viernes, 11 de marzo de 2011

Estalinismo, sociedad tradicional y sentimiento de revolución frustrada

Un ensayo de Antonio Fernández Ortiz. Parte 1 de 4

Un aspecto muy importante de la interrelación entre intelligentsia y perestroika es la actitud de irritación y resentimiento con que ésta aborda la crítica de la sociedad soviética. La negación total del pasado es la característica principal de todos aquéllos que se unen en la idea de la perestroika. Stalin y el estalinismo son los términos que definen para la intelligentsia todo el pasado inmediatamente anterior a la llegada al poder de Gorbachov. La figura de Stalin emerge durante el tiempo de perestroika como la gran culpable de los desastres de toda una época, que además y aun a pesar de los intentos de reformas, se prolongó como una sombra siniestra hasta la década de los ochenta en un estalinismo sin Stalin. La obra se continuaba a pesar de la ausencia del autor. 

«A pesar de los denodados esfuerzos de varias generaciones, a pesar del ingente número de víctimas, en nuestro país no se ha logrado el socialismo concebido por Lenin en los años veinte. Precisamente por ello hemos llegado a la conclusión de que esta sociedad debe ser transformada de modo sustancial hasta sus cimientos. No en vano hablamos del carácter revolucionario de la perestroika (...) Lo que se presentaba en ocasiones como auténtico socialismo, cuando en realidad se trataba de un socialismo deformado (...) Tenemos que reconocer que, de momento, vivimos en un socialismo de corte estaliniano, que nos queda por delante la tarea de transformar las estructuras económicas, sociales y espirituales (...)  Se nos plantea la tarea de librarnos, de modo más completo y decidido, de todo lo que lleve el sello del estalinismo» [nota:  AFANASIEV, Y. «Los aires de la perestroika: retórica y realidad de la nueva situación política», en «El País», Madrid, 7 de enero de 1988.]  Según estas declaraciones de Afanasiev, publicadas en el diario «El País» en fechas tan tempranas como enero de 1988, la influencia del estalinismo era tal que se planteaba como imprescindible un cambio radical en la sociedad soviética que implicaba incluso la transformación de sus estructuras espirituales. ¿Cómo pudo influir de tal manera el estalinismo en la sociedad soviética?, pero, en realidad, ¿qué entiende la intelligentsia soviética por estalinismo?

La intelligentsia [nota: La intelligentsia es un fenómeno específico de Rusia y de la URSS. En los debates por la modernización se fue perfilando en la historia contemporánea rusa una actitud ante ésta que durante la segunda mitad del siglo pasado vino a concretarse en lo que conocemos por intelligentsia. No es una clase social, no es un grupo político. El concepto de intelligentsia podría ser definido como una actitud ante la modernización. Actitud que no se corresponde con un claro perfil ideológico. Se puede ser parte de la intelligentsia tanto desde las posiciones del marxismo más ortodoxo como desde las del capitalismo monetarista más radical. Lo que define a la intelligentsia es la defensa a ultranza del concepto de modernización, pero desde una premisa fundamental: la de la imitación de los presupuestos modernizadores representados por la experiencia histórica de Europa occidental. La intelligentsia es occidentalista. Pero además tiene otra característica específica: la negación de la cultura rusa, a la que considera un lastre, cargada de un supuestamente nocivo asiatismo, de la cual la sociedad rusa debe desprenderse para entrar en el curso de la «civilización universal». Para un acercamiento al fenómeno de la intelligentsia ver, entre otros: BERDIAEV, N. / BULGAKOV, S. N. / FRANK, S. L.  et al. «Veji» en «Intelligentsia y Rossii», Molodai Guardia, Moscú, 1994; ASKOLDOV, S. A. / BERDIAEV, N. et al. «Iz glubini», Novosti, Moscú, 1991; BLOK, A. «Rossia y intelligentsia (1907-1918)», Alkonost, San Petersburgo, 1919; DOSTOIEVSKY, F. M. «Besy». ], en los albores de la perestroika, no renegó de la Unión Soviética por la supuesta falta de libertades o por la existencia de un Estado totalitario. Tampoco renegó del estalinismo por su carácter dictatorial o por el empleo de la violencia. La intelligentsia es revolucionaria y su  ideal de revolución no está exento de víolencia (como cualquier revolución). Ellos mismos estaban dispuestos al uso de la violencia y cuando llegó el momento de la revolución en 1917 la emplearon en la misma medida que sus adversarios. Las víctimas de las represiones de Stalin, miembros de la vieja guardia bolchevique, fueron todas ellas activos revolucionarios, para los cuales el empleo de la violencia era un recurso habitual. La misma concepción de una Rusia útil en tanto que «material y como medios para la revolución mundial» expresada por Bujarin, sus fríos comentarios sobre la muerte y las ejecuciones expresadas en este mismo documento [nota: BUJARIN, N. «¡Ivo ia bol’shevik!  Ili neizvestnoc pis’mo N. Bujarina», en «Nas Sovremenik», nº 8, Moscú, 1990.] o las declaraciones de Zinoviev: «Debemos atraer hacia nosotros a 90 millones de 100  (...), con el resto no es necesario hablar, sólo es necesario exterminarlos»  [nota: Un artículo interesante sobre la actitud ante la violencia de la élite del partido bolchevique, véase KOZHINOV, V. «Rossia i partaparat», en «Literaturnaia Rossiia», Moscú, 30 de octubre de 1992.] son un buen ejemplo de su actitud ante la violencia, la cual no dudaron en emplear a la hora de realizar masivas represiones durante los años veinte que llevaban implícitas acciones de fuerza y violencia tales que ellos mismos estimaban en más de veinte millones de personas las que deberían desaparecer como consecuencia de la aplicación de sus proyectos transformadores [nota:KOZHINOV, V. Op. cit.]   La propia intelligentsia durante la perestroika no escatimó la justificación y el empleo de la violencia para desmantelar el viejo imperio del mal, como ellos lo llamaban. En 1988, en primera plana del semanario «Literaturnaia Gazeta», junto a un enorme retrato de Lenin, fue publicado, bajo el título «Más transparencia, más democracia, más socialismo», un corto pero enérgico manifiesto de apoyo a la perestroika, en el cual a la pregunta «¿Con quién estáis vosotros, maestros de la cultura?» sigue la siguiente respuesta: «Nosotros respondemos de una sola manera: ¡Nosotros estamos con la Revolución y con sus sagrados ideales!» [nota: AAVV «Bol’she glasnosti, bol’she demokrati, bol’she sotsializma», en «Literaturnaia Gazeta», Moscú, 20 de abril de 1988.]. Pero esta revolución significaba ya en 1991, para los agresivos tecnócratas que dirigen actualmente el país, la desaparición de las viejas generaciones «intoxicadas con el veneno de la ideología bolchevique». No importa que estas generaciones supongan más de treinta millones de personas, a las que se considera inadaptadas a las nuevas condiciones de la democracia [nota: BIUKOV, V. «Stolitsa», nº 36, Moscú, 1991.], o que puedan llegar a necesitar el empleo de la técnica militar, de la artillería y de la aviación para  apaciguar a aquella parte de estos treinta millones de inadaptados que puedan decidirse por manifestar su disconformidad, como declaró en su día en conferencia de prensa el anterior alcalde de Moscú G. Popov, hombre de apariencia pacífica, antiguo decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Moscú y auténtico prototipo de intelligentsía [nota:G. Popov fue elegido alcalde de Moscú en 1991. Pertenecía a la terna de líderes democráticos formada por A. Sobchak y B. Yeltsin. Antiguo decano de la Facultad de Economía de la Universidad Estatal de Moscú, participó en la fundación de diferentes frentes políticos de apoyo a las reformas y a Yeltsin. En verano de 1992 dimitió como alcalde de Moscú. Después de su paso por la alcaldía se convirtió en una de las mayores fortunas de Rusia. En la actualidad desempeña su actividad política al frente del Movimiento Ruso para las Reformas Democráticas.] De las declaraciones se pasó a la acción directa y en octubre de 1993 se empleó contra las masas desarmadas la más sofisticada técnica militar, que provocó una verdadera masacre entre los partidarios y defensores del Soviet Supremo de Rusia [nota: Durante los acontecimientos de octubre de 1993 en Moscú la intelligentsia rusa acudió a los llamamientos que los demócratas radicales realizaron por televisión durante la tarde y la noche del 3 al 4 y se concentró frente al edificio del soviet municipal de Moscú. En las diversas alocuciones políticas, en las conversaciones entre los grupos reformistas, el interrogante en aquellos momentos era la ausencia del ejército. ¿Por qué no nos defiende el ejército? A la mañana siguiente, cuando ya era un hecho su presencia frente al Soviet Supremo, la intelligentsia decidió formar grupos de ciudadanos que dieran la bienvenida a los soldados y les explicaran la necesidad de tomar parte por ellos y asaltar el Parlamento. Las primeras acciones militares, ya por la mañana, fueron dirigidas contra las personas que allí se encontraban con la esperanza de poder detener con su presencia las acciones violentas. Fueron masacrados sin ningún tipo de opción. De los que consiguieron escapar a los primeros momentos, muchos encontraron la muerte en el pequeño estadio que se encuentra frente al Parlamento. Allí, durante mucho tiempo, pudieron observarse los orificios de las balas en las paredes y en muchos de ellos se apreciaba el plomo machacado por el impacto. Por la tarde, cuando el Soviet Supremo se rendía, por la avenida Kalinin (o Nuevo Arbar) circulaba una columna de tanques en dirección al Parlamento. Alrededor de la columna la intelligentsia moscovita y los «nuevos rusos» se desenvolvían con soltura regalando a los soldados hamburguesas, tabaco y refrescos al tiempo que los alentaban a defender la democracia. Doscientos metros adelante, esta misma columna hacía todo un despliegue de fuego con balas trazadoras disparadas en todas direcciones, respondiendo a una supuesta provocación realizada desde uno de los modernos edificios de paredes de cristal de la avenida.]

No es el empleo de la violencia o la ausencia de libertades lo que motiva la negación del estalinismo y de la sociedad que a él se asocia. Es el desarrollo de un sentimiento de revolución frustrada, consecuencia de la paulatina percepción de que la marcha de la revolución no conducía al desarrollo de esa sociedad moderna occidental que fue el referente histórico de la intelligentsia durante tantas décadas. La revolución, junto con su componente modernizador, no sólo permitió la pervivencia de la sociedad tradicional, sino que se apoyó en ella para la consecución de sus objetivos de crecimiento y desarrollo. El cambio iniciado con el proceso de modernización de la sociedad soviética en los años treinta posibilitó la perpetuación de las estructuras de la Rusia tradicional y su adaptación en el seno de una sociedad urbana e industrial. Es este proceso, estrechamente vinculado con el fenómeno del bolchevismo, del que la propia intelligentsia fue uno de sus componentes fundamentales, el que le da en el tiempo de, la perestroika esa característica violencia a las manifestaciones y declaraciones contra la URSS por parte de la intelligentsia. 

II

Un primer acercamiento a la Unión Soviética pone de manifiesto su carácter industrial. Su crecimiento económico desde los años treinta articulado en torno a los planes quinquenales de industrialización no era puesto en duda por nadie. Sin embargo, la siguiente percepción es la de su diferenciado carácter con respecto al modelo de sociedad industrial que de la misma representa Occidente. Las interpretaciones y valoraciones de estas diferencias son variadas, pero todas giraron, y giran, en Occidente en torno a unas cuantas ideas básicas: condena del comunismo ruso y, por extensión, del marxismo como teoría. Identificación del proyecto soviético, del estalinismo y del marxismo como un solo fenómeno. Condena de la sociedad soviética como una sociedad deformada, donde el empleo de la violencia, la ausencia de libertades individuales, de derechos humanos, de libertades políticas, son sólo los rasgos más sobresalientes de esta deformación. Este tipo de valoraciones en Occidente servían para reforzar el punto de vista según el cual la democracia occidental es el mejor sistema político conocido hasta la actualidad, de lo cual la historia nos demuestra su inevitabilidad [nota: «Hemos oído muy poco de su utilidad práctica y más especialmente teniendo en cuenta la circunstancia de su inevitabilidad histórica (...) La democracia no es, como tantas veces decimos, algo frágil: a falta de cualquier otra alternativa que funcione es inevitable» (GALBRAITH, J. K. «La prosperidad hace inevitable la democracia», en «El País», Madrid, 2 de septiembre de 1987) (Estas concepciones sobre el capitalismo pueden encontrarse mejor desarrolladas a través de la diversa obra de este autor. Ver, por ejemplo, «La cultura de la satisfacción»)], opinión que ha sido ampliamente asumida, tanto por los intelectuales como por los formadores y transmisores de los valores ideológicos de la cultura occidental tanto en Occidente [nota: Un caso interesante de apropiación y transmisión de la ideología del capitalismo lo encontramos en las manifestaciones del director del diario «El País» con motivo de la visita oficial de Gorbachov a España. En el editorial de la víspera se recuerda al presidente de la URSS el carácter inevitable y natural del capitalismo. «El mercado es una categoría de vida indiscutible, no ideológica, como hay paisaje o existen catedrales en el mundo» y del ineludible curso que ha de tomar la perestroika en relación con este carácter del capitalismo.] como por las últimas generaciones de la intelligentsia soviética [nota: «La democracia es imprescindible desde el gobierno hasta la empresa (...) es útil limitar los procedimientos democráticos del Oeste». AMOSOV, N. «Real’nosti, idealy y modeli», en «Literaturnaia Gazeta», Moscú, 5 de octubre de 1988.]  

La sociedad industrial occidental se situó a sí misma en la cúspide de una representación de la historia en la cual la idea principal que mueve al mundo es la idea de progreso. Así, el capitalismo es históricamente el resultado de una serie de etapas previas de desarrollo de la humanidad que tuvieron como resultado el mundo liberal anglosajón. Este modelo social no sólo es el más perfecto desde una perspectiva  histórica, sino que además se erige en el más perfecto de los modelos sociales y económicos que le son contemporáneos. El planteamiento simplificado del proceso histórico sitúa al mundo no capitalista en un nivel inferior. Así, los países árabes, África, Latinoamérica, Asia e incluso los antiguos países socialistas son considerados como territorios que todavía no han alcanzado el nivel de desarrollo político y económico que les espera al final de un proceso político unilineal. El capitalismo niega la posibilidad de modelos de desarrollo alternativos y contemporáneos a él. Opiniones como la de la inevitabilidad de la democracia y la del fin de la historia son un exponente menor de toda una filosofía de justificación del orden social del liberalismo europeo.

El marxismo, en su estudio del capitalismo, elaboró la teoría de los estadios históricos que se suceden unos a otros en procesos más o menos complejos, donde el desarrollo de las contradicciones en el seno de cada uno de los estadios genera a su vez la posibilidad de desarrollo de la siguiente. Estos estadios son definidos principalmente por la naturaleza de las relaciones que los hombres que participan en el proceso productivo establecen entre sí. Este modelo explicativo mayoritariamente aceptado, incluso por aquellos que no se reconocen en el marxismo, se ajusta con bastante precisión al análisis de la historia europea. Sin embargo, presenta dificultades  para el estudio de ámbitos histórico-geográficos diferentes. En el caso concreto de Rusia, la aplicación de estas etapas de desarrollo para el estudio de su historia, en especial la contemporánea, ha resultado conflictiva [nota: Las interpretaciones más ortodoxas del marxismo trataron de ocultar la evolución del pensamiento de Marx en los últimos diez años de su vida en relación con la concepción de un modelo histórico lineal aplicable a toda la humanidad. El contacto con la realidad rusa y con el movimiento revolucionario ruso de la segunda mitad del siglo pasado supuso para Marx una reflexión sobre las peculiaridades históricas del capitalismo europeo y su imposibilidad de generalización. Ver SHANIN, T. «El Marx tardío y la vía rusa. Marx y la periferia del capitalismo», Ed. Revolución, Madrid, 1990.]

Siguiendo el materialismo histórico nos encontramos con que en Rusia, durante la última mitad del siglo pasado y el primer tercio del presente, se produce una aceleración tal de su historia que etapas enteras de evolución, así como procesos de transición que en Europa occidental ocuparon siglos de conflictividad, se resolvieron aquí en plazos asombrosamente cortos. El capitalismo pasa como una sombra por la historia rusa cuando en algunos países de Europa todavía era un atisbo y en los países pioneros no había alcanzado algunas de sus formas más maduras. Esta fugacidad se convirtió en una de las diferencias que marcaron el carácter irreconciliable de las relaciones entre mencheviques y bolcheviques, y posteriormente también fue parte del trasfondo teórico del gran debate de los años veinte sobre la construcción del socialismo en un solo país. La existencia de elementos del capitalismo en la Rusia de finales de siglo es un hecho evidente que fue recogido por Lenin en su trabajo sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia [nota: El análisis leninista sobre las condiciones del capitalismo en la Rusia del cambio de siglo conjuga la realidad de un capitalismo incipiente con la necesidad ideológica de un capitalismo desarrollado capaz de generar en su seno las premisas revolucionarias necesarias para la construcción del socialismo. Esta necesidad coyuntural fue después asumida como una verdad incuestionable por una parte importante de la historiografía soviética. El trabajo central de Lenin sobre el que se sustentan todas estas apreciaciones es el libro sobre el desarrollo del capitalismo en Rusia. LENIN, V. I. «El desarrollo del capitalismo en Rusia, 1896-1898», Tomo III, Progreso, Moscú, 1981 (edición del Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al Comité Central del PCUS).] Pero la existencia de elementos del capitalismo no significa la plena implantación del mismo.

El socialismo oficial soviético trató durante mucho tiempo de presentarse corno la fase superior de evolución histórica que el marxismo había previsto. De las contradicciones internas del capitalismo surgiría un nuevo estadio histórico: el socialismo. Los teóricos del marxismo soviético se empeñaron en demostrar la autenticidad de esta teoría. Para ellos el socialismo en la URSS era un estadio de desarrollo histórico superior que, en virtud de condiciones históricas adversas, comenzó su trayectoria en inferioridad, de condiciones debido a su pobre desarrollo industrial, pero que, como modelo teórico superior, en un proceso breve de tiempo demostraría su superioridad sobre el modelo del capitalismo.

Los problemas comenzaron a plantearse cuando la realidad histórica de la URSS comenzó a distanciarse del modelo teórico del marxismo clásico así como del modelo socialdemócrata europeo. Un primer intento de reconducir el socialismo soviético hacia el modelo de sociedad de la Europa occidental lo supusieron los intentos de reformas de la época de Kruschov. El soporte principal de estas reformas fue la crítica a Stalin. Sin embargo, el estalinismo no era sólo una categoría de poder, era además una actitud social fuertemente arraigada entre la población y que de una u otra manera pervive hasta la actualidad. Por eso la condena al estalinismo devino pronto en la condena de todo el modelo social, confundiéndose la pervivencia de las estructuras de la vida tradicional con las consecuencias del ejercicio desmesurado del poder. Las ideas de reforma de aquellos años conducían, de una u otra manera, a una situación similar a la producida en los años de la perestroíka. No son sólo determinados aspectos de un modelo de desarrollo lo que se quiere cambiar o modificar, es casi todo el modelo histórico.

Aquí nos encontramos con una de las principales características de la URSS. El proceso iniciado con la Revolución no es el del paso de un estadio histórico, capitalismo, a otro superior, socialismo. Las consecuencias de la Revolución de octubre son el inicio de un modelo de industrialización y de desarrollo social contemporáneo y diferente al modelo del capitalismo. No es la consecuencia histórica del capitalismo. Es un modelo de industrialización diferente al modelo liberal iniciado en los años de la modernidad europea. Este proceso no sólo es consecuencia de la Revolución de Octubre, sino que hunde sus raíces en la historia y está especialmente vinculado a la búsqueda de un camino hacia la industrialización que desde el siglo anterior buscaba la sociedad rusa. La característica fundamental de este modelo es la síntesis unificadora que de la sociedad tradicional y del industrialismo se producen en su seno, además este industrialismo es percibido y desarrollado a través del prisma del marxismo, que a su vez también le aporta matices diferentes con respecto al modelo que del mismo supone el occidental.

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