domingo, 27 de febrero de 2011

El Lysenkismo como paradigma de guerra

Cuando un paradigma pone anteojeras a la visión y ejerce un abrazo de hierro sobre el pensamiento, se abre un abismo de incomunicación entre los bandos que no comparten los mismos paradigmas, como si la comunicación y el encuentro mental entre ambos quedaran casi por completo imposibilitados. Un ejemplo de semejante "abismo" fue el furor internacional que estalló en tiempos de Stalin cuando un agricultor y botánico ucraniano de extraordinario talento, llamado D. Trofim Lysenko (n. el 29 de septiembre de 1898) se opuso a los defensores de un nuevo paradigma de la herencia, al que denominó "Teoría Mendel-Weismann-Morganista". Esta teoría defendía --en tiempos de Lysenko-- que toda la herencia de una especie se halla contenida exclusivamente en los cromosomas de sus células, y que el resto de la célula consiste simplemente en la sustancia estructural y en los líquidos metabólicos conocidos tradicionalmente como protoplasma, y hoy en día como contenido extra-nucleico del citoplasma. Lysenko argumentó que una teoría correcta, completa y útil de la herencia sólo podía basarse en el funcionamiento global de la célula y de todas sus partes consideradas en su contexto corporal, de desarrollo y ambiental --una teoría que aún no se ha formulado hasta el día de hoy. Argumentó que el ambiente influía en la herencia particular en formas no reconocidas por los nuevos paradigmistas genéticos, que sólo reconocían la mutación genética azarosa y la selección natural como exclusivos modificadores de la herencia. La teoría de Lysenko a menudo se denomina "Lysenkismo", no para reconocer el mérito de Lysenko, como se podría pensar, sino para desacreditarle (Lysenko la llamó "Michurinismo", en honor a V. Michurin; ver más abajo).

Una evaluación de los detalles del debate científico entre Lysenko y los Morganistas, y de las notables, ignoradas y originales ideas de Lysenko que desde entonces han resultado ser ciertas en la botánica, la ciencia del suelo y otros campos, serán examinadas en la parte II de este ensayo, a la que pueden acudir los lectores más interesados en los méritos científicos del Lysenkismo. En este punto, la sugerencia importante es que resulta mucho más ilustrativo y productivo ver el "caso Lysenko" como un conflicto entre los representantes de diferentes paradigmas de la teoría de la herencia, que según las maneras convencionales que prosperan bajo el auspicio de los paradigmas totalitarios de la sociedad estalinista. Las opiniones convencionales son compartidas tanto por muchos marxistas europeos, como el jruschevista Dominique LeCourt, como por los enemigos furibundos de Stalin, Lysenko y la antigua Unión Soviética. Estas opiniones comparten generalmente la creencia de que el caso Lysenko fue un conflicto entre Lysenko, que habría mantenido la arcaica teoría lamarckiana de la evolución (cosa que no hizo), contra los primeros genetistas, que habrían sido "genetistas darwinianos modernos" (cosa que no fueron). La opinión incorrectamente establecida dice que Lysenko intentó integrar su paradigma de la herencia --que él llamó teoría "Michurinista"-- dentro del más grandioso paradigma marxista de la historia y del pensamiento filosófico, como una especie de "ciencia estalinista".

Ivan Vladimirovich Michurin (n. el 27 de octubre [fecha incierta] de 1855) era un horticultor ruso cuyas plantas híbridas le procuraron la alabanza del nuevo gobierno Soviético , así como invitaciones por parte del Departamento de Agricultura estadounidense para ir a los Estados Unidos. Lysenko se consideraba heredero de lo que él llamó la "Tendencia Michurinista" en la ciencia botánica. Independientemente del valor de los logros reales de Michurin como creador de nuevas flores y variedades de fruta (logros tan despreciados por los autores occidentales, como David Joravsky y otros, como alabados por las antiguas autoridades soviéticas), Michurin hablaba a la comunidad científica mundial desde una posición muy marginal. Para el mundo científico occidental, la suya era una voz pequeña y débil procedente de algún remoto lugar de Asia Occidental. Entonces, de pronto, con el ascenso de la Unión Soviética, se alzó la voz de Lysenko --aguda, intensa, poderosa. Esta única diferencia entre Lysenko y Michurin tuvo consecuencias importantes.

