lunes, 28 de febrero de 2011

El paradigma de la gran cadena del ser

La Gran Cadena del Ser, un grandioso paradigma para explicar el cosmos, también conocido como scala naturae, tuvo su origen en los escritos de los antiguos neoplatónicos, que tenían muchos aspectos intelectuales en común con los cristianos. Este paradigma no tuvo rival a lo largo de toda la Edad Media en Europa como paradigma oficial de aquel período, y siguió dominando durante el Renacimiento europeo y los Siglos XVII y XVIII. Se discute, por ejemplo, en la primera epístola de An Essay on Man [Ensayo Sobre el Hombre] de Alexander Pope. La publicación en 1859 de On the Origin of Species [El Origen de las Especies] de Charles Darwin amenazó con enterrar dicho paradigma, sustituyéndolo por la idea de la Evolución Natural, pero fue resucitado en el siglo XX y defendido principalmente por seminaristas, a raíz de la publicación en 1936 del libro de Arthur Oncken Lovejoy The Great Chain of Being: A Study of the History of an Idea [La Gran Cadena del Ser: Estudio de la Historia de una Idea].

El paradigma de la Gran Cadena afirma que todas las cosas en el universo están dispuestas en una escala o jerarquía de lo más bajo a lo más alto, siendo este ser el ens perfectissimum o existencia perfecta de Dios. Todas las cosas intermedias tienen un lugar ordenado y están graduadas a lo largo de un continuo, pero todas se encuentran todavía en mayor o menor grado "llenas de Dios", de igual modo que la versión del marxismo-leninismo de Stalin se difunde --o se halla bajo imperativo de difusión por el NKVD-- por todas las esferas de la vida en la sociedad estalinista, como piensan los paradigmistas totalitarios. Este principio de difusión se conoce, en el paradigma de la Gran Cadena, como el Principio de Plenitud. En la sociedad estalinista recibiría además otros nombres, como “ausencia de pluralismo”, pero los tres principios básicos de la Gran Cadena --Plenitud, Gradación y Continuidad-- funcionan en ambos paradigmas, haciendo que sean análogos. Cuando Stalin se muestra clemente o liberal, por ejemplo, el paradigma totalitario dice que él simplemente está practicando un principio paralelo al principio de Plenitud de la Gran Cadena: proporcionar una máxima diversidad de existencias o esferas de la vida que en realidad son todas una. Resulta significativo que mientras muchos líderes, educadores y editores americanos cívicos han combatido amargamente la Teoría de la Evolución de Darwin hasta el día de hoy, intentando impedir que los profesores instruyeran a la juventud en un paradigma de la naturaleza que amenaza con enterrar la idea de la Gran Cadena, las casas editoriales oficiales del gobierno de la Unión Soviética constantemente se esforzaban en proporcionar versiones expurgadas de la teoría de Darwin en cada quiosco callejero, en forma de revistas legibles para todos los profanos, e hicieron obligatoria la Teoría de Darwin en toda la educación elemental. La ironía es que las sociedades occidentales, en las cuales el paradigma de la Gran Cadena ha ejercido la influencia más profunda y duradera, de manera miope han visto a la sociedad soviética, que intentaba sustituir la Gran Cadena por un paradigma naturalmente hostil, como una sociedad controlada por los principios de la Gran Cadena. Así, la Kremlinología ha consistido hasta ahora en un intenso ejercicio consistente en mirarse fijamente el propio ombligo. El paradigma de la Gran Cadena --por oscuro, difícil y absurdo que parezca-- es aceptado de manera bastante natural, señala lo que es “sensato” creer, y hasta les ha parecido "simple y claro" a una cierta clase de hombres que han dominado la historia europea y sus relatos. En el caso de la sociedad estalinista, la idea de la Gran Cadena fue proyectada sobre una sociedad apenas comprendida, de la que se sabía muy poco.


