Se ha señalado anteriormente que la comunicación entre los defensores de diferentes paradigmas mayores parece ocurrir a través de un abismo casi insuperable. Probablemente no exista mucho acuerdo entre los defensores de paradigmas diferentes de la sociedad soviética en cuanto a la credibilidad de las memorias de un viejo bolchevique, por ejemplo el libro Memorias de Molotov, ni entre un partidario del paradigma totalitario y un defensor de un paradigma marxista-leninista que defienda a Stalin, así que hay poco consenso entre paradigmas opuestos. Sin embargo, no es imposible examinar los hechos desde fuera de un paradigma. Esto es lo que ocurre de hecho entre los investigadores antes de que un paradigma dominante se convierta en una ciencia o disciplina madura. Si es posible intentarlo en el caso que nos ocupa, ¿qué muestran las “revelaciones” de la glasnost? Lo que éstas revelan es bastante embarazoso para la “creencia convencional” de los paradigmistas totalitarios, y resulta casi imposible de acomodar en dicha creencia. Veremos ejemplos específicos de estas revelaciones fastidiosas, después de un ejemplo de lo que el paradigma totalitario exigiría que “hubiera pasado” en cambio.
Es "un hecho aceptado" entre los abogados del paradigma totalitario que Stalin asignó a Yezhov su función dentro del Gran Terror principalmente para purgar a los "Viejos Bolcheviques", i.e., para eliminar a los compañeros que estuvieron con Stalin durante la Revolución Bolchevique de 1917. Parafraseando la cita antes mencionada de Tim Naftali al hablar sobre el “panel de expertos” de la CNN, Stalin se deshizo de los Viejos Bolcheviques con los que “ya no podía trabajar más”. Esta perspectiva es reiterada continuamente, como en The Great Purges [Las Grandes Purgas] de Deutscher. Este libro presenta una compleja comparación histórica, procedente de Trotsky, entre las Purgas y otros intentos históricos de facciones victoriosas para reprimir a los rivales y opositores políticos. Según Deutscher, "en la raíz de la lucha se halla la inseguridad del partido revolucionario --su temor a la contradicción contrarrevolucionaria, la controversia y la oposición. Habiendo aplastado a todos los demás partidos, los nuevos gobernantes encuentran que aún no han eliminado la contradicción y la oposición". Un fanatismo tan desequilibrado o enloquecido, atribuido por Deutscher a otros revolucionarios victoriosos del pasado como Robespierre, Cromwell y Lutero, es igualmente imputado a Stalin.
La idea original, tal como Trotsky la formuló, es que la Revolución Rusa, en fecha tan temprana como 1923, entró en una fase conservadora de "Termidor". Se trata de una comparación con las etapas de la Revolución Francesa, que fueron profundamente estudiadas y discutidas por Lenin, Trotsky, Stalin y otros Viejos Bolcheviques, así como por muchos intelectuales de la elite burocrática soviética. Termidor correspondía al mes de julio en el nuevo calendario instituido durante la Revolución francesa, que sustituía al Calendario Gregoriano de la Iglesia Católica. El 8 de Termidor, Año II (26 de julio de 1794 a.D.), los Clubs Jacobinos radicales, que se habían levantado durante la revolución para convertirse en los poderes dirigentes, liderados por Robespierre, Danton, Carnot y otros miembros del Comité de Salud Pública, fueron derrocados, terminando con ello la fase radical o “revolucionaria” de la agitación. Este Comité había liderado la revolución a través de su etapa más terrible, el “Reinado del Terror” o reinado de la