En 1939, debido al aumento del prestigio de Lysenko y de su influencia en las academias científicas de la Unión Soviética, un grupo de importantes profesores de genética y biología de la Universidad de Leningrado y de los institutos pedagógicos de Leningrado, que habían estado perdiendo una serie de debates académicos con Lysenko y sus colegas científicos, presentaron una solicitud a altos funcionarios del Partido Comunista para que intervinieran en la controversia académica con Lysenko. En una carta de ocho páginas enviada a Andrei Zhdanov, jefe del Agitprop (Administración de Agitación y Propaganda del Comité Central del Partido Comunista), sostuvieron que las teorías de Lysenko no tenían ningún mérito científico y que habían alcanzado una posición predominante únicamente debido a sus "resultados beneficiosos en el campo de la agricultura" (Krementsov, N., Stalinist Science [La Ciencia Estalinista], Princeton University Press, NJ, 1997, p. 66). Nótese que los logros de Lysenko en la agricultura le fueron reconocidos por sus expertos opositores, a pesar de las afirmaciones de David Joravsky, Valery Soyfer, Zhores Medvedev y muchos otros, según los cuales el trabajo agrícola de Lysenko era completamente inútil o --peor aún-- un fraude. Al solicitar la intervención de los funcionarios del Partido, los 'Leningradistas' pensaron que podrían "saltarse" el largo proceso que supone organizar un debate académico dentro de un congreso científico de genética. Como señaló Krementsov, los propios genetistas "reconocieron el poder de la burocracia del Partido para juzgar sus argumentos" (ibíd. P. 68) contra los Lysenkistas. En las siguientes décadas, los jefes del Partido realmente intervinieron, pero de manera opuesta a los intereses de estos científicos, que entonces gritaron indignados que Stalin, Zhdanov, Molotov y otros simples funcionarios del Partido --como Mark Mitin y el teórico y jurista marxista (y amigo personal de Lysenko) Isaac Prezent-- no podían albergar la pretensión de entender los sofisticados experimentos citológicos y las reacciones químicas de las moléculas complejas. ¡Los escritores occidentales que han expresado su repugnancia y ultraje por el hecho de que tal interferencia gubernamental en el curso de la ciencia ocurriera en la Unión Soviética, desconocen o prefieren olvidar el hecho de que fueron los mismos científicos soviéticos que Joravsky describía como "víctimas de la represión" los que solicitaron el juicio! Ni Lysenko ni los Lysenkistas reclamaron jamás semejante interferencia. Veremos a continuación cómo la evidencia de archivo, recién disponible para los estudiosos occidentales desde la perestroika y la 'glasnost', muestra que en muchas áreas de la vida la burocracia del Partido de Moscú (al contrario una vez más de la opinión convencional) no se parecía en nada a una "policía del pensamiento" --como afirma una versión "orwelliana" de los paradigmas totalitarios convencionales--, sino que era muy sensible a las peticiones y quejas de todos los trabajadores y profesionales de la Unión Soviética --incluyendo a los genetistas que quisieron que el Politburó se convirtiera en una "patrulla paradigmática", hasta que vieron claramente que la burocracia y los intelectuales del Partido de Moscú no compartían en absoluto su nuevo paradigma de la herencia.

Los hechos aducidos entran en contradicción evidente con los puntos de vista generados por el paradigma totalitario. Éste presenta la era de Stalin como una época en la que una comunidad científica monolítica, centralizada y controlada por Lysenko (con la bendición de Stalin), daba órdenes --y perseguía-- a los genetistas y a los demás científicos. Según Krementsov y los demás estudiosos que han examinado los nuevos archivos soviéticos, no existe ningún apoyo real para este punto de vista. En cambio, la evidencia nos muestra la imagen de una competencia feroz entre Lysenko y N. Vavilov, Zhebrak y otros (como los Leningradistas antes mencionados) para lograr los favores y los fondos distribuidos por el aparato del Partido. Según Krementsov, "la imagen en blanco y negro... --el estado opresivo contra la comunidad científica victimizada-- no se corresponde con los documentos de archivo que hemos desenterrado" (ibíd., p. xi).

