miércoles, 13 de octubre de 2010

España enseña los dientes (de leche) en La Castellana


Autor: Amadeo Martínez Inglés (Coronel. Escritor. Historiador)
Fuente: insurgente.org

Las naciones poderosas, en este mundo hostil en el que todavía vivimos los más de seis mil millones de seres humanos, celebran desfiles militares, normalmente aprovechando la fiesta nacional o alguna efemérides patria ad hoc, para exhibir músculo castrense ante el concierto internacional, enseñar los dientes a sus potenciales enemigos o, como diría el castizo, “marcar paquete” ante propios o extraños. Los países menos poderosos o con Fuerzas Armadas más modestas, también sacan a relucir sus Ejércitos de vez en cuando para regocijo festivo de sus ciudadanos (normalmente de derechas), potenciar el nacionalismo patrio (prioritariamente también de derechas) y cohesionar todo lo posible a la sociedad civil tras el proyecto común de seguridad nacional que se les presenta.

Pero ningún país civilizado y desarrollado, salvo que no esté en sus cabales, organiza sus particulares parafernalias castrenses (con lo caras que resultan) para mostrar al mundo su debilidad extrema en el campo de la defensa, sus carencias en el equipamiento de sus Fuerzas Armadas y la ridícula pequeñez e impotencia de las mismas. Que es exactamente lo que viene haciendo España, desde hace muchos años, con sus estrafalarias paradas militares anuales en el paseo de La Castellana de Madrid, con los ridículos “teatrillos castrenses” que se monta un ministerio de Defensa siempre incompetente y mal gestionado, en los que muestra al mundo una y otra vez (y en particular, y lo que es más grave, a los agregados militares de las Embajadas de multitud de países) unas FAS españolas atrasadas, rocambolescas, pintorescas, minúsculas, variopintas, muy mal dotadas y pésimamente instruidas debido a vicios profesionales que se remontan a la mismísima guerra civil y a una posguerra franquista en la que el “generalísimo” vencedor de ese espantoso genocidio convirtió a su numeroso Ejército en “guardia de corps” personal y en policía política de su régimen. Unas Fuerzas Armadas que llevan lustros desangrándose en estériles misiones en el exterior, esencialmente políticas aunque se disfracen muchas veces de humanitarias y de defensa de la paz, en lugar de dedicar todo su esfuerzo a prepararse para cumplir las que les marca taxativamente la Constitución: garantizar la libertad de todos los españoles, la soberanía nacional y la integridad del territorio patrio.

Pues así es, amigos, por raro y estrambótico que parezca, este país en el que malvivimos en la actualidad cuarenta y cinco millones de acomplejados españoles, arruinado como está, desnortado como está, alicaído como está, con una crisis económica, política y social de caballo y con un horizonte vital a medio y largo plazo pintado al carbón, sigue dale que te dale con la anual matraca castrense instaurada por el dictador/genocida Francisco Franco en 1939, al término de su “victoriosa” y demencial masacre del pueblo español iniciada tres años antes, para mostrar al mundo, no su músculo militar (del que carece), no su paquete testicular castrense (harto ridículo), no sus acerados dientes operativos (sigue con los de leche), no su avezado y fornido Ejército (que es pequeño, nada profesional, mal pagado y peor equipado)… sino su alarmante e increíble debilidad militar, su total indefensión exterior, la atrofia de su aparato de respuesta castrense, la flojedad de su entrepierna estratégica, el suave núcleo lácteo de sus pequeños incisivos y el enanismo y la falta de equipamiento y de moral de unas Fuerzas Armadas a las que lleva años paseando por el mundo por espurios intereses políticos del partido en el poder.