Para que estas cuestiones no se consideren puramente abstractas, puede demostrase que sociedades enteras --incluyendo algunas de las más admiradas en Occidente-- de hecho han sido controladas en su totalidad según las líneas estrictas del paradigma de la Gran Cadena del Ser. El ejemplo más conocido es el ideal Tudor de gobierno bajo la Reina Isabel de Inglaterra. Para poner su casa en orden, Isabel seguía las reglas estrictas de la Gran Cadena, situándose a sí misma como la Deidad, con el Consejo Privado, el Parlamento, la Pequeña Nobleza Hacendada y el Pueblo por debajo de ella, formando una escala o jerarquía "divinamente ordenada" en la que se esperaba que cada inglés de cada estado social supiera exactamente cuál era su lugar. Así, los ingleses isabelinos podían jactarse de que ellos no necesitaban ningún ejército permanente como los volubles franceses, porque no tenían ninguna rebelión potencial que sofocar: La “Voluntad de Dios” prevalecía por encima de todo, y los hombres obedecían por su propio bienestar espiritual –que no material. Sabiendo por adelantado que los Tudor utilizaban este paradigma medieval de la Gran Cadena como modelo para la sociedad, se puede predecir retrospectivamente que se opondrían a los capitalistas y usureros por ser factores tendentes a trastocar dicho orden social. Los Tudor así lo hicieron de hecho. Este modelo es el que los Kremlinólogos han tenido en mente durante todas sus discusiones sobre la sociedad estalinista, con la “benevolencia" dudosa del sistema Tudor substraída --o sustituída-- por lo que los críticos de Stalin creen que ha sido un insensible, perverso e inhumano idealismo marxista.

La influencia que un paradigma ejerce puede ser tan invasiva y omni-abarcante, incluso --o quizás sobre todo-- a nivel inconsciente, que los artefactos mudos comienzan a “cobrar voz” y a “hablar por sí mismos” a hombres que se consideran modelos de cordura, moderación y racionalidad. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en Grigory Tsitriniak, autor del artículo ‘Yezhov’s Execution’ [‘La Ejecución de Yezhov’], inicialmente publicado en ruso en 1992 en la Literaturnaia gazeta (No 7, 12 de febrero, p. 15). Tsitriniak obtuvo permiso para examinar el archivo de la investigación sobre Yezhov, que había sido desclasificado por primera vez. Bajo la mirada vigilante de Viacheslav Nikonov, un recién llegado al sistema de seguridad estatal ruso después del famoso golpe de estado de agosto, Tsitriniak pudo examinar en la Lubyanka cuatro balas aplanadas utilizadas para disparar en la nuca a Kamenev, Zinoviev y Smirnov tras su confesión en los Juicios Públicos de Moscú durante la Yezhovshchina. La parte de la conversación relatada por Tsitriniak en este artículo fue como sigue:


Tsitriniak: “¿Y por qué hay dos (balas) en el papel marcado con el nombre de Smirnov?”

Nikonov: "Evidentemente, necesitaron dos para él".

Tsitriniak: "Pero ¿cómo es posible? Es imposible fallar. ¡Disparaban a la gente en la nuca!”

Nikonov: "Evidentemente fallaron, sin embargo: ¿lo ve? Dos. Yezhov era muy meticuloso. Él no habría añadido una bala "perteneciente" a alguien más. Patología, desde luego".

Tsitriniak considera que el simple número y el aspecto de estos desnudos artefactos físicos, durante mucho tiempo ocultos a todas las miradas excepto a las de los miembros más privilegiados del NKVD, eran la evidencia prima facie de la iniquidad patológica de Yezhov ("desde luego..."). A favor de su interpretación, numerosos volúmenes hablan del "satisfecho odio bolchevique" de Yezhov, de su maldad patológicamente puntillosa y de su diabólica falta de humanidad. Pero una visión menos preconcebida, más objetiva y deconstruccionista señalaría que estas balas aplanadas y otros artefactos materiales son bastante mudos por sí mismos o, si son elocuentes, resultan sumamente ambiguos --hasta que el paradigma totalitario (o algún otro) rellene los huecos, proporcionando una interpretación histórica, política y moral coherente y estructurada. El paradigma totalitario ha llevado a Tsitriniak a un punto del que no es consciente. Se refiere de manera medio consciente a dicho paradigma como la “perspectiva actual”. Su viaje a la Lubyanka resultó inútil. No aprovechó la oportunidad que tenía de examinar las nuevas pruebas físicas puestas ante él. Las miró, pero únicamente vio el paradigma compartido, que podría haber "visto" perfectamente desde el sillón de su casa.


El artículo de Tsitriniak contiene discursos enfáticos contra los --según él-- bajos o mediocres niveles de inteligencia y educación de líderes soviéticos como Yezhov, Stalin y otros. Tsitriniak sostiene que estos líderes intentaron "acentuar" su propia falsa superioridad mediante el uso del terror, pero que en realidad eran de escaso entendimiento, increíblemente ignorantes e impacientes con las personas inteligentes. Yezhov es definido como "un sádico miserable... semianalfabeto". Pero el artículo no habla en favor de la inteligencia y la educación de Tsitriniak mucho más de lo que habla en favor de su objetividad. Nunca se le ocurrió, por ejemplo, que el ahorro de balas gastadas y deformadas por los cráneos sería típico en alguien como Yezhov, que tenía un fondo "proletario" auténtico y profundamente arraigado, al haber sido obrero fabril desde su juventud. Antes de que el reciclaje se convirtiera en un imperativo económico y social, las fábricas comúnmente tenían grandes contenedores y áreas fuera de servicio en las que los viejos instrumentos dañados y los productos mal hechos se "salvaban" (a veces simplemente se almacenaban) para...? Los empleados y gerentes no se los llevaban a casa, lo que tampoco hizo Yezhov con las balas. Él las dejó en la sala de pruebas de la Lubyanka. Si Yezhov hubiera sido educado para imitar a los líderes de muchos de sus primos lejanos tártaro-mongoles, miembros de los cultos budistas tibetanos y bebedores expertos en tazas hechas con los cráneos de los enemigos derrotados, con toda certeza debería ser considerado aún más patológico si estuviera enculturado como un americano moderno más que como un jinete guerrero del Tien Shan. Si hubiera sido patológico en este último sentido, habría sido más probable que se guardara las balas para su posesión personal. En el depósito de balas de la sala de pruebas, sin embargo, a primera vista parece que actuó de manera completamente profesional. Si realmente se apropió o no de las balas es un hecho indiferente para Tsitriniak, cuando debería ser crucial. Es indiferente para él porque el paradigma, que (como siempre) puede acomodar cualquier estado de cosas, ha disuelto las prioridades de su pensamiento. Tampoco lo anterior le hizo considerar que una clase bastante normal de mentalidad fabril podría explicar lo que él considera uno de los comportamientos patológicos de Yezhov. Hay muchos, demasiados aspectos que no encajan en su "retrato" superficial de Yezhov. Cuando los testimonios sobre Yezhov no son espantosos, Tsitriniak los presenta como dudosos o como una "máscara" de Yezhov. El paradigma le ha cegado tanto que todo lo que dice sobre Yezhov y Stalin no tendría ninguna coherencia si no fuera por los ‘arreglos’ del paradigma. En cierta ocasión, se aproxima a una auténtica perspicacia relacionada con la idea de la mentalidad fabril cuando, en una ronda final de sarcasmos, hace mención de una "cinta transportadora", en alusión a una máquina de imprenta entonces existente en la Unión Soviética que elaboraba certificados para los funcionarios con estas palabras impresas en ellos: "...la orden de ejecución ha sido cumplida..." (a diferencia de un certificado de defunción, en el que la causa de la muerte no está impresa previamente, sino que se deja en blanco). Esto se le ocurrió mencionarlo sólo de manera sardónica.

El paradigma totalitario puede quedar contaminado en la práctica a nivel inconsciente, cuando los historiadores que habitualmente escriben en el estilo plano y moderado a menudo desdeñosamente conocido como "académico", de manera breve y repentina adoptan un estilo vivo y apasionado, ofreciendo impresiones vistosas sobre asuntos de los cuales no fueron testigos personales. Esta licencia para pasar a una retórica efusiva se considera justificada porque el paradigma dominante (y su bagaje de moralidad acomodaticia) se considera la “única certeza verdadera". Lo que en realidad actúa en estos casos, sin embargo, es la pura estructuración interpretativa según el paradigma dominante, junto con la expresión de emociones que se conforman a dicho paradigma de manera total.

Un buen ejemplo de lo anterior puede encontrarse en el libro de Isaac Deutscher The Great Purges [Las Grandes Purgas]. Deutscher es considerado a veces como más objetivo que otros historiadores occidentales, porque está dispuesto a aceptar alguna que otra información nueva en su reserva de acontecimientos recopilados por Trotsky, lo que le ha ganado a Deutscher el epíteto de "trotskista". Este epíteto es bien merecido, porque mientras Deutscher encuentra creíble y razonable mucho de lo que Trotsky cuenta sobre la revolución y los primeros años de construcción del socialismo en la Unión Soviética, ignora por completo --o trata con excesivo escepticismo-- los informes y declaraciones de otros muchos personajes implicados, como Felix Dzerzhinsky, Molotov, Yezhov, el mismo Stalin, o la multitud de figuras menores que escribieron sobre la Unión Soviética y representaron a ésta en el extranjero, como Glushchenko, un botánico de la escuela de Lysenko que enérgica y oficialmente llevó a cabo una campaña contra el racismo y el genocidio practicados en el Tercer Reich, en los regímenes coloniales y hasta en el Sur estadounidense. La excepción importante a esta regla de "creer sólo a Trotsky" es Jruschev: Deutscher no está más dispuesto a dudar de la mayor parte de lo que dijo Jruschev que los demás kremlinólogos. Un comentarista observó que realmente "Jruschev engatusó a Occidente". Esto ha llevado a los más escépticos a menospreciar los recuerdos de Jruschev, cuando siguen siendo una fuente primaria de hechos históricos, tal como aparecen en las Memorias de Jruschev. Muchos historiadores y escritores occidentales revelaron la naturaleza juvenil de sus egos cuando, tras la larga y fría hibernación de la era de Stalin, Molotov y otros, cuyos recuerdos y memorias de la historia soviética deberían ser tan exactos e importantes como los de Jruschev, éste último difundió lo que pareció ser una declaración de amistad tan impacientemente esperada en ciertos círculos occidentales, que éstos saltaron sobre ella –y sobre todo lo que dijo Jruschev-- igual que los niños a los que finalmente se les permite reunirse con sus amigos después de semanas de cuarentena.


Sin haber asistido a los Procesos, y sin tener ninguna prueba empírica como apoyo, Deutscher escribió acerca de la “irracionalidad sombría” de estos juicios, que supuestamente habrían tenido "la realidad de una pesadilla". Estas impresiones están en absoluto desacuerdo con las de D. N. Pritt, Miembro del Parlamento Británico y del Consejo Real que asistió en persona a los juicios de Zinoviev, Kamenev y otros. Pritt escribió un ensayo corto sobre este proceso que apareció en un folleto titulado ‘The Moscow Trial was Fair’ [‘El Juicio de Moscú Fue Justo’], mencionado en el libro de Deutscher, que contiene una foto de la cubierta del folleto original de Pritt. El pie de la foto reza así: "Un panfleto que defiende las purgas, escrito por un Miembro del Parlamento Británico". Pero Pritt no defendió las purgas en su pequeño informe: él únicamente defendió los procedimientos legales utilizados durante los juicios. Estas distinciones se perdieron en Deutscher y en David King, quien hizo el diseño del libro y probablemente fue el responsable del anterior pie de foto. ¿Deutscher y King son sólo intelectualmente torpes, o mentirosos, o ambas cosas? Si no son nada de lo anterior, ¿cuál es la diferencia entre un mentiroso y alguien que abraza impacientemente las falsedades que "se ajustan a un paradigma"? Si el pie de foto anterior no es solamente atribuible a la estulticia, entonces hay que acusar a Deutscher y King de una falta de honradez sustancial y habitual, cuando menos.


