido llamando a “salir a la plaza”. El 19 de diciembre, justo a las 20h., es la “decisiva hora “H”, en la que se cierran los colegios electorales. Es el momento de salir para “acabar con la dictadura, que se ha robado las elecciones”.

Suena tan raro todo esto. Al fin y a cabo, los candidatos de la “oposición democrática” han podido hacer uso de todos los mecanismos que establece la ley electoral. Todos han contado con sus grupos promotores para poder ser registrados y recabar las firmas necesarias. Incluso la Comisión Electoral Central se ha mostrado indulgente como nunca con los candidatos más opositores: se aceptó el registro de su nueve candidaturas, pese a contar con graves irregularidades: incompleta declaración de bienes, un alto porcentaje de firmas poco confiables, o su recogida en lugares no previstos por la legislación electoral.

¿Qué induce a los candidatos de la oposición a hacer llamamientos para que la gente “salga a la plaza”?


Por paradójico que parezca, es precisamente la posibilidad de concurrir en la campaña sin la menor traba. En su día, Pedro I emitió un decreto, que obligaba a los senadores a intervenir en público, sin discurso escrito, con sus propias palabras, para que “cualquiera pudiese ver la estupidez de cada uno”. Delante de las cámaras de televisión, los candidatos de la oposición han quedado al desnudo. “Ninguna claridad de ideas. No se entiende qué es lo principal y qué lo secundario. Un ejemplo clásico de lo que no se debe hacer, al intervenir en público: los que no tienen voz no salen a cantar, los tartamudos no se convierten en narradores, y los duros de oído no se dedican a la música”. Esta es la valoración que les dio el periódico prousamericano, prooccidental, que se

publica en Bielorrusia, “Narodnaya volya” (voluntad popular), principal “megáfono” de la oposición anti-Lukashenko.

¿De qué claridad de ideas se puede hablar, cuando uno de los principales opositores, Andrei Sánnikov, en su programa promete suprimir los aranceles a las importaciones para la mayoría de productos y al mismo tiempo asegurar la protección para el productor nacional? ¿Y qué decir, cuando casi todos ellos en sus intervenciones agradecen a Lukashenko por haber evitado la ruina económica, al tiempo que describen un cuadro apocalíptico de destrucción de la economía “en los años de la dictadura” y exigen la retirada de Lukashenko?

Pero la cosa no termina en las más elementales contradicciones. Los candidatos de la oposición proponen un camino funesto para Bielorrusia: Introducir la propiedad privada sobre la tierra y transformar la agricultura en un sistema de granjas, que como sabemos ha acabado con las zonas rurales en las vecinas Ucrania y Rusia. El propio Sánnikov declara: “Conseguiré que el Estado deje de dominar la esfera económica. Se llevará a cabo una desestatización de la mayoría de empresas, llevando a cabo una privatización justa y transparente”.

Mejor nos ahorramos lo comentarios sobre lo de “justa y transparente”. Y hacia dónde conduce la privatización, la vida ya nos lo ha enseñado: Bajo el dictado de sus patrones occidentales quiere imponer a Bielorrusia un curso, del que ellos mismos están renegando: el papel del estado se está reforzando allí, y de la propiedad privada sobre la tierra y las granjas, están volviendo a formas de propiedad colectiva, adoptadas en Bielorrusia y que han demostrado su validez.

Sus tan inconsistentes y flojos programas se enmascaran detrás de promesas, que te dejan helado. Que si van a crear un millón de puestos de trabajo, que van a equiparar el rublo bielorruso al dólar: Uno de los candidatos ha llegado incluso a proponer, expresándose en modo coloquial, que cada mujer iba a tener su hombre, y para poder cumplir esa promesa, propone “salir a la plaza”, tras el cierre de los colegios. Bueno, al menos no propone que las vayan a buscar a las aceras.