Y es que, amigo lector, desde que yo los conozco, hace ya algún tiempo, concretamente desde los años cincuenta del siglo pasado, los desfiles militares de La Castellana son de aurora boreal, caros, pura filfa, inútiles, engañosos y contraproducentes. Y a través de ellos se nos ve el plumero (y no solo el que portan con orgullo los decimonónicos guardias reales) a nivel internacional pues cualquier observador medianamente informado (los componentes de otros Ejércitos que asisten a la teatral parada militar lo están) enseguida se da cuenta de que, a pesar del oropel y la parafernalia exhibida, está asistiendo a un desfile militar propio de un país tercermundista, muy atrasado en materia defensiva, de nivel sensiblemente inferior a la media europea, a años luz de las grandes potencias internacionales y, desde luego, con un poder militar muy inferior al de nuestro único enemigo potencial: Marruecos.

Una nación más atrasada y con mucho menor peso económico que España pero que con sus 120.000 soldados operativos en su Ejército de Tierra (nosotros tenemos apenas 25.000, casi todos dedicados a la humanitaria tarea de arreglar el mundo de la mano de los norteamericanos, que nos ordenan las misiones que debemos cumplir), su aviación modesta pero últimamente muy modernizada y su Marina de guerra en fase de expansión y rearme por parte de franceses y yanquis, podría arreglar por la vía rápida y “manu militari” sus actuales contenciosos políticos con nuestro país (ya me entiende el lector) en cuestión de horas. Sin dar tiempo siquiera a que nuestra anquilosada máquina militar pudiera decir amén, salvo sacar a pasear por el Estrecho de Gibraltar alguna que otra fragata para, más que nada, cubrir el expediente. ¿Cae ahora el avispado lector en la cuenta del por qué nuestros sesudos gobernantes se bajan constantemente, y hasta las espinillas, sus pantalones cuando el sátrapa alauí de turno nos llama al orden?

Al hilo de lo que acabo de decir, yo podría lógicamente, ciudadano español de buena voluntad que me lees, después de cincuenta años estudiando nuestro Ejército y la mayoría de los foráneos de cierto nivel, detallar en este momento todos los defectos y carencias que presentan nuestras FAS y el modo de solucionar la endémica indefensión exterior que padece España. Pero ni puedo hacerlo en pocas líneas ni, por supuesto, quiero repetir la amarga experiencia vivida en el año 1990 cuando, a punto de ascender a general de Brigada, lo hice a través de un libro que llevaba por título “España Indefensa” y que provocó que los retrógrados generales franquistas de la cúpula militar del momento, con la aquiescencia o el temor del ministro socialista Narcís Serra, me metieran en la prisión militar de Alcalá de Henares y me mandaran a retiro; por indisciplinado y por pensar más de la cuenta. Claro que lo que yo pedía en aquellos momentos para empezar a mejorar nuestras Fuerzas Armadas era, nada menos, que la erradicación total de la mili obligatoria (una bicoca para los altos mandos que disponían cada uno de ellos de decenas de soldados de reemplazo para su servicio personal) y la absoluta profesionalización del Ejército. Sublime decisión que curiosamente tomaría unos años más tarde un Gobierno de derechas como el de José María Aznar, aunque con un resultado asaz mediocre porque efectivamente ahora disponemos en España de un Ejército teóricamente profesional (en realidad se trata más bien de una mili subvencionada), más pequeño pero igual de malo.

Pues así estamos, amigos, otra vez en La Castellana y a 12 de octubre de 2010, engañando una vez más al pueblo español y tratando de engañar también (esto mucho más difícil) a amigos y vecinos. Dale que te pego con el mini desfile del antediluviano Tercio de Extranjeros, perdiendo como siempre el culo a 160 pasos por minuto y con su cabra/carnero en vanguardia; de los Regulares de Ceuta o Melilla, con su parsimonioso deambular a 90 pasos por minuto y sus vistosas capas al viento (unidades ambas, como todo el mundo sabe, propias de las guerras coloniales de los años veinte del siglo pasado); de los alabarderos, guardias y jinetes de la Casa Real española, enfundados en sus tradicionales uniformes fashion del reinado de Alfonso XII; de unos pocos cadetes de las Academias Militares; de los viejos tanques Leopard alquilados a Alemania por un euro la unidad; de la Guardia Civil, con sus sables y sus tricornios de gala; de los bomberos castrenses/rurales de la UME (Unidad Militar de Emergencias), la llamada Brigada ZP, detraída sin mucho conocimiento de causa de los pocos efectivos que le quedan a las FAS españolas tras su diáspora humanitaria por medio mundo; de la trouppe de banderas nacionales pertenecientes a Ejércitos extranjeros (este año de países sudamericanos) invitadas a formar parte del ridículo y colorista teatrillo castrense anual de La Castellana, y del que se ha desmarcado a última hora la Venezuela de Hugo Chávez.

