Marx anticipa a Maine
El interés de Marx por las formas económicas precapitalistas es sólo una manifestación periférica de su interés por la transición del feudalismo al capitalismo, que a su vez es sólo un aspecto marginal de su tema central, a saber: el análisis de la sociedad capitalista. El paso de las comunidades tribales a las formas oriental, antigua y germánica no lo trata más que de un modo sumario, incluso tal vez algo chapuceramente. Aparentemente, el hilo conductor de la periodización de Marx es la progresiva aparición gradual de enajenados obligados a vender lo único que poseen, su trabajo, que dejan de considerar como una parte de sí mismos. Así es como las antiguas sociedades esclavistas son más “progresivas” que el tipo asiático, porque permiten la existencia de considerables propiedades privadas de tierras y de esclavos y de una economía monetaria compleja e individualizada. En el modo de producción asiático es donde la propiedad comunal primitiva “sobrevive por más largo tiempo y con más tenacidad”:
Esto es debido al principio fundamental sobre el que se basa, a saber, el de que el individuo no llega a hacerse independiente de la comunidad, el ciclo de producción es una unidad autosuficiente de agricultura y manufactura artesana, etc.
En cambio, en las antiguas sociedades esclavistas la base de lo que aún queda de la propiedad comunal es la ciudad y no la tierra.
Así, pues, también aquí la comunidad es la primera precondición, pero a diferencia de lo que ocurre en el primer caso, no como la sustancia de la que los individuos sean meros accidentes, o de la que formen espontáneamente partes naturales. La basa no es aquí la tierra, sino la ciudad, en tanto que centro o sede ya creada de la población rural de propietarios de la tierra. El área cultivada se presenta como el territorio de la ciudad, y no como en el caso anterior, en el que el poblado era un mero apéndice de la tierra.
Al describir la influencia del comunalismo en los Estados antiguos, Marx anticipa algunos aspectos importantes de los análisis de Maine y de Morgan, subrayando la importancia de las nacientes relaciones tribales y de parentesco: “Las tribus de los Estados antiguos se constituían de uno de estos dos modos: o por parentesco o por residencia. Las tribus de parentesco preceden históricamente a las tribus locales y casi en todas partes se ven desplazadas por ellas”. Como se ve, los nuevos manuscritos de 1857-58 corroboraron la afirmación de Engels de que Marx y é se habían anticipado a las ideas de Henry Maine sobre la transición del status al contrato en una fecha tan temprana como 1848:
El jurista ingles H. S. Maine cree haber hecho un descubrimiento colosal al decir que todo nuestro progreso en comparación con épocas anteriores consiste en que hemos pasado del, status al contrato, o sea, de un estado de cosas heredado a otro contratado voluntariamente; mas lo que esta afirmación tienen de exacto ya hace mucho que estaba contenido en el Manifiesto comunista.
Ahora bien, en realidad, Ferguson y Millar expresaron todavía antes ideas del mismo tenor.
Marx y su desconocimiento del mundo primitivo
Aunque en algunas ocasiones demuestre su clarividencia, el estudio que Marx hace de la sociedad prefeudal es sumamente esquemático, superficial y desorganizado. El modo de producción antiguo incluye variantes que van de las diminutas ciudades-Estado al Imperio romano a lo largo de miles de años. La sociedad asiática abarca comunidades aldeanas independientes y gigantescos despotismos orientales, junto a sociedades tan diversas entre sí como las de Rusia campesina, México, Perú, “los antiguos celtas y algunas tribus de la India”. Por lo que hace al estadio del comunismo primitivo, es manifiesto que en etnografía los conocimientos de Marx no estaban muy por encima de los de Turgot o Rousseau. Como ya hizo en la Ideología alemana, en el Esquema se limita otra vez a asociar indiscriminadamente los modos de existencia del pastoreo, la agricultura y la caza, a la “comunidad tribal, el cuerpo común natural”. Hobsbawm, que trata de defender los conocimientos de Marx y Engels sobre historia de Grecia, Roma y la India (aunque es manifiesto que en todas esas áreas Henry Maine sabía más que ellos), admite con franqueza la pobreza de su conocimiento de las sociedades primitivas:
En el momento en que se escribieron las Formas, lo que Marx y Engels sabían de la sociedad primitiva no se basaba en ningún conocimiento serio de las sociedades tribales, porque la antropología moderna todavía estaba en pañales.