Quizás fue Alexander Lukashenko el que mejor definió qué representan la mayoría de los candidatos de la “oposición democrática”: “Son la “Belchyrvona-belya” (bandera instituida por Wilhelm Kube para Bielorrusia durante la ocupación fascista, y más tarde por Shushkevich y sus secuaces. N del autor), determinados a ejecutar una bielorrusificación forzosa, gente de orientación exclusivamente proocidental, absolutamente prooccidental. Sus juegos en la “tecla rusa”, no son más que para intentar mostrar alguna diferencia, y arrebatar la mayor cantidad de votos al actual presidente”.


Pero no es fácil engañar al pueblo. Sabedores de que sus posibilidades de triunfo son nulas, los candidatos de la oposición apuestan por el engaño más refinado. En su intervención televisiva, Andrei Sánnikov intentó culpar al gobierno de la muerte del periodista Oleg Bebenin. Una historia que la “democracia local” comenzó a tejer antes del inicio de la precampaña, en combinación con los principales canales televisivos rusos, sin detenerse ante nada. Incluso en el cementerio, durante el entierro, junto a la tumba de Bebenin, les dijeron a los que iban a aparecer en pantalla lo que tenían que decir. Ahí están las imágenes, que demuestran como se componían esas tramas “mortales para el gobierno bielorruso”: Aparece ante las cámaras de la unidad móvil de la 1ª cadena rusa, Stanislav Shushkevich. ¿Qué vamos a hacer? Pregunta él, al periodista que le tiende el micrófono: “Diga por favor, ─le insta el periodista─ que Oleg era un hombre valiente, valiente sin par, que fue esa valentía la que lo mató, muriendo por todos nosotros”.

La cadena NTV elaboró cuatro programas dedicados al tema, acusando al gobierno de Bielorrusia de haber “eliminado a Bebenin” y falsificar el caso. Mientras el oficioso noticiero “Vesti”, daba la palabra a todos los que refutaban la versión oficial de la investigación, en un amplio reportaje en el que intentaban convencer a los telespectadores, que habían acabado con el periodista por su actividad opositora.

¿Qué pasó? “La inspección corroborada documentalmente del lugar del suceso, los objetos recabados en el lugar del suceso, los resultados de la investigación y el análisis de los materiales analizados no ofrecen base para la duda en la conclusión de la investigación”. Esto son fragmentos de las conclusiones oficiales de los expertos de la OCDE, invitados por el Ministerio de Exteriores de Bielorrusia, y que coincidieron en sus conclusiones en que Bebenin se había suicidado. Su rabiosa campaña, instigada por todos los medios rusos, se les vino abajo. Pero el candidato a diputado Sánnikov siguió “bailando sobre la tumba”. Volvió a acusar al gobierno de falsificar el caso Bebenin, al que supuestamente habría eliminado por sus convicciones.

A esta gente aunque les escupas en la cara, dirán que es “rocío divino”. Y continúan con el engaño.

Las encuestas realizadas en la república muestran que más del 70% del electorado está dispuesto a votar por Lukashenko. Pero los candidatos de la oposición no quieren escuchar al pueblo. Han planteado un ultimátum: si resulta que Lukashenko obtiene más de la mitad de los votos, sacaremos a nuestros partidarios a la plaza. Y lograremos la victoria.

Los guionistas de las “revoluciones de colores” se preparan a conciencia para la hora “H”. Ya están haciendo llamamientos desde sus medios a abrigarse y llevarse termos. Mientras, el programa electoral del tan activo estos días Andrei Sánnikov, termina con estas palabras: “El destino del país en estos días no se decide en la cocina, sino en la plaza. ¡Juntos venceremos!”.

Los “opositores demócratas”, no necesitan una campaña en la que van a recibir una demoledora derrota. Su último “as en la manga” son la provocaciones callejeras. Las necesitan para justificarse ante sus patrocinadores occidentales y rusos, de cuyo apoyo comen y viven.

Oleg Stepanenko es corresponsal de “Pravda” en Minsk.

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Rebelion.org

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