Existe un paralelismo entre los esfuerzos de Reilly, Lockhart y otros para sabotear y derrocar al nuevo régimen bolchevique, y los repetidos esfuerzos de una generación posterior (1939-1948) para terminar con la vehemente resistencia de Lysenko al nuevo paradigma mendeliano de la herencia, y para poner fin al creciente predominio de sus seguidores en las academias soviéticas de estudios superiores. Winston Churchill, el primer ministro Lloyd Jorge, el Almirante Hall --M.P. (Miembro del Parlamento)--, y el Ministerio de Asuntos Exteriores británico, habían logrado que la mayor parte del presupuesto del Servicio de Inteligencia Británico de los años 1920 y 1930 se gastara en espías y saboteadores en Moscú y Petrogrado. Dieron a éstos manos libres --y fondos muy amplios-- para destruir como fuese a la Revolución. Establecieron y organizaron redes de saboteadores, incorporando a las mismas a variopintos personajes tales como ladrones corrientes y vándalos moscovitas, anarquistas intelectuales, varios contrarrevolucionarios socialistas anti-leninistas a quienes les había disgustado la negativa de Lenin a luchar contra Alemania y a hacer que Rusia participara en más guerras con Occidente, antiguos miembros de la Okrana (la policía secreta del Zar), y jefes de espionaje como Reilly y Paul Dukes --todos ellos empeñados en aplastar por cualquier medio a la incipiente "amenaza bolchevique". De manera similar, algo más de una generación después (1944-1948), una serie de genetistas, biólogos y fisiólogos británicos y americanos, que incluían a Sir Julian Huxley, C. D. Darlington, Sir Henry Dale, H. J. Muller, L. Dunn y otros, como M. Demerec y Theodosius Dobzhansky, organizaron una amplia campaña de publicidad editorial contra el Lysenkismo: establecieron una red paralela internacional de publicaciones "intelectuales" a cargo de eruditos, científicos y editores occidentales que ridiculizaron y falsificaron las ideas de Lysenko. Como había ocurrido con los intervencionistas y saboteadores extranjeros tras la Revolución, esta nueva conspiración libresca, en la que participaron (como en la conspiración Lockhart) principalmente súbditos británicos y ciudadanos americanos, tenía dentro de la Unión Soviética contactos nativos con los que formó una tupida red, en este caso científicos como A. Zhebrak, Serebrovsky, Dubinin, y otros estudiosos y antiguos colegas del (por entonces) difunto N. Vavilov, a los que "personal y confidencialmente pidieron su apoyo" (Krementsov, op. cit., p. 121). Su objetivo, según confesó Huxley en una carta a Dunn, era "debilitar a Lysenko" (ibíd).

