El día más feliz por fin ha llegado, hoy los franceses se consagran al Ser Supremo. Nunca antes el mundo que él mismo creó, le ha ofrecido un espectáculo y un tributo de tal naturaleza.
Él ha visto en la tierra el rencor, la tiranía, la impostura. Y ahora está viendo a una nación entera venciendo todas las opresiones de las que es capaz la raza humana, que ha suspendido hoy sus heroicas tareas para venir a elevar sus pensamientos y su voz al Ser Supremo, que es, en definitiva quien le ha dado la misión que hoy se ha cumplido.
¿No ha sido Él, cuya mano inmortal, gravando en el corazón del hombre el código de la justicia y la igualdad, firmó la sentencia de muerte de los tiranos?
¿No ha sido Él, quien desde el comienzo de los tiempos decretó por siempre y para todos los pueblos, la libertad, solidaridad y la justicia?
Él no creó a los reyes para la raza humana. Tampoco creó a los clérigos para que nos ataran a las carrozas de los reyes como viles animales para darle al mundo el espectáculo de bajeza, orgullo, perfidia, avaricia y falsedad. Él creó el mundo para proclamar su poder. Creó a los hombres para que se ayudaran los unos a los otros, para que se amaran mutuamente y para que encontraran la felicidad en el camino de la virtud.
Él ha sido quien implantó en el pecho de los opresores remordimiento y terror y ha sido él quien puso en el corazón de los oprimidos e inocentes, calma y fortaleza. Él es quien impele al justo a odiar al malvado y al malvado a rendirse frente al bueno. Él es quien adorna de modestia los fulgores de la belleza, para hacerla aún más bella. Él es quien da ternura al corazón de las madres. Él es quien humedece con lágrimas los ojos del hijo cuando miran los de la madre. Él es quien silencia las más fuertes y tiernas pasiones frente al sublime amor del padre. Él es quien ha puesto en la naturaleza, belleza, riqueza y majestuosidad. Todo lo que es bueno es obra de Él, o es Él mismo.
El autor de la Naturaleza ha creado a los mortales con espíritu de bondad y amor a la felicidad. ¡Pobres de los tiranos que pretenden corromper esta creación!
¡Franceses republicanos, es vuestro deber purificar la tierra que ellos han ensuciado, y recuperar la justicia que ellos han injuriado! La libertad y la virtud proceden de la gracia divina. Nada puede hacer la una sin la otra.
Oh, pueblo generoso, ¿queréis triunfar frente a nuestros enemigos? Practicad la justicia y rendid a la divinidad el único tributo que merece. Oh, pueblo, dejémonos conducir por Él, bajo su protección, hacia la festividad divina. Mañana volveremos al combate contra los tiranos.
Debemos dar al mundo el ejemplo de lo que son las virtudes republicanas. Y esto también será para honra de Él.
El monstruo que el genio de los reyes ha vomitado sobre Francia ha regresado al mundo de la nada. Que todos los crímenes y las desgracias del mundo desaparezcan con ellos. Armados con las dagas del fanatismo y con el veneno del ateísmo, los reyes siempre conspiraron para asesinar a la humanidad. Ellos son capaces de deformar la imagen de la divinidad con la superstición.
Oh, pueblo, no temáis sus sacrílegas escenas. Ellos no pueden quitar al mundo de las entrañas de su autor ni pueden entrar en nuestros corazones. ¡Infortunados, elevad vuestros ojos al cielo! Héroes de la tierra del Señor, vuestra devoción generosa no es una brillante locura. Si los satélites de la tiranía son capaces de asesinarte, no son capaces de destruirte.
La sabiduría nos llevará por encima de nuestros culpables enemigos hacia la república. La sabiduría es la única capaz de dar prosperidad a los imperios. Ella resguardará nuestro coraje. Unámonos a la sabiduría y luego cumplamos con nuestro deber. Seamos graves y discretos en nuestras deliberaciones como lo son los hombres que se preocupan por los intereses del mundo. Seamos ardientes y obstinados en nuestro odio hacia los tiranos conspiradores, imperturbables frente al peligro, pacientes en el trabajo, fuertes en los fracasos y modestos y vigilantes en los éxitos. Seamos generosos con los buenos, compresivos con los desgraciados, inexorables con el mal, justos con todos.
Hombres de Francia, esta guerra es contra los reyes, pero ahora estáis preocupados porque debéis honrar a la Divinidad.
Al Ser entre los seres, el autor de la Naturaleza, el vil instrumento del despotismo, el cruel aristócrata, ultraja con la sola invocación de su nombre. Pero los defensores de la libertad también pueden dar su ofrenda y tener una comunicación con su paternal oído. Ser de los seres, no queremos ofrecerte injustos ruegos. Tú conoces a tus criaturas que proceden de tus propias manos. No se te permanecen ocultos sus necesidades ni sus secretos. Están maltratados por la mala fe de los tiranos y tienen un amor a la justicia y a la tierra del padre.
Nuestra sangre fluye por la causa de la humanidad. Recibe nuestras súplicas. Recibe nuestros sacrificios. Recibe la festividad que te ofrecemos hoy.
Él ha visto en la tierra el rencor, la tiranía, la impostura. Y ahora está viendo a una nación entera venciendo todas las opresiones de las que es capaz la raza humana, que ha suspendido hoy sus heroicas tareas para venir a elevar sus pensamientos y su voz al Ser Supremo, que es, en definitiva quien le ha dado la misión que hoy se ha cumplido.
¿No ha sido Él, cuya mano inmortal, gravando en el corazón del hombre el código de la justicia y la igualdad, firmó la sentencia de muerte de los tiranos?
¿No ha sido Él, quien desde el comienzo de los tiempos decretó por siempre y para todos los pueblos, la libertad, solidaridad y la justicia?
Él no creó a los reyes para la raza humana. Tampoco creó a los clérigos para que nos ataran a las carrozas de los reyes como viles animales para darle al mundo el espectáculo de bajeza, orgullo, perfidia, avaricia y falsedad. Él creó el mundo para proclamar su poder. Creó a los hombres para que se ayudaran los unos a los otros, para que se amaran mutuamente y para que encontraran la felicidad en el camino de la virtud.
Él ha sido quien implantó en el pecho de los opresores remordimiento y terror y ha sido él quien puso en el corazón de los oprimidos e inocentes, calma y fortaleza. Él es quien impele al justo a odiar al malvado y al malvado a rendirse frente al bueno. Él es quien adorna de modestia los fulgores de la belleza, para hacerla aún más bella. Él es quien da ternura al corazón de las madres. Él es quien humedece con lágrimas los ojos del hijo cuando miran los de la madre. Él es quien silencia las más fuertes y tiernas pasiones frente al sublime amor del padre. Él es quien ha puesto en la naturaleza, belleza, riqueza y majestuosidad. Todo lo que es bueno es obra de Él, o es Él mismo.
El autor de la Naturaleza ha creado a los mortales con espíritu de bondad y amor a la felicidad. ¡Pobres de los tiranos que pretenden corromper esta creación!
¡Franceses republicanos, es vuestro deber purificar la tierra que ellos han ensuciado, y recuperar la justicia que ellos han injuriado! La libertad y la virtud proceden de la gracia divina. Nada puede hacer la una sin la otra.
Oh, pueblo generoso, ¿queréis triunfar frente a nuestros enemigos? Practicad la justicia y rendid a la divinidad el único tributo que merece. Oh, pueblo, dejémonos conducir por Él, bajo su protección, hacia la festividad divina. Mañana volveremos al combate contra los tiranos.
Debemos dar al mundo el ejemplo de lo que son las virtudes republicanas. Y esto también será para honra de Él.
El monstruo que el genio de los reyes ha vomitado sobre Francia ha regresado al mundo de la nada. Que todos los crímenes y las desgracias del mundo desaparezcan con ellos. Armados con las dagas del fanatismo y con el veneno del ateísmo, los reyes siempre conspiraron para asesinar a la humanidad. Ellos son capaces de deformar la imagen de la divinidad con la superstición.
Oh, pueblo, no temáis sus sacrílegas escenas. Ellos no pueden quitar al mundo de las entrañas de su autor ni pueden entrar en nuestros corazones. ¡Infortunados, elevad vuestros ojos al cielo! Héroes de la tierra del Señor, vuestra devoción generosa no es una brillante locura. Si los satélites de la tiranía son capaces de asesinarte, no son capaces de destruirte.
La sabiduría nos llevará por encima de nuestros culpables enemigos hacia la república. La sabiduría es la única capaz de dar prosperidad a los imperios. Ella resguardará nuestro coraje. Unámonos a la sabiduría y luego cumplamos con nuestro deber. Seamos graves y discretos en nuestras deliberaciones como lo son los hombres que se preocupan por los intereses del mundo. Seamos ardientes y obstinados en nuestro odio hacia los tiranos conspiradores, imperturbables frente al peligro, pacientes en el trabajo, fuertes en los fracasos y modestos y vigilantes en los éxitos. Seamos generosos con los buenos, compresivos con los desgraciados, inexorables con el mal, justos con todos.
Hombres de Francia, esta guerra es contra los reyes, pero ahora estáis preocupados porque debéis honrar a la Divinidad.
Al Ser entre los seres, el autor de la Naturaleza, el vil instrumento del despotismo, el cruel aristócrata, ultraja con la sola invocación de su nombre. Pero los defensores de la libertad también pueden dar su ofrenda y tener una comunicación con su paternal oído. Ser de los seres, no queremos ofrecerte injustos ruegos. Tú conoces a tus criaturas que proceden de tus propias manos. No se te permanecen ocultos sus necesidades ni sus secretos. Están maltratados por la mala fe de los tiranos y tienen un amor a la justicia y a la tierra del padre.
Nuestra sangre fluye por la causa de la humanidad. Recibe nuestras súplicas. Recibe nuestros sacrificios. Recibe la festividad que te ofrecemos hoy.
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