Las privatizaciones no siempre se hacen a gritos, con frecuencia se llevan a cabo de tapadillo a sabiendas de que los trabajadores rechazarán sus políticas de saqueo. De ahí que mucha gente ni siquiera sabe que están privatizando la sanidad. Como dirían los de CIU tras ganar las elecciones en Cataluña, "hay cosas que no se pueden decir en campaña", vamos, que si de verdad fuesen honestos y explicasen sus intenciones políticas no les votarían. Después sus mercenarios de la pluma se ocupan de convencer al personal de los efectos balsámicos de la cicuta.
Pero las políticas de "austeridad" del gasto público junto con las fórmulas privatizadoras de "cogestión" público-privada, van mucho más allá de una inocente postura política: nos están matando. Son asesinatos que por lo general quedan impunes y que rara vez sabemos de ellos. Hoy, por ejemplo, nos enteramos que han asesinado en Cataluña a una señora octogenaria:
"El teléfono se impuso al criterio del médico. Montserrat Salas, paciente de 81 años diagnosticada con una gastroenteritis, llegó al hospital un día más tarde de lo que ordenó el doctor que la atendió. Ya recostada en la ambulancia, la enferma oyó cómo el conductor recibió un telefonazo que corrigió al médico; el facultativo ordenó que la mujer fuera trasladada al hospital del Mar de Barcelona ante la gravedad de la aparente gastroenteritis que padecía, pero acabó en el ambulatorio de urgencias Pere Camps, un centro con menos medios. Así lo impuso por vía telefónica el Sistema de Emergencias Médicas (SEM), entidad del Departamento de Salud que gestiona las urgencias y emergencias sanitarias en Cataluña."
Es que sale caro. De eso se trata, que nadie busque complicadas explicaciones a la barbarie cotidiana. Los trabajadores se mueren para tapar los pufos de los respetables burgueses.
Por lo general, desde los medios de comunicación se nos explica que los llamados recortes son necesarios e inevitables. Para convencernos de ello suelen relatar truculentas historias de nepotismo en la Administración, tampoco faltan los que azuzan el odio contra los empleados públicos, esos vagos privilegiados, pero como siempre la realidad está muy lejos de lo que nos cuentan. Un 80% del gasto se va en educación y sanidad, no en "burócratas de ventanilla". Sabiendo que los recortes tendrán que ascender a decenas de miles de millones de euros, en fin, una persona medianamente inteligente se dará cuenta enseguida del engaño. Los respetables burgueses van a cortar por ahí -más todavía de lo que ya han cortado- porque justamente ahí es donde está el grueso del gasto, lo demás es pecata minuta.
Comiencen a defender sus intereses de clase. Ustedes son los que un día cualquiera dentro de una ambulancia pueden resultar muy caros. Ni el pasotismo político postmoderno, ni la repugnante "cojonina" española del obrero de derechas que odia a los "rojos", dos de los males que nos azotan, podrán salvar vuestros cuerpos de la putrefacción anticipada.
Pero las políticas de "austeridad" del gasto público junto con las fórmulas privatizadoras de "cogestión" público-privada, van mucho más allá de una inocente postura política: nos están matando. Son asesinatos que por lo general quedan impunes y que rara vez sabemos de ellos. Hoy, por ejemplo, nos enteramos que han asesinado en Cataluña a una señora octogenaria:
"El teléfono se impuso al criterio del médico. Montserrat Salas, paciente de 81 años diagnosticada con una gastroenteritis, llegó al hospital un día más tarde de lo que ordenó el doctor que la atendió. Ya recostada en la ambulancia, la enferma oyó cómo el conductor recibió un telefonazo que corrigió al médico; el facultativo ordenó que la mujer fuera trasladada al hospital del Mar de Barcelona ante la gravedad de la aparente gastroenteritis que padecía, pero acabó en el ambulatorio de urgencias Pere Camps, un centro con menos medios. Así lo impuso por vía telefónica el Sistema de Emergencias Médicas (SEM), entidad del Departamento de Salud que gestiona las urgencias y emergencias sanitarias en Cataluña."