La razón inmediata para organizar este complot fue que el "juicio" del Politburó solicitado por los genetistas en 1939 no tuvo resultados satisfactorios para ellos. Según Krementsov, un informe sobre la controversia, probablemente escrito por el funcionario del Partido Kolbanovsky y corregido por Mitin, fue enviado al Politburó. El contenido de este informe se convirtió en la postura oficial acerca del caso. Caracterizaba el trabajo de Lysenko como "avanzado, progresivo e innovador", mientras que los genetistas, según el informe, eran "conservadores y actuaban contra la innovación en la ciencia". Los "jueces" advirtieron también que "muchas cosas en el trabajo académico de Lysenko necesitan ser corregidas y examinadas". Alabaron "el espíritu práctico" y la carencia de dogmatismo de las teorías de Lysenko. El informe declaró que los genetistas eran un "grupo muy endogámico que... reacciona a la crítica... de un modo muy negativo". Al mismo tiempo, el informe condenó "el estilo simplista" de las críticas de los Lysenkistas hacia la genética, y el hecho de que los Lysenkistas a menudo hacían caso omiso de los logros de la genética y la citología, incluyendo "el significado científico de las leyes de la herencia descubiertas por Mendel y de la teoría cromosómica de Morgan", que los autores del Partido describieron como "uno de los mayores logros de la ciencia moderna" (Krementsov, op. cit., pp. 74 - 76). Esto no resultó satisfactorio para los genetistas, puesto que el informe no contenía ninguna propuesta de sanciones contra los Lysenkistas ni medidas institucionales o "políticas" radicales (contra ningún bando). Enfurecidos, los genetistas lanzaron entonces la mencionada protesta internacional y la campaña publicitaria contra Lysenko para engatusar a autoridades extranjeras prestigiosas, de tal modo que les "apretaran las tuercas" a los líderes e instituciones soviéticos, incluso amenazando con forzar la dimisión de estimados y valiosos miembros extranjeros de la Academia de Ciencias de la URSS. A la luz del contexto precedente de la conspiración Lockhart, la carta de Zinoviev, etc., la participación de genetistas de las potencias extranjeras, sobre todo del mundo de habla inglesa, fue claramente una de las estratagemas más ineptas --incluso autodestructivas-- que pudieran haber concebido los genetistas rusos, aparte de su cinismo y del hecho de que demostrara su patente aversión a contar con fuertes competidores profesionales y teóricos en su propio país. (Veremos en la Parte II que, con pocas excepciones, los primeros genetistas del "cambio de siglo", sobre todo Bateson, profesor de Vavilov y principal defensor anglosajón de Mendel, eran insultantes y agresivos, y actuaban con un delirante fanatismo, como si estuviesen intoxicados por un nuevo dogma).

Lysenko fue "juzgado" en numerosos libros, revistas y diarios occidentales de una manera similar a la que los paradigmistas totalitarios imaginan que tuvo lugar durante los Procesos de Moscú. Un grupo de genetistas americanos estableció contacto con J. B. S. Haldane, uno de los mayores científicos del siglo XX, co-fundador de la moderna genética matemática y de poblaciones. En aquel tiempo, Haldane era miembro del Partido Comunista británico y uno de los miembros extranjeros de la Academia de Ciencias de la URSS. Los conspiradores esperaban poder conseguir su ayuda porque, como varios de ellos escribieron en una carta conjunta a Haldane, "no podría ser fácilmente atacado por Lysenko como enemigo político de la Rusia soviética". En esta carta sugirieron que Haldane no levantaría sospechas de utilizar su prestigio "con el objetivo de lanzar un ataque personal contra Lysenko o una campaña para difamar a la ciencia soviética" (carta citada por Krementsov, op. cit., p. 123). Muller, Dunn, Demerec y Dobzhansky se encontraban entre los firmantes de esta petición descarada e ignominiosa. Haldane devolvió la carta a Muller, rechazando tajantemente participar en la conspiración. Esto dejó estupefactos a los genetistas americanos. Muller, que había sufrido una depresión, se sintió "ultrajado" (ibíd). Después del rechazo de Haldane, Dale (Presidente de la Royal Society) y Huxley escribieron, promovieron y participaron de diversos modos en la producción de artículos y libros (ver Bibliografía) que contenían multitud de viles comentarios personales y difamatorios sobre Lysenko y sus colegas científicos, a nivel personal y sobre la ciencia soviética en general. ¡Ésta era la clase de calumnias y la clase de campaña que Huxley y sus aliados, mediante la planificación cuidadosa, el complot y el intento (fallido) de implicar a Haldane, pretendían fabricar sin que cayera sobre ellos sospecha alguna! Según Krementsov, los genetistas adoptaron "el mismo estilo de insultos y difamaciones" (op. cit., p. 66) que Conway Zirkle, David Joravsky, y otros escritores antisoviéticos e historiadores occidentales han señalado con alarma como el sello "nuevo", peligroso y patológico del modo en que el nuevo grupo de biólogos marxistas llamados Lysenkistas condujeron la polémica política e ideológica bajo el disfraz del "debate científico". La más sarcástica y difamatoria de todas estas publicaciones fue Russia Puts the Clock Back [Rusia Atrasa el Reloj] de John Landgon-Davies, para la que Dale escribió un epílogo. Este libro descargaba sus ataques directamente sobre Haldane, arrojando numerosas calumnias sobre su honestidad, integridad y ética personal. Las únicas diferencias reales entre las calumnias, las insinuaciones y otras maledicencias practicadas por ambos bandos, consistían en que las procedentes de los genetistas, que habían sido rechazados por un Politburó que no estaba dispuesto a acabar con la competencia con los Lysenkistas y así servir de "policía del pensamiento" de los genetistas, eran más amargas y destructivas.