Y por lo que respecta al Ejército del Aire (afortunadamente la Armada española, por su dificultad manifiesta, no ha sido invitada a mostrar a los madrileños en todo su esplendor el nuevo mamotreto naval “Juan Carlos I”, el buque multipropósito de proyección estratégica que como sus antecesores, el “Dédalo” y el “Príncipe de Asturias”, debe servir para todo y no servirá para casi nada) lo de siempre: los antediluvianos cazabombarderos F-18A comprados por el ministro Serra en los años ochenta, con más de treinta años de servicio y que últimamente despegan ayudados por una pila (no de combustible o de litio sino de soldados y mecánicos que empujan bajo los alerones); los más viejos todavía cazas Mirage F-1 y aviones tácticos F-5, coetáneos estos últimos del “Dragón Rapide” que llevó a Franco de Canarias a Marruecos en 1936; algunos modernos aviones, estos sí, Eurofighter, ya exhibidos en el desfile del año pasado y de los que tenemos muy poquitos porque llegan con cuentagotas y conforme van llegando se van cayendo (el último de ellos acaba de segar la vida de un teniente coronel piloto de Arabia saudí que tuvo la osadía de venir a España a aprender su manejo); algunos helicópteros, también muy viejos, Cougar y Chinook y algún Tigre (de ataque) recién comprado para las FAMET (Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra); ¡ah y que no se me olvide! tres o cuatro aviones CL 215 Canadair para la extinción de incendios, los populares “botijos” que surcan cada verano los cielos de todo el país, que supongo habrán despegado de Torrejón, es una suposición muy personal, como previsión ante el posible lanzamiento de cócteles Molotov contra la tribuna real por parte de algún piquete de okupas desplazado desde su base en Barcelona.

Pues ya termino, amigo lector, esto es lo que ha dado de sí el desfile de la Victoria ¡perdón el de la Fiesta Nacional, en que estaría pensando! correspondiente a este “annus horribilis” de 2010. Seguimos igual en materia defensiva, mareando la perdiz y engañando al personal. ¡Qué Dios nos coja confesados (es un decir) si un año de estos Mohamed El Sexto de Marruecos, una vez digerido el Sahara Occidental español, recibe la autorización yanqui para zurrarnos la badana a los españoles en el norte de África, con Ceuta y Melilla como primeros caramelos a chupar! Deberemos todos, con el Gobierno a la cabeza, llamar urgentemente a cualquier afamado director de cine de este país para que filme con presteza una película de terror que muy bien podría denominarse “Covadonga II”. Y como nuestro amado monarca de derecho franquista que todavía mantenemos en su regalado refugio de La Zarzuela, Juan Carlos El Primero, con lo fondón que está, no da ya muy buena imagen ante la cámara para poder protagonizarla y menos aún podría realizar los trotes que tuvo que dar en su día el afamado e histórico don Pelayo por los montes asturianos, quizá deberíamos también alertar al presidente de Francia, en la actualidad monsieur Sarkozy, para que tuviera preparados en sus cuarteles otros “cien mil hijos de San Luis”; en este caso no para salvar la corona española, él es un republicano de toda la vida, sino para que nos quitaran al moro de encima. Pues otros ocho siglos de cruzada celtibérica no habría dios que los aguantara…

3 comentarios:

  1. "España indefensa", libro de Don Ismael Medina

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  2. No, se equivoca, Sr. Martínez, el "Desfile de la victoria" era el de su época, el de cuando Vd. ingresó en la AGM acreditando, como todos los de aquella época, un inquebrantable adhesión al Cadillo y su Régimen... ¿De qué va Vd. ahora?

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