Es que sale caro. De eso se trata, que nadie busque complicadas explicaciones a la barbarie cotidiana. Los trabajadores se mueren para tapar los pufos de los respetables burgueses.
Por lo general, desde los medios de comunicación se nos explica que los llamados recortes son necesarios e inevitables. Para convencernos de ello suelen relatar truculentas historias de nepotismo en la Administración, tampoco faltan los que azuzan el odio contra los empleados públicos, esos vagos privilegiados, pero como siempre la realidad está muy lejos de lo que nos cuentan. Un 80% del gasto se va en educación y sanidad, no en "burócratas de ventanilla". Sabiendo que los recortes tendrán que ascender a decenas de miles de millones de euros, en fin, una persona medianamente inteligente se dará cuenta enseguida del engaño. Los respetables burgueses van a cortar por ahí -más todavía de lo que ya han cortado- porque justamente ahí es donde está el grueso del gasto, lo demás es pecata minuta.
Comiencen a defender sus intereses de clase. Ustedes son los que un día cualquiera dentro de una ambulancia pueden resultar muy caros. Ni el pasotismo político postmoderno, ni la repugnante "cojonina" española del obrero de derechas que odia a los "rojos", dos de los males que nos azotan, podrán salvar vuestros cuerpos de la putrefacción anticipada.
Es un asunto muy delicado este. Delicado por aislar cual es la causa de fondo para que la gente en general siga anquilosada y sin responder aún ante el desastre que ha empezado ya a venírsenos encima.
ResponderEliminarYo creo que el problema radica en el egoismo humano. Hasta que no te toca a ti personalmente lo que sea, son pocos los que están dispuestos a "ayudar" a la víctima de algo. Aclaro lo de ayudar (entre comillas) porque no me refiero a la caridad cristiana, ni la "ayuda" humanitaria (de tantas sospechosas ONGs) ni siquiera a la solidaridad (palabra que Walesa y Wojtyla se encargaron de prostituir y hacer sonar bastante mal para siempre con su montaje para acabar con el comunismo).
El problema es que el capitalismo fomenta, solidifica y alimenta el ego humano en su versión más nefasta y ahí está el que la gente no se preocupe de nada más que vivir SU vida de la mejor manera posible sin cuestionarse mucho (o nada) que es lo que pasa en la casa o en la mente del otro, ya que bastante tengo yo con lo mío como para preocuparme por lo de los demás. ¿Qué manifestaciones, lucha, ni consciencia de clase se puede esperar de la mayoría de una sociedad que, nos guste o no, vive con esa horripilante estrechez de miras? Nada.
Por eso, mucho me temo que la debacle deberá alcanzar aún unas proporciones muchísimo más dramáticas, incluso trágicas diría yo, para una mayoría de la población para que algo cambie y una lucha o un verdadero estallido social se produzca que pueda realmente amenazar seriamente al entronizado Capitalismo. ¿Cúantos peldaños más hasta el infierno hay que bajar para que la gente se mobilice y diga BASTA! a expensas de palos, gases lacrimógenos e incluso tiros a matar? Muchos aún, por desgracia.
Fijaos en Grecia. Aún no se ha consegido nada, aunque sí hay ya una verdadera lucha. Por qué no? Porque mucha MUCHA gente aún (por egoismo) no se ha unido a esa lucha, porque aún no son tantos ni están tan desesperados hasta no importarles dejarse la vida en ello como para arrollar un cerco policial y prenderle fuego al Parlamento y capturar a los ladrones y asesinos que votan más miseria dentro.
Veamos la realidad. Son pocos, muy pocos todavía, los que están dispuestos a que les partan la cara o les quiten la vida si es necesario. El que aún conserva su casa, su sueldo y su coche no está muy por la labor.
Creo que es una pena, pero la cruda realidad. Con esto, ojo, no estoy llamando al desaliento o a tirar la toalla, simplemente hay que ver las cosas con realismo.
