sábado, 8 de octubre de 2011

Wall Street y el señor Keuner

Provocadores de la Bolsa de Chicago

Si el problema fuera solo ese 1% no nos sería muy difícil terminar con este régimen. Y no me refiero a la gente alienada, lobotomizada, engañada, demasiado cansada después del trabajo para pensar y actuar. Me refiero a los lacayos de ese 1%, hombres y mujeres que defienden muy a sabiendas el régimen que les proporciona un acceso privilegiado al mercado pletórico, eso a lo que llaman libertad.

De alguna forma con ese cartel están afirmando, con el cinismo que les caracteriza, que no se avergüenzan de lo que hacen por muchas acampadas que hagan bajo sus edificios, sino que están orgullosos de ello y dispuestos a defender al precio que sea su modo de vida. Esto último debe entenderse cuanto antes. La situación es muy grave. Más nos vale dejar de decir tonterías como que "la desigualdad nos ha llevado a esto" o que "nos han robado la democracia", consignas que se remiten a un pasado que nunca tuvo lugar, pues ni venimos de un tiempo en el que no existían grandes desigualdades ni nos pueden robar algo que nunca disfrutamos. Por otro lado, son consignas dirigidas a sostener el régimen, es decir, tienen la intención de "limpiar" lo que piensan se ha corrompido y que una vez limpio volverá a ser bueno para la mayoría.

Este modo de pensar, hoy muy extendido, es común en todos aquellos, ya sean ciertos asalariados, pequeños propietarios, autónomos..., que vieron cómo su nivel de vida se ha ido deteriorando en los últimos años, la proletarización del buque insignia de la propaganda burguesa, la "clase media", y que todavía conservan ese hilo que les ata al régimen, la esperanza del regreso de los buenos tiempos cuando podíamos ir de vacaciones.

Los que jamás hemos vivido esos "buenos tiempos", ciertamente no esperamos nada de este régimen más que represión, sabemos muy bien lo que le falta a ese cartel de la Bolsa de Chicago: "Nosotros somos el 1%, y lo vamos a seguir siendo aunque tengamos que arrasar medio planeta". Y todo apunta a que lo harán.

EL SEÑOR K. Y LA POLÍTICA ALEMANA

Dijo el señor K.:

- Cuando la alta burguesía y la nobleza ya solo podían mantener en pie el sistema capitalista ejerciendo una dictadura sobre todas las demás clases, renunciaron a la vez a una serie de libertades individuales. ¿Cómo puede el proletariado confiar en que, sin una renuncia semejante, llegará a imponer su dictadura, sin la que nunca podría construir el socialismo?

- Eso se le llama simplificar mucho las cosas -dijo un oyente.

- Así es -replicó el señor K., satisfecho.

En general -dijo el señor K.-, un criminal intenta justificarse demostrando que tuvo que cometer forzosamente el crimen si quería seguir viviendo. Los capitalistas alemanes, que hacen guerras una y otra vez, guerras que, por lo demás, siempre pierden, evitan como la peste las excusas que deberían presentar. ¿Por qué? Porque eso significaría que el capitalismo no puede existir sin guerras. Lo cual es verdad y, además, la razón por la cual hay que eliminarlo.

- Eso se llama facilitarse la argumentación -dijo un oyente.

- Esa es mi intención -replicó el señor K.

- Estoy a favor del Estado policial -dijo el señor K.

- ¿Cómo? -exclamó un oyente- ¿acaso no hemos tenido un Estado policial durante doce años?

El señor K. respondió:

- Durante doce años, unos cuantos criminales se enfrentaron como policías a gente honesta. Han sido derrocados, pero no han desaparecido. Si la gente honesta se niega ahora a enfrentarse como policías a esos criminales, ¿qué harán éstos?

- Pero entonces, ¿dónde queda la libertad? -dijo el oyente.

- Eso es la libertad -dijo el señor K., triste.
Bertolt Brecht

No podemos pedir que los leones se vuelvan vegetarianos. Los capitalistas solo pueden ser eso, capitalistas, y trabajan en su beneficio, cosa que no cambiará. Tampoco podemos perder el tiempo en interrumpir la reunión de accionistas del banco Santander para gritarles que son unos usureros. Ellos ya lo saben y además les va muy bien. La única libertad que cabe pasa por cumplir nuestro deber, entender esto no nos vendría mal, pues no basta con que el hilo del que antes hablamos se rompa, el tiempo hará ese trabajo, y sin tardar mucho. Tampoco basta con desatar las iras prendiendo fuego a Londres antes de que llegue el club de amigos de las escobas. Organizarse con el objetivo de defender, e imponer, nuestros intereses es lo único que sirve.

4 comentarios:

  1. Excelente artículo camarada.
    Salud

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  2. Fantástico. Sigue siendo imprescindible machacar hasta la saciedad lo que debería ser evidente, lo que ya está dicho por Marx y repetido luego por tantos pensadores honrados como Brecht. La propaganda es tan abrumadora que es imprescindible repetirlo mil veces, porque lo cierto es que hoy, en una reunión de militantes comunistas, o en una manifestación, quien dice estas cosas que dices tú es mirado como un loco, como un radical...
    ¿Qué es eso de gritar o sentarse para que nos hagan caso? ¿Qué somos? ¿Niños que lloran para que papaíto nos escuche?
    No se llora y se ruega a la mosca que te deje en paz. A la mosca se la aplasta y fuera problemas.

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  3. Supongo que no podemos evitar este tipo de organización movimentista, que en realidad rechaza la organización como principio. Esto viene de largo, no es nada novedoso, dónde quedó por ejemplo el movimiento alterglobalización.

    De alguna forma confían en la sociedad civil burguesa, en sus instituciones, en su Estado, creen que pueden cambiar el capitalismo, pero el capitalismo funciona como funciona y es lo que es, por mucha ley de transparencia que se haga, por muchos cambios en el sistema electoral o por muchas tasas tobin que implanten.

    En cualquier caso, y eliminando a la pequeña burguesía que está involucrada en estos movimientos, necesitamos a esa gente, no podemos prescindir de ellos. Las acontecimientos pueden precipitarse de forma imprevisible para nuestros amigos cínicos de la burguesía.

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