Pero a los antropólogos esta ignorancia que Marx y Engels exhiben respecto de las nueve décimas partes de la historia humana no les puede en modo alguno parecer tan natural como les parece a los filósofos marxistas. Puede concederse que la antropología estuviera aún en su infancia cuando Gras escribió la Crítica de la economía política (1859), pero lo que no se puede es sostener que la omisión del uso de los datos etnográficos fuera un reflejo de esa circunstancia. Hay que tener en cuenta que en aquel momento ya se podían usar prácticamente la totalidad de las numerosas fuentes que Tylor empleó en las Research into the early history of mankind. Más que a la tierna edad de la antropología, cabe sospechar que la responsabilidad de la ignorancia de Marx y Engels respecto a los primitivos debe atribuirse al peso muerto de Hegel con todo su desprecio por el conocimiento de las partes “no progresivas” de la raza humana. Cuando Marx y Engels declaran en la primera línea del Manifiesto comunista que “la historia de toda la sociedad que ha existido hasta aquí es la historia de la lucha de clases”, la inmensa categoría residual de la prehistoria durante la que las clases no existieron queda borrada de un plumazo, y no sólo simplemente porque se trate de sociedades sin clases, sino porque se había convenido que esas sociedades carecían de interés y no podían explicar nada.
Pocos prejuicios, o tal vez ninguno, pueden irritar tanto a los antropólogos como éste tan característico de los historiadores europeos que piensan que no tienen nada que aprender del estudio de los salvajes porque los salvajes no han contribuido a la historia. Su irritación la genera no sólo su convencimiento de que también los primitivos son humanos, sino además su conocimiento práctico de que los datos etnográficos resultan indispensables para una ciencia de la cultura. En este contexto podría parecer que el arraigado desconocimiento de las ideas de Marx por parte de los antropólogo no es sino la recíproca de la falta de interés que Marx mostró por las sociedades primitivas. Pero atribuir a este quid pro quo la ignorancia de las ideas de Marx que muestran los antropólogos y que tan vivamente contrasta con lo bien que conocen a figuras de tercer orden como Gustav Klemm y Adolph Bastian sería como demasiado caritativo. Pues es manifiesto que intervienen otros factores que nos obligan a llegar a conclusiones diferentes.
El interés de Marx por las formas económicas precapitalistas es sólo una manifestación periférica de su interés por la transición del feudalismo al capitalismo, que a su vez es sólo un aspecto marginal de su tema central, a saber: el análisis de la sociedad capitalista. El paso de las comunidades tribales a las formas oriental, antigua y germánica no lo trata más que de un modo sumario, incluso tal vez algo chapuceramente. Aparentemente, el hilo conductor de la periodización de Marx es la progresiva aparición gradual de enajenados obligados a vender lo único que poseen, su trabajo, que dejan de considerar como una parte de sí mismos. Así es como las antiguas sociedades esclavistas son más “progresivas” que el tipo asiático, porque permiten la existencia de considerables propiedades privadas de tierras y de esclavos y de una economía monetaria compleja e individualizada. En el modo de producción asiático es donde la propiedad comunal primitiva “sobrevive por más largo tiempo y con más tenacidad”:
Esto es debido al principio fundamental sobre el que se basa, a saber, el de que el individuo no llega a hacerse independiente de la comunidad, el ciclo de producción es una unidad autosuficiente de agricultura y manufactura artesana, etc.
En cambio, en las antiguas sociedades esclavistas la base de lo que aún queda de la propiedad comunal es la ciudad y no la tierra.
Así, pues, también aquí la comunidad es la primera precondición, pero a diferencia de lo que ocurre en el primer caso, no como la sustancia de la que los individuos sean meros accidentes, o de la que formen espontáneamente partes naturales. La basa no es aquí la tierra, sino la ciudad, en tanto que centro o sede ya creada de la población rural de propietarios de la tierra. El área cultivada se presenta como el territorio de la ciudad, y no como en el caso anterior, en el que el poblado era un mero apéndice de la tierra.