Mientras que la evidencia de la "subversión roja" en Gran Bretaña siempre había sido débil, se mostrará a continuación que la "subversión blanca" en la Unión Soviética, dirigida desde el extranjero, a veces hasta por exiliados soviéticos (como Trotsky), envenenó de manera satisfactoria lo que el mismo Lockhart llamó "la sorprendente tolerancia [!] de los primeros bolcheviques", y creó lo que llegaría a conocerse como el "Terror". En aquella época, cualquier individuo que en Gran Bretaña intentara mantener la cabeza fría y atenerse a los hechos, era sumariamente señalado como "traidor" (con ese término calificó Sir Henry Wilson, Jefe del Personal Imperial General, al primer ministro británico). Se formaron clubs y cenáculos para liquidar a la "Amenaza Roja". Se extendieron por todas partes rumores que fueron creídos como hechos reales, como el que decía que el Partido Laborista británico se hallaba en posesión de los diamantes del Zar, que le habían sido entregados por saqueadores bolcheviques y con los que financiaba su periódico, el Daily Herald. Si se hubiera apreciado la plena magnitud de estas maquinaciones, difamaciones y fraudes (como la mencionada "carta de Zinoviev"), habrían existido dudas sobre la racionalidad de Stalin si éste no se hubiera inclinado hacia el aislacionismo y la sospecha respecto a las intenciones occidentales.

La esposa de Lockhart "tuvo que advertirle desde Londres de que su carrera estaba en peligro" (Knightley, op. cit., p. 70). ¿Por qué? Por causa de todos los espías y saboteadores extranjeros que los comunistas de primera y segunda generación (como Stalin y Yezhov, respectivamente) habían aprendido a descubrir. Lockhart, que conocía a Trotsky y que había estrechado la mano de Stalin, era el único que tenía una opinión bastante pobre de la "información" que los británicos recibían de sus agentes en Rusia. Encontró que los informes de Reilly eran particularmente poco fiables y advirtió su peligrosidad. En opinión de Lockhart, el anti-bolchevismo fanático de Reilly "nubló su visión, deformó su juicio y le hizo excesivamente optimista sobre las posibilidades de una contrarrevolución" (Knightley, op. cit., p. 60). Reilly se engañó al pensar que cada otoño los Soviets estaban a punto de ser derrocados.