No es accidental que Deutscher y King omitieran en el pie de foto que Pritt fue testigo ocular del juicio, posición que ellos deben de haber encontrado sumamente envidiable. La mención de este hecho aumentaría enormemente la credibilidad de Pritt. Su impresión del juicio --como testigo ocular-- estaba completamente en desacuerdo con la idea de Deutscher. Lejos de pensar que el juicio estuviera penetrado por “una irracionalidad sombría” o que tuviera "la realidad de una pesadilla", Pritt quedó asombrado, como abogado inglés que era, por la libertad y vivacidad con que se permitía a todos los prisioneros conversar con otros acusados durante el juicio, sin ninguna objeción por parte del Tribunal o del fiscal. De vez en cuando, según Pritt, debates "rápidos y vivos" tenían lugar entre el fiscal y hasta tres detenidos a la vez, algo que estaba prohibido por las reglas de procedimiento en Inglaterra y EEUU, las cuales sólo permiten hablar a un testigo cada vez en respuesta directa a una pregunta formulada por el fiscal, el abogado defensor o el tribunal. Pritt encontró que ésta era "una novedad asombrosa", y describió los discursos del Procurador de la República Vishinsky como llenos de "vigor y claridad". Pritt dice que Vishinsky raras veces miraba al público o actuaba "para producir efecto". Esto se contradice nuevamente con la caracterización transparentemente vil de Deutscher de los discursos de Vishinsky como "propios de un agitador". Vishinsky dijo "cosas fuertes", según Pritt, llegando a recomendar que los demandados fuesen "exterminados". Pero Pritt advierte –algo que Deutscher y King no pudieron o no quisieron señalar (otra omisión)-- que "en muchos casos menos graves, muchos fiscales ingleses han utilizado palabras mucho más duras". Resulta concebible que esta clase de retórica de las salas de tribunales rusas e inglesas sea desconocida para Deutscher y King, lo que sería increíblemente ingenuo en unos historiadores (King es básicamente un reportero gráfico) y tal vez evidencia algún tipo de aislamiento académico o profesional, pero sin embargo contribuye fuertemente a su caracterización equivocada de la conducta de Vishinsky durante el juicio como "injusta". Pero ¿es concebible que King y Deutscher no sean conscientes de que, hasta en las salas de los tribunales americanos modernos, los sustantivos y la retórica empleados por los acusadores en referencia a los demandados en casos de pensión alimenticia o infracciones de las normas de circulación, no son los mismos que los utilizados en los procesos por casos de alta traición en tiempos de guerra, crímenes sexuales reiterados contra mujeres, odiosos crímenes contra minorías, etc.? Los individuos con sentido común naturalmente esperarían que los epítetos acusadores adecuados y permitidos en estos diferentes casos fueran extensamente divergentes, incluso aunque nunca hayan sido testigos de casos criminales reales de cada tipo (el delito de menor cuantía, el crimen y la alta traición). Lo mejor que puede decirse de King y Deutscher es que padecen la absolutamente típica "ceguera paradigmática". No es creíble que olvidasen que Kamenev y Zinoviev no estaban siendo enjuiciados por robar coches.


Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA

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