guillotina, “que fue el que de hecho asumió el gobierno de Francia”. Durante este tiempo, los parisienses se acostumbraron al sonido de los carros moviéndose a diario pesadamente por las calles, llevando a la guillotina a montones de ”enemigos del Comité”. La comparación hecha por Trotsky y Deutscher señala que, al principio, sólo fueron decapitados los aristócratas, como María Antonieta, Reina de Francia. Pero entonces los Jacobinos extendieron sus detenciones a las provincias, arrestando y ejecutando a los miembros de las facciones revolucionarias más moderadas, como los Girondinos. El Reinado del Terror no se detuvo ahí, sino que fue todavía más lejos, con los Jacobinos deteniéndose después unos a otros, comenzando entre ellos una lucha por el poder que Trotsky y Deutscher comparan con la "facción" de Stalin, que utilizaba las Grandes Purgas para eliminar por completo a cualquier facción que pudiera formarse --o que ya se hubiera formado-- alrededor de Trotsky, Kirov, Kamenev, Zinoviev, Piatikov y otros Viejos Bolcheviques que ya habían sido barridos. En la fase (supuestamente) comparable de la Revolución francesa, Robespierre se salió con la suya al condenar a Danton, creyendo que Francia y la Revolución no estarían a salvo hasta que todos los enemigos dentro del país fueran eliminados. La comparación se establece aquí con los esfuerzos de Yezhov para eliminar a todos los "espías y fascistas" que operaban en secreto en la Unión Soviética y dentro del Partido Comunista con el fin de destruir la Revolución Bolchevique. Igual que las Grandes Purgas, según Trotsky y Deutscher el Reinado del Terror en Francia no fue realizado por el bien de la población, sino como un método extremo de control político en el que no sólo los partidos rivales, sino "la contradicción, la controversia y la oposición" mismas (en palabras de Deutscher) quisieron ser eliminadas de cuajo. La Convención Nacional Francesa finalmente se volvió contra el propio Robespierre, declarándolo proscrito. Mientras Robespierre forcejeaba durante su detención, la mitad de su mandíbula resultó destrozada de un disparo y en este estado horrible, con la cabeza vendada y sangrante, fue llevado a su juicio y posterior ejecución. Su brillante y conmovedora capacidad oratoria, agudizada por una educación exquisita, la práctica de la ley y una abundante actividad prerrevolucionaria como exponente entusiástico de Jean Jacques Rousseau, le resultó completamente inútil. El paralelo con este clímax dramático en las purgas de Stalin, se supone, es la ejecución final del mismo Yezhov, "el represor reprimido".
Una remota semejanza se perfila aquí: después de la Revolución Bolchevique, un grupo de moderados (desde el punto de vista de Trotsky) finalmente tomó el poder, liderados por Stalin --quien, según Deutscher, Conquest, Naftali et. al., más bien eliminó exitosamente a toda la oposición. Trotsky creyó que, de esta manera, Stalin había logrado llevar a cabo la “disolución” de la Revolución Bolchevique, del mismo modo que Napoleón Bonaparte había disuelto la Revolución Francesa tras su regreso de Egipto al convertirse en emperador de Francia y al dotar a ésta de un gobierno central aún más fuerte. Es significativo que, desde el punto de vista del occidente no comunista, estas comparaciones tuvieran su origen en Trotsky, que se hallaba exiliado durante las Grandes Purgas y no era más testigo ocular que Conquest, King o Deutscher. Muchos historiadores han sospechado que el mismo Trotsky tenía un “complejo napoleónico”.