Durante las décadas siguientes, falsas informaciones como las de Reilly se hicieron habituales en los informes de espionaje recibidos y promulgados en Occidente acerca de la Unión Soviética. En 1920, por ejemplo, el SIS británico expidió una serie de documentos a Lord Curzon, Ministro de Asuntos Exteriores, y al Ministerio de Asuntos Exteriores británico, documentos que el SIS dijo haber robado de las oficinas de un representante soviético en Berlín. Estos documentos supuestamente demostraban la subversión bolchevique en las fronteras de la India. Según Knightley, Curzon "estaba furioso por lo que consideró una evidencia de la duplicidad soviética, y envió un escrito muy fuerte a Moscú. ¡Pero su indignación rápidamente se convirtió en ignominia" (op. cit., p. 74), porque los documentos resultaron ser falsificaciones preparadas a partir de la falsa información inicialmente aparecida en Ostenformation, diario antisoviético publicado de manera anónima en Alemania y distribuido a los grupos contrarrevolucionarios! Este patrón de líderes occidentales engañados por agentes anti-bolcheviques y antisoviéticos continuó sin cambios en los primeros días de la guerra fría. Muchas fuentes de desinformación procedían de nazis ideológicos fanáticos, que se habían encorajinado tras la derrota de Hitler, y que sostenían muchas ideas patológicas y hasta sexualmente perversas (así como anticientíficas) sobre la raza, los judíos y los eslavos. Mientras el "artillero" Joe McCarthy gastaba los dólares bien merecidos de los contribuyentes americanos buscando comunistas en el Ministerio de Asuntos Exteriores estadounidense y entre los actores, escritores, directores y productores judíos de Hollywood, la CIA (Agencia Central de Inteligencia de los EEUU) estaba infestada de antiguos nazis que le suministraban informaciones falsas sobre el enemigo soviético, que acababa de derrotarlos y que los habría ahorcado si no se hubieran arrojado en los brazos protectores de la providencial Oficina de Servicios Estratégicos norteamericana (OSS). En 1946, la OSS, organización precursora de la CIA, reclutó al antiguo jefe de inteligencia nazi para el Frente Oriental, Reinhard Gehlen. Con la financiación de la OSS y la protección estadounidense, Gehlen prácticamente reconstruyó el vencido aparato de inteligencia nazi en el nuevo "Bloque del Este", los países socialistas. Se rodeó de personal procedente de la antigua SD (la Policía secreta Nazi), y de ex-oficiales de la Abwehr y la Gestapo. En 1949, la renacida organización de Gehlen se convirtió en parte central de la recién creada CIA. Como había pasado antes con Reilly y otros anti-comunistas rabiosos, Gehlen creó el mito de que los Soviets planeaban invadir la Europa Occidental y de que la guerra entre EEUU y la Unión Soviética era inevitable. El grupo de Gehlen era la única fuente oficial de información existente en los EEUU acerca del funcionamiento interno de los países del Este y de la Unión Soviética. Ciertamente, como fuente de la CIA, su "información" fuera de la CIA se consideraba acreditada y fiable. Según Ward Churchill y Jim Van der Wall, "desde 1946 hasta 1954, prácticamente toda la información que circulaba en los EEUU acerca de los países del Este era filtrada por la organización de Gehlen, y sesgada en consecuencia hacia sus puntos de vista. Éste fue, con toda probabilidad, el principal factor que contribuyó a la génesis de la guerra fría". (Agents of Repression [Los Agentes de la Represión], de Ward Churchill y Jim Vander Wall, South End Press, Boston, MA, 1988, p. 391, n. 70. Para más detalles, ver Higham, Charles, American Swastika [La Esvástica Americana], Doubleday and Co., Garden City, N. Y., 1985, pp. 241-301).

Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA

4 comentarios:

  1. Joer...
    Que en los años 30 se haya logrado engañar a la gente, a base de mezclar política y ciencia, ya es curioso.
    Pero que haya gente que aún cree en esas cosas, es para estar preocupado.
    Esto es equiparable a eso que hacían los nazis de uscar la "raza aria".
    Que pena de mundo, sior mio-sior mio...

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  2. No sé que tiene que ver la eugenesia con la teoría de Lysenko.

    Lo mismo es usted el que está engañado:

    http://es.scribd.com/doc/34015219/Juan-Manuel-Olarieta-Alberdi-El-linchamiento-de-Lysenko

    Por cierto, ciencia y política están hoy más unidos que nunca.

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  3. La verdad soy contrario al Darwinismo, Lamarkismo y por tanto también me opongo al capitalismo, al nazismo y al comunismo. Pero aun así interesante artículo, es importante recordar que hoy el Darwinismo y su vertiente el neo-darwinismo están en crisis de paradigma, espero discutir el tema con ud, un cordial saludo.

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  4. Y yo que pensaba que los marxistas eran anti-religiosos, cuando han creado una religión fantasiosa propia.

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