Desde luego el único camino es la "guerra" y el que pueda se incorpore cuando pueda. Pero no hay otro camino: "ellos" no tendrán piedad con nosotros, así enarbolemos ya la bandera del ADELANTE, VENCEREMOS!.... porque no hay otra.
Privatizan la sanidad y la enseñanza, y hablando con estudiantes te das cuenta de que aun muchos, "pasan de follones". Es triste, como dicen en el comentario anterior, hasta que no le toca a uno, la gente no reacciona, pero para entonces ya es tarde, para ellos y para otros muchos.
ResponderEliminarPapageno, Piedra: está claro que la economía capitalista irá a peor, y de la vida de los trabajadores mejor ni hablar. Aquí, hoy, tenemos entre manos un 25% de trabajadores pobres, y eso que miden la pobreza con unos umbrales que es para echarse a temblar, dejan fuera de las estadísticas a mucha gente que vive vidas muy precarias. Otro punto a considerar es la figura del trabajador "a la brasileña", que llaman algunos sociólogos, es decir, trabajadores pobres no por estar desempleados, sino que incluso trabajando son incapaces de salir de la pobreza. Ese es el modelo que se va a instalar en el llamado primer mundo, comenzando por los graciosos Estados sureños. Y a eso hay que sumarle la disminución, por no decir desaparición, de los llamados "derechos sociales", que en Estados como el español siempre fueron muy pocos, y que este comentario mío de hoy creo que refleja bien.
ResponderEliminarEl cuadro que tenemos es un regreso a principios del siglo XX. No nos cansamos de advertirlo, pero era un gritar en el desierto. Y es cierto que eso puede llevar a la depresión, pero si hay algo cierto es que los obreros siempre luchan, o si se quiere, los explotados siempre luchan.
Que a nadie le quepa duda, habrá trabajadores en la calle defendiendo sus intereses. No todos, porque de hecho nunca han sido todos, pero sí los suficientes. Por tanto nuestra tarea consiste en intentar dirigirlos, en librar una dura batalla contra las burocracias sindicales y partidistas que sin duda querrán arrimar el ascua a su vendida sardina. Es difícil, cansado, a veces desagradable, pero es lo que hay. Nuestros iguales son como son (como los han hecho), y hay que trabajar con lo que tenemos.
Venimos de una derrota terrible, de años de renuncia y traición, de peleas internas que continúan, es decir, un desastre completo. Y además, según parece, ni siquiera se intenta comprender con justicia nuestra propia historia, por lo general cada "familia" de la izquierda acepta su propio cuento chino en el que refocilarse, pero eso nunca explica nada ni nos facilita las cosas para entender los problemas futuros.
Pero también tenemos motivos para la alegría. En primer lugar, la clase obrera hoy es mundial. En el siglo pasado no lo era, el capitalismo todavía se estaba extendiendo por el planeta, pero esa tarea, pienso yo, ya se ha completado. En segundo lugar, la clase obrera está hoy mucho más preparada intelectualmente que en el siglo pasado. Muchos saben leer y escribir. No pocos tienen preparación técnica e incluso universitaria. Esto nos facilitará enormemente las cosas. En tercer lugar, hoy disponemos de un desarrollo de las fuerzas productivas brutal, cuando tengamos ese poder en nuestras manos muchas de las más bellas utopías dejarán de serlo sin tener que esperar mucho. En cuarto lugar, los instrumentos que disponemos hoy para la planificación económica no los pudieron ni soñar en la Unión Soviética de Stalin. Y eso es importantísimo. En quinto lugar, hay un serio agotamiento del discurso ideológico-propagandístico de la burguesía. La democracia burguesa está claramente acabada, es decir, ya no tienen nada que ofrecer salvo peste. Esto creo que es importante. En el siglo XX la democracia burguesa conservaba cierta vitalidad, todavía podía presentarse como opción, hoy eso está finiquitado.
Estos cinco puntos creo que son suficientes como para dibujar una sonrisa en nuestras caras.
Termino con una cita de Stalin: "a los débiles, como es sabido, nadie se une". Seamos fuertes pues.
Un saludo.