Los oligarcas pueden estar tranquilos
Dmitri Nóvikov
Dmitri Nóvikov
Pravda
Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín
Del discurso del primer ministro lo que más rechinaba en los oídos fue la abundancia de verbos de aspecto imperfectivo. Como recordaremos de nuestra época escolar, esos verbos expresan una acción inacabada en el tiempo. Desde luego esto no es nada casual. En el informe del primer ministro apenas se dijo nada de los resultados concretos de su trabajo. Por supuesto se dieron cifras de partidas presupuestarias de todo tipo. Aunque con algunas cifras concretas todo resultó mucho peor: “Hemos construido 7 centros perinatales para todo el país”. El responsable del área ante el ministro del ramo puede presentar un informe con esos indicadores, pero el jefe del gobierno delante del parlamento, no. Ni una palabra sobre las centrales eléctricas construidas, sobre la producción de nuevas tecnologías, ni sobre proyectos estratégicos en infraestructuras. Todo eso solo se está “planificando”.
La intervención del primer ministro tuvo un tono extremadamente populista. Toda esa lista de promesas y deseos ya la hemos oído muchas veces. Todos esos “hay que”, “debemos”, “tenemos previsto”, “vamos a”, abundaban en informes anteriores. ¿Pero dónde están los programas de desarrollo, dónde las vías para resolver los problemas? De eso nada de nada.
Esa afirmación de que “el país necesita una década de desarrollo tranquilo y estable”, nos recordó sin querer a Stolypin1, aunque también nos recordó lo mal que acabó su carrera.
Después de todo, lo que esperábamos oír era un informe sobre el modo y la medida en que se habían cumplido las tareas que se habían fijado anteriormente. Pero lo que oímos fue un relato sobre lo “bien que estaría vivir bien”. Esto es algo que no le pega al primer ministro. Si la intervención fue concebida como discurso electoralista para regresar al sillón presidencial se le podría pasar, pero no cuando se trata de un informe de gestión del gobierno. Incluso si ese discurso se construyó conscientemente como un programa para las presidenciales, su transformación en una colección de buenos deseos representa un serio problema para Putin. El actual primer ministro no puede presentarse con eso a las elecciones de presidente.
Por otro lado no podemos pasar por alto algunos momentos concretos. Así por ejemplo, el primer ministro volvió a mostrarse convencido de lo acertado de las políticas del gobierno en condiciones de crisis económica. Como recordarán, esa política se centraba en el respaldo del estado a la banca. Los bancos después de eso consumaron una genuina burla sobre le productor nacional exigiendo unos interés imposibles por los préstamos. “No nos hemos equivocado respaldando a los bancos en crisis”,- dijo el primer ministro. Así pues, la oligarquía puede estar tranquila: está bajo un escudo fiable.
El crecimiento del PIB en un 4% durante el pasado año fue presentado como el mayor de los logros. Por desgracia, las causas de ese crecimiento poco tienen que ver con las políticas del gobierno, sino con los precios al alza del petróleo.
El primer ministro calificó de mito los rumores sobre la comercialización de la educación superior, para acto seguido afirmar que se piensa introducir el método del encargo estatal para la preparación de especialistas. Solo que esa metodología aplicada por Fúrsenko no representa otra cosa que los recortes presupuestarios a la financiación de los centros educativos.
El señor Putin no desaprovechó la ocasión de dar una patada a la historia del país en los años 30, explotando el tema del hambre. El primer ministro, por alguna extraña razón considera que no perdimos gente en le periodo de sequía e incendios del pasado 2010, pese a que los medios no dejaban de reportar sobre las morgues desbordadas en las grandes ciudades. Pero lo más importante es subrayar que la URSS recibió en herencia las hambrunas como un fenómeno crónico de la Rusia zarista, y que con el tiempo pudo hacer frente a ese problema. El actual régimen, recibió en herencia de la Unión Soviética un excepcional sistema de mejora del suelo y la silvicultura. Lo recibió, para luego ingeniarselas en destruirlo.
Lo mismo podríamos decir de la industria de armamento. Putin habló de un ambicioso programa de rearme del ejército para los próximos 10 años. Pero la aprobación de recursos por sí sola no garantiza el rearme en sí. Cuando se carece de la capacidad productiva necesaria, no va a haber quien saque adelante esos ambiciosos programas. Putin mencionó los S-400, pero olvidó mencionar que Moscú está defendida por apenas dos regimientos de sistemas
de defensa antiaérea, y que en la mayoría de regiones no disponen siquiera de eso. El consorcio “Almaz-Antey” no es capaz de fabricarlos en el volumen requerido.
Es una situación que encontramos en otras esferas aparte del Complejo Militar Industrial. Putin cantó loas al avión “Superjet”, cuando hoy hemos sabido que “Aeroflot” tiene previsto demandar al fabricante por incumplimiento de contrato. Los “Superjet” tenían que haber sido entregados en el 2008. “Aeroflot” los incluyó incluso en su gráfico de vuelos para el año en curso. Pero los aviones siguen sin llegar.
Otro momento muy a tener en cuenta: de boca del Putin no salió ni una palabra sobre la fabricación de nuevas tecnologías, ya sea producción civil o militar. El motivo es evidente. La realidad nos dice que Rusia ha perdido prácticamente la capacidad de producir en serie tecnología puntera.
Sobre ese fondo llovieron las generosas promesas de desarrollar la esfera social. Sin embargo los proyectos de ley en el terreno de la educación, la salud y la cultura, que parten del gobierno, lo que nos dicen es que el gobierno quiere desprenderse de la responsabilidad de la protección social. Por lo visto, la gente que no ha podido colocarse, ni recibir una educación ni una atención médica decente, deberá conformarse con los 150 canales de televisión que les ha prometido el primer ministro.
Preocupa el hecho de que en todo el informe no hubiese lugar para la autocrítica. ¿Será que la situación es tan lamentable que al primer ministro solo le resta maquillar la realidad? Lo cierto es que esa falta de voluntad para valorar la situación real en el país destila olor a irresponsabilidad.
El estribillo del discurso de Putin fue: propongo esto, propongo lo otro. ¿Pero quién es el destinatario de esas propuestas? ¿No es esta acaso la intervención de un primer ministro? Se supone que un primer ministro tiene todo para poder “hacer”, y no solo “proponer”.
Notas
1. Primer ministro ruso entre 1906 y 1911. Murió asesinado de un disparo cuando asistía a la ópera en Kiev, acompañando al zar.
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