Estas comparaciones históricas tienen un gran atractivo para los estudiosos de la historia, los hombres de letras y los lectores inteligentes de todas clases. Pero ¿son correctas? Pueden señalarse varios defectos, pero la objeción lógica principal se retrotrae finalmente a un conflicto de paradigmas. El guión propuesto por Trotsky y Deutscher sobre la fase de Termidor de la Revolución francesa es básicamente correcto, aunque la reputación malvada y sangrienta imputada mediante un típico "reflejo rotular" paradigmático a Robespierre --que, se supone, arroja también su sombra maligna sobre Yezhov y Stalin-- es totalmente inmerecida. Justo antes de su propia detención, Robespierre envió un brillante discurso a la Convención Nacional Francesa acerca del cese de las ejecuciones masivas. Este hecho es importante: parece que fue este discurso el que motivó su detención, porque pedía el castigo de varios diputados de la Convención sin nombrarlos, despertando así su temor hacia él. Del mismo modo, habría existido un paralelismo histórico mejor si los Girondinos (facción mas moderada de la Revolución Francesa que los Jacobinos de Robespierre) hubieran llevado a cabo su propio Reinado del Terror sobre los radicales Jacobinos, porque el punto central de la comparación de Trotsky es que Stalin y su facción habían abandonado y traicionado el fervor revolucionario de la “izquierda” liderada por el propio Trotsky. La comparación también sería más exacta si Napoleón hubiera llegado antes en la Revolución Francesa y hubiera orquestado en persona la ejecución de las víctimas del Reinado del Terror, utilizando a un "Yezhov/Robespierre" como marioneta. Pero el problema no es el fracaso a la hora de establecer un paralelismo estrecho. Las comparaciones históricas no son nunca totalmente exactas, y por lo general se hacen con el objetivo prioritario de mantener un paradigma dominante. El problema es que estas comparaciones son fracasos empíricos porque están basadas en el paradigma totalitario, y no en la nueva evidencia real disponible desde la ‘glasnost’ sobre los que fueron realmente purgados durante la Yezhovshchina. Veremos a continuación que los objetivos de las Purgas no fueron en absoluto los Viejos Bolcheviques, como exigen el paradigma y la “creencia convencional” de los Kremlinólogos.
El atractivo de la comparación tiene mucho que ver con la popularidad de Trotsky entre los intelectuales de Occidente --y la carencia de popularidad de Stalin. Los escritos de Trotsky --y a veces los simples títulos de sus libros-- a menudo son descritos como "elocuentes". (Contrástese con la caracterización antedicha de King de los "bruscos monosílabos" de Stalin). La fascinación de Occidente hacia Trotsky tiene mucho que ver con su imagen de héroe trágico, en última instancia destruido por las consecuencias de los pasos que había aceptado como necesarios en la búsqueda de ideales o de grandeza (como Rubashov en Darkness at Noon [Cero y el Infinito] de Koestler). La indecisión intelectual de Trotsky, tanto durante como después de la revolución de 1917, igualmente aparece ante muchos occidentales cultos como auténticamente hamletiana. Trotsky permaneció indeciso durante muchas semanas, poco dispuesto a atacar al Gobierno Provisional, a diferencia de un Lenin dinámico y agresivo. Otra vez, en 1927, Trotsky esperó demasiado tiempo cuando abiertamente podía haber atacado a su rival Stalin, i.e. cuando podía haber intentado formar una fuerte alianza con Zinoviev y Kamenev contra Stalin. Stalin a menudo es presentado como la némesis de Trotsky, cuando en realidad la mayor animosidad personal existía no entre Trotsky y Stalin, sino entre Trotsky y Zinoviev. La animosidad hacia Stalin es vista a veces como el “defecto trágico” de Trotsky.
El 21 de enero de 1924, Lenin, líder y fundador del Partido, falleció. Los enemigos declarados de la Unión Soviética aprovecharon la enfermedad de Lenin y luego su muerte para tratar de desviar al Partido del camino propuesto por Lenin, y así preparar el terreno para la restauración del capitalismo. El principal adalid de estos ataques contra el bolchevismo era Trotsky (Lev Davidovich Bronstein). León Trotsky, que decía ser un revolucionario marxista, disfrutaba del apoyo de prominentes familias bancarias occidentales. Gracias principalmente a Trotsky y a sus agentes, los negocios de Wall Street invirtieron dinero en Rusia con el objetivo de financiar futuros levantamientos contrarrevolucionarios y rebeliones de disidentes prometedores. Las élites capitalistas también esperaban que el "ultraizquierdismo" de Trotsky arruinara tanto a la Unión Soviética desde dentro, que el capitalismo pudiera ser fácilmente restaurado. El biógrafo del presidente estadounidense Woodrow Wilson, J.C. Wise, escribió: "Los historiadores nunca deben olvidar que Woodrow Wilson hizo todo lo posible para que León Trotsky entrara en Rusia con pasaporte americano".
Trotsky no fue nunca popular entre los miembros del Partido Bolchevique, que le veían como un oportunista. El colapso del régimen del Zar en marzo de 1917 encontró a Trotsky en la Ciudad de Nueva York. ¡A su vuelta a Rusia fue detenido por las autoridades canadienses, que sólo le permitieron proseguir su viaje tras la intervención del Gobierno Británico! Bruce Lockhart, en sus memorias, dijo que el Servicio de Inteligencia británico creía que Trotsky les sería de más utilidad en Rusia. Trotsky, al principio, intentó establecer un grupo revolucionario propio, pero al darse cuenta de que el Partido Bolchevique de Lenin contaba con un fuerte apoyo entre las masas, dio un salto mortal político sensacional. ¡Tras muchos años de oposición a Lenin, Trotsky solicitó su ingreso en el Partido Bolchevique!
Tras su exilio de la Rusia Soviética en 1929, elementos antisoviéticos crearon por todo el mundo una imagen mítica del nombre y de la personalidad de León Trotsky. Según este cuento de hadas, Trotsky era “el excepcional Líder Bolchevique de la Revolución Rusa” y el “inspirador, el compañero de trabajo más cercano y el sucesor lógico de Lenin”. Ahora, en los años 1990, con el derrumbe de la Unión Soviética, los historiadores del establishment occidental ya no tienen que promover por más tiempo esta ficción. Ahora admiten abiertamente que Trotsky era un oportunista, y que en realidad se opuso con todas sus fuerzas a Lenin. Ahora nos dicen que Trotsky preparó "toda clase de mentiras y verdades a medias sobre su relación con Lenin y sobre la relación de Lenin con Stalin". "Su versión de los acontecimientos fue reforzada por la aduladora biografía de Trotsky en tres volúmenes escrita por Deutscher, que se apoyaba sobre una evidencia documental muy inestable. No obstante, hay indicaciones fiables de que, excepto en los cuatro últimos meses de vida consciente de Lenin, antes de marzo de 1923, cuando sufrió el golpe final de debilidad que le hizo perder la facultad del habla, Lenin estaba al lado de Stalin, tenía fe en su juicio y le confiaba cada vez mayores responsabilidades. Al mismo tiempo, no hay ninguna indicación en las fuentes de que alguna vez se preocupara personalmente por Trotsky" (Three Whys of the Russian Revolution [Tres Porqués de la Revolución Rusa], Richard Pipes).
A lo largo de los años 1930, los países capitalistas occidentales aceleraron sus operaciones, tanto secretas como abiertas, contra la Unión Soviética. La Gran Depresión, con el apoyo creciente de las masas a los movimientos comunistas y obreros en las naciones de Europa, incitó a los gobiernos occidentales a apoyar numerosas tentativas encubiertas de causar estragos en la Unión Soviética. Además, para esta guerra secreta confiaron en las redes establecidas por León Trotsky, que había sido deportado de la URSS en 1929 por sus actividades contrarrevolucionarias. Estableciendo su oficina central fuera de Rusia, Trotsky disfrutó del patrocinio de varios gobiernos capitalistas, de agentes de varios Servicios de Inteligencia y de toda clase de elementos antisoviéticos.
Winston Churchill, portavoz de los círculos dirigentes angloamericanos, inmediatamente se dio cuenta del valor de Trotsky para la cruzada mundial antisoviética. Resumiendo el objetivo de todas las acciones de Trotsky a partir del momento en que abandonó la Unión Soviética, Churchill escribió en Great Contemporaries [Grandes Contemporáneos]: "Trotsky se esfuerza por reunir a todo el hampa de Europa para derrocar al Ejército ruso", preludio necesario a un ataque militar occidental sobre la URSS.
Los intelectuales occidentales del siglo XX, especialