domingo, 27 de febrero de 2011

Dos paradigmas grandiosos: Marxista y Lockeano

Imaginemos que los astrónomos de principios del siglo XX Hubble y Eddington se sentaran a discutir con Aristóteles y Ptolomeo. Éste es un desafío para la imaginación. Sólo podríamos visualizar un acuerdo entre ellos si aceptáramos la idea demasiado simplificada y probablemente falsa de que Aristóteles y Ptolomeo --como "hombres razonables"-- se verían inducidos a aceptar la dinámica newtoniana (un paradigma de la fuerza física diferente del suyo) debido a algún tipo de razonabilidad intrínsecamente superior y evidente del sistema newtoniano. Nunca podremos ser testigos de un encuentro tan fascinante, desde luego, pero algo parecido ha tenido lugar una y otra vez a lo largo de los siglos. Algunos encuentros contemporáneos de este tipo --que pocas veces más se han repetido-- se han dado entre intelectuales marxistas, como el biólogo J.B.S. Haldane o el físico y cristalógrafo J.D. Bernal, por un lado, y científicos, historiadores y economistas no marxistas, por el otro. El acuerdo entre ambas partes nunca pudo llegar a los fundamentos, v.g. cómo determinar el precio de una mercancía. Dicho acuerdo no fue posible, no porque uno o ambos bandos estuvieran equivocados, como bien podría haber sido el caso, sino más bien porque ambos bandos veían el mundo a través de los prismas de paradigmas completamente diferentes. Se puede decir que un bando veía el mundo desde el punto de vista de Marx, mientras que el otro lo veía a través de los ojos de John Locke. El mundo "civilizado" todavía se divide entre los seguidores de Marx y los de Locke, aunque estos últimos no admiten con tanta facilidad ser seguidores de alguien.

Los autores que en occidente se adhieren a los paradigmas Lockeanos han insistido orgullosamente en que son "objetivos", y en que la verdad --especialmente la verdad científica-- no es "culturalmente relativa". David Joravsky, que ha escrito extensamente sobre Lysenko, es uno de tales autores. Hay muchas falacias en esta idea, como las nociones dudosas de que la enculturación es el único determinante significativo del pensamiento, y de que los conceptos de la "ciencia objetiva" son de algún modo como las "cosas reales" que representan --y no sólo metáforas del pensamiento en las que los paradigmas cristalizan y alcanzan la representación verbal. Los marxistas, por otra parte, dicen que estos pensadores "burgueses" son presa de "ideologías" y que, en consecuencia, carecen de una conciencia desinteresada de la necesidad histórica. Los pensadores marxistas afirman con contundencia que, en virtud de los principios científicos enunciados por Marx, se sitúan en un momento absoluto de la historia que está por encima de toda subjetividad cultural, histórica e ideológica, de modo que su verdad no es relativa tampoco. Hacia 1905, Lenin abusó del concepto de 'ideología' de Marx al referirse al marxismo y al materialismo dialéctico como si fueran también ideologías, opuestas a las ideologías producidas en las sociedades capitalistas. Lenin pudo haber cometido deliberadamente este "error" para agudizar la lucha contra el capitalismo, pero filosóficamente minó una de las concepciones más potentes del marxismo, a la par que una de sus ideas más difíciles e intrigantes.

En la controversia sobre Lysenko, se produjo un duelo entre los representantes de dos amplios paradigmas de la historia y la filosofía --el de Marx contra el de Locke-- así como entre los representantes de dos paradigmas más limitados de la herencia --el de Lysenko contra el de Mendel, Weismann y Morgan. Muchos observadores occidentales del "caso Lysenko" se ofendieron por el hecho de que este áspero debate incluyera a filósofos sociales y pensadores políticos, como el funcionario del Partido Comunista Mark Mitin y el teórico marxista Isaac Prezent, en los mismos foros que a especialistas en genética y cría de plantas. El derecho y la capacidad de estos "filósofos" para contribuir a la discusión --e incluso para decidir su resultado-- recibieron apoyo ideológico e institucional en la URSS, y, como hemos visto, dicho apoyo fue solicitado y aprobado por los propios genetistas soviéticos. La participación de Stalin en el debate fue vista en occidente sólo como "una evidencia más" de que Stalin deseaba dictar nuevas y revolucionarias "ciencias proletarias" basadas en la filosofía marxista --ciencias como la nueva "agrobiología" fundada por Lysenko-- para derrocar a "las ciencias burguesas" que la Rusia Zarista habría importado durante siglos de las sociedades occidentales capitalistas, como si Stalin se hubiera engañado al pensar que él también sabía algo sobre la respiración de las plantas y las células epiteliales. El mismo Stalin entró muy tarde y de mala gana en la lucha, corrigiendo y hasta escribiendo algunas partes de un discurso de Lysenko pronunciado en la clausura de una importante conferencia académica celebrada en 1948, el mismo tipo de conferencia y de debate que los genetistas habían evitado mediante conspiraciones en 1939. Al hacer esto, Stalin admitió humildemente su falta de erudición en ciencias, pero enérgicamente afirmó su conocimiento y maestría en el materialismo dialéctico (el grandioso paradigma marxista).

Todo esto fue consecuencia de la sospecha de que alguna teoría individual e incidental, o algún hecho recién descubierto, amenazaba con poner en crisis a un paradigma reinante o en alza. Se verá en la parte II de este ensayo que el humilde descubrimiento de Lysenko de la vernalización de las plantas con flores fue una amenaza en este sentido, pero no antes de que las implicaciones de su descubrimiento fueran percibidas como amenazas reales, y no simplemente marginales, para el nuevo paradigma mendeliano de la herencia. La amenaza no quedó clara hasta que se pensó que las presuposiciones teóricas y las implicaciones de la vernalización – recién presentadas al mundo occidental-- eran el producto de una nueva y vigorosa "ciencia materialista" que las ideologías capitalistas supuestamente habían inhibido hasta entonces. El descubrimiento de Lysenko de la vernalización dio lugar a una notable oleada de investigaciones sobre este oscuro fenómeno botánico, llevadas a cabo por biólogos, genetistas y otros científicos del este y de occidente, lo cual les obligó a ampliar un paradigma estrecho, idealizado y sumamente simplificado de la herencia, basado en la tímida investigación de Gregor Mendel con sólo siete rasgos de una única especie (el guisante común). A partir de ahí, Mendel había formulado una teoría sobre los "factores" de la herencia que era inverosímil y que carecía de cualquier base o mecanismo material conocido en aquel tiempo.

Lo que debe advertirse en estas y otras muchas discusiones perennemente irresueltas es el uso de muy diversos términos como burdos sustitutos del término "paradigma", como si esta noción siempre estuviera funcionando y al menos inconscientemente fuera tenida en cuenta. Los ejemplos de tales términos van desde expresiones en las que los lectores apenas se fijan, tales como "a través de los ojos de" y "perspectivas" (como en el título de un libro del que hablaremos luego: Stalinist Terror: New Perspectives [El Terror Estalinista: Nuevas Perspectivas]); pasando por los términos visibles, rimbombantes y barrocos, como "Weltanschauung" ("visión del mundo" en alemán) y "metáfora fundamental"; siguiendo por las palabras poéticas que evocan el interés profundo o el escepticismo mordaz, como "prismas de conocimiento"; hasta llegar a los términos que parecen --y a menudo su uso lo pretende-- injustamente negativos, como "conciencia limitada", "esquemas", "ideologías", "-ismos", "túnel de realidad estrecho", etc. Un paradigma ajeno, por lo general, es visto "desde el exterior" por quien no lo comparte como un esquema teórico que se aplica a diversos hechos (paradigmas limitados) o al mundo en general (paradigmas amplios) y así es sometido a prueba. El filósofo y matemático del siglo XX Bertrand Russell, famoso por su implacable análisis lógico de las ideas y sistemas filosóficos tradicionales, dijo que la "actitud correcta" (sic) al estudiar a un filósofo debe consistir en una especie de "simpatía hipotética", como la llamó, "hasta que sea posible conocer qué se siente al creer en sus teorías". "Este esfuerzo o ejercicio de imaginación histórica y psicológica", dijo Russell, "inmediatamente amplía el alcance de nuestro pensamiento, y nos ayuda a comprender lo absurdos que nuestros queridos prejuicios llegarán a parecer en una época con un carácter mental diferente". (Russell, A History of Western Philosophy [Historia de la Filosofía Occidental], Simon y Schuster, Nueva York, 1945, p. 39.) Una vez más, el "alcance de nuestro pensamiento" y el "carácter mental" podrían ser dos sustitutos ambiguos del término "paradigma".

Limitar la discusión a lo que Kuhn denominó "paradigmas" evita que nos perdamos en el reino de la discusión sobre entidades más nebulosas, complejas y oscuras, del tipo que los materialistas y realistas intentan evitar, entidades como los "estados de conciencia", los "niveles de conciencia", el "pensamiento analítico vs. dialéctico", etc. El acuerdo y el progreso raras veces se alcanzan cuando se invocan tales conceptos ideales. Sin embargo, la concepción del paradigma fácilmente se desborda en aquellas discusiones en las que dominan tales términos, en cuyo caso pueden surgir caracterizaciones amplias de paradigmas muy extensos, como el "pragmatismo anglosajón", la "histeria latina", "el romanticismo nórdico", el "misticismo oriental", "la falta de imaginación actual", etc. Un ejemplo de esto puede verse en la obra de Arthur Koestler The Yogi and the Commissar [El Yogui y el Comisario], donde el autor afirma que en la Atenas antigua, en el Renacimiento temprano, y durante los primeros años de la Revolución rusa (bolchevique), los intelectuales "se hallaban mentalmente integrados y despiertos, y poseían una 'conciencia cósmica' en la que la consciencia individual y la realidad social se integraban". Koestler recurrió a la metafísica para explicar los contextos históricos y sociales en los que surgen paradigmas nuevos y grandiosos, y para hacer ver lo saludable y aun estimulante que es vivir y formar parte de una transición entre paradigmas.

Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA

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