martes, 12 de abril de 2011

Mayor Oreja


Ese de la "extraordinaria placidez" del fascismo nacionalcatólico. Ese que hace unos días explicaba la negativa de los eurodiputados a dejar de viajar en primera clase diciendo que era una enmienda presentada "por un comunista portugués". Ahora nos vuelve a dejar estupefactos afirmando que "eso es la segunda transición. La primera exigía el símbolo de la legalización del Partido Comunista. La segunda, la de Zapatero, exige la legalización de ETA."

No se crean, la afirmación tiene chicha. Fíjense que Oreja dice "exigía el símbolo de la legalización del Partido Comunista", y en eso lleva razón, pues el PCE fue legalizado solamente porque dejó de ser comunista, de ahí que fuese una cuestión puramente simbólica.

Los tejemanejes de la camarilla de Carrillo y la construcción del PSOE con dinero yanqui y alemán, un partido que había desaparecido prácticamente y que no tuvo relevancia alguna en la lucha contra el fascismo durante la dictadura, hundieron a un Partido Comunista que tenía fuerza y ganas de luchar por sus principios.

Así que Oreja, sin quererlo, ha dicho una verdad. Quizás la primera en toda su trayectoria política.

Estos tipos que viajan en primera clase a costa del dinero de los trabajadores, y que además entran a un parlamento para defender los privilegios de banqueros, mercachifles y otros delincuentes similares, están unidos por su odio visceral al comunismo. A veces hasta extremos patéticos. Contaba Jorge Verstrynge que la imitadora de Thatcher, Esperanza Aguirre, estaba disgustada con la bandera de la Comunidad de Madrid porque "tenía estrellas comunistas."

La razón es obvia: con el comunismo se les acaba el chollo. Tendrían que trabajar para vivir y serían tratados como uno más. Imperdonable para unos señoritos que se creen en el derecho (antes divino, ahora genético) de vivir explotando al personal. Su anticomunismo parte del miedo. Y hacen bien asustándose, porque estuvimos, estamos y estaremos dando la batalla para que Orejas, Aguirres, reyes, Botines, Ortegas y sus correspondientes ganapanes terminen en el lugar que les corresponde, el basurero de la historia.

Y como de anticomunismo va la cosa aprovecho para recomendar a quienes no lo hayan leído ya el artículo de Grover Furr, El discurso del anticomunismo.

1 comentario:

  1. Logicamente, los parasitos tienen un miedo atroz a tener que ponerse a ganarse el pan igual que todos. Por eso la virulencia anticomunista, porque la peor pesadilla de las garrapatas que viven del trabajo de los demas es que se les acabe el chollo.

    Un saludo

    JL

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