sábado, 19 de junio de 2010

Recuerdos de Tolstói, Chejov y Andréiev

Gorki nos ofrece un excelente retrato de estos tres grandes escritores rusos. Se concentra sobre todo en Andréiev, con quien tenía una relación muy estrecha.

Un buen puñado de andanzas y anécdotas que seguro harán disfrutar al lector, que no soltará el libro hasta que lo haya terminado.

Reproduzco aquí una de ellas:
"La ciudad de Arzamás casi desde los tiempos de Iván el Terrible había bebido de estanques en los que en verano flotaban cadáveres de ratas, gatos, gallinas o perros ahogados, y en invierno el agua, corrompida bajo el hielo, despedía unos efluvios nauseabundos. Entonces, el padre Fedor se propuso abastecer de agua potable a la ciudad, durante doce años se dedicó a explorar por su cuenta las capas freáticas en los alrededores de Arzamás. Años tras año, cada verano, a la salida del sol, vagaba igual que un hechicero por los campos y los bosques observando por dónde "exudaba" la tierra. Tras grandes esfuerzos, encontró unos manantiales subterráneos, siguió su dirección, cavó, desvió los cauces hacia un pequeño valle a tres verstas del núcleo urbano y, al obtener más de cuarenta mil cubos de una excelente agua manantial por cada diez mil habitantes, hizo al municipio la propuesta de conseguir un acueducto . La ciudad disponía del capital que un magnate le había legado a condición de que se invirtiera o bien para la obtención de agua, o para crear una sociedad crediticia. Los comerciantes y capitostes, que se hacían traer el agua en barriles de las fuentes lejanas de las afueras, no necesitaban el acueducto y obstaculizaron por todos los medios la labor del padre Fedor, pues preferían utilizar el capital para fundar la sociedad de crédito, mientras que el resto de la población, apática e inerte según la costumbre asumida desde antiguo, seguía consumiendo el agua podrida de los estanques. Así que, tras haber encontrado el agua, el padre Fedor se vio obligado a emprender una larga y tediosa lucha contra la obstinada codicia de los ricos y la detestable idiotez de los pobres".
Esos ciudadanos de Arzamás no se distinguen de los actuales ciudadanos de Madrid o Lisboa. En fin, qué poco han cambiado las cosas...

No sé a qué esperan para leer este libro. Ya están tardando.

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