Al describir la influencia del comunalismo en los Estados antiguos, Marx anticipa algunos aspectos importantes de los análisis de Maine y de Morgan, subrayando la importancia de las nacientes relaciones tribales y de parentesco: “Las tribus de los Estados antiguos se constituían de uno de estos dos modos: o por parentesco o por residencia. Las tribus de parentesco preceden históricamente a las tribus locales y casi en todas partes se ven desplazadas por ellas”. Como se ve, los nuevos manuscritos de 1857-58 corroboraron la afirmación de Engels de que Marx y é se habían anticipado a las ideas de Henry Maine sobre la transición del status al contrato en una fecha tan temprana como 1848:
El jurista ingles H. S. Maine cree haber hecho un descubrimiento colosal al decir que todo nuestro progreso en comparación con épocas anteriores consiste en que hemos pasado del, status al contrato, o sea, de un estado de cosas heredado a otro contratado voluntariamente; mas lo que esta afirmación tienen de exacto ya hace mucho que estaba contenido en el Manifiesto comunista.
Ahora bien, en realidad, Ferguson y Millar expresaron todavía antes ideas del mismo tenor.
Marx y su desconocimiento del mundo primitivo
Aunque en algunas ocasiones demuestre su clarividencia, el estudio que Marx hace de la sociedad prefeudal es sumamente esquemático, superficial y desorganizado. El modo de producción antiguo incluye variantes que van de las diminutas ciudades-Estado al Imperio romano a lo largo de miles de años. La sociedad asiática abarca comunidades aldeanas independientes y gigantescos despotismos orientales, junto a sociedades tan diversas entre sí como las de Rusia campesina, México, Perú, “los antiguos celtas y algunas tribus de la India”. Por lo que hace al estadio del comunismo primitivo, es manifiesto que en etnografía los conocimientos de Marx no estaban muy por encima de los de Turgot o Rousseau. Como ya hizo en la Ideología alemana, en el Esquema se limita otra vez a asociar indiscriminadamente los modos de existencia del pastoreo, la agricultura y la caza, a la “comunidad tribal, el cuerpo común natural”. Hobsbawm, que trata de defender los conocimientos de Marx y Engels sobre historia de Grecia, Roma y la India (aunque es manifiesto que en todas esas áreas Henry Maine sabía más que ellos), admite con franqueza la pobreza de su conocimiento de las sociedades primitivas:
En el momento en que se escribieron las Formas, lo que Marx y Engels sabían de la sociedad primitiva no se basaba en ningún conocimiento serio de las sociedades tribales, porque la antropología moderna todavía estaba en pañales.
Pero a los antropólogos esta ignorancia que Marx y Engels exhiben respecto de las nueve décimas partes de la historia humana no les puede en modo alguno parecer tan natural como les parece a los filósofos marxistas. Puede concederse que la antropología estuviera aún en su infancia cuando Gras escribió la Crítica de la economía política (1859), pero lo que no se puede es sostener que la omisión del uso de los datos etnográficos fuera un reflejo de esa circunstancia. Hay que tener en cuenta que en aquel momento ya se podían usar prácticamente la totalidad de las numerosas fuentes que Tylor empleó en las Research into the early history of mankind. Más que a la tierna edad de la antropología, cabe sospechar que la responsabilidad de la ignorancia de Marx y Engels respecto a los primitivos debe atribuirse al peso muerto de Hegel con todo su desprecio por el conocimiento de las partes “no progresivas” de la raza humana. Cuando Marx y Engels declaran en la primera línea del Manifiesto comunista que “la historia de toda la sociedad que ha existido hasta aquí es la historia de la lucha de clases”, la inmensa categoría residual de la prehistoria durante la que las clases no existieron queda borrada de un plumazo, y no sólo simplemente porque se trate de sociedades sin clases, sino porque se había convenido que esas sociedades carecían de interés y no podían explicar nada.
Pocos prejuicios, o tal vez ninguno, pueden irritar tanto a los antropólogos como éste tan característico de los historiadores europeos que piensan que no tienen nada que aprender del estudio de los salvajes porque los salvajes no han contribuido a la historia. Su irritación la genera no sólo su convencimiento de que también los primitivos son humanos, sino además su conocimiento práctico de que los datos etnográficos resultan indispensables para una ciencia de la cultura. En este contexto podría parecer que el arraigado desconocimiento de las ideas de Marx por parte de los antropólogo no es sino la recíproca de la falta de interés que Marx mostró por las sociedades primitivas. Pero atribuir a este quid pro quo la ignorancia de las ideas de Marx que muestran los antropólogos y que tan vivamente contrasta con lo bien que conocen a figuras de tercer orden como Gustav Klemm y Adolph Bastian sería como demasiado caritativo. Pues es manifiesto que intervienen otros factores que nos obligan a llegar a conclusiones diferentes.
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