sábado, 7 de septiembre de 2013

Hasta el dos mil nunca

La llamada marca España vuelve a fracasar, no vende un carajo más allá del turismo de baja estofa con sus playas, sus fiestas y su sexo barato. El común se felicita por este nuevo castañazo, solo algunos lo lloran, entre ellos hay que destacar dos espécimenes. 

Ahí están los patriotas de pacotilla, los que soñaban con miles de banderas rojigualdas al viento, de esas que solo se airean en minúsculas congregaciones fascistas o en exaltadas celebraciones deportivas. Además en Madrid, hubiera sido una fiesta memorable para la españolidad, como el día de la raza pero más aseado. Lo mismo hasta en el exterior se pensaban que en este país se disfruta de algo parecido a un amplio sentimiento de unidad.

Los otros son los constructores y demás chusma burguesa. Esos mismos que se iban a llevar una buena tajada haciendo pistas, estadios, carreteras y todo lo que se ponga por delante. Salivaban como perros de Pavlov pensando en los cuartos que iban a trincar. Y lo que les gusta la ostentación, eso de pasearse con sus lujos delante de cámaras del mundo entero.

En cambio para nosotros todo son ventajas, desde luego económicas, pero no solo, nos libramos de una fuente extraordinaria de alienación y de la babosa propaganda burguesa asociada a este tipo de eventos. Ni Gibraltar, ni juegos, ni gaitas en vinagre, no hay más que un país hecho trizas económica, política y socialmente. Sin lugar a dudas los miembros del COI prefieren montar su circo ambulante encima de la central nuclear de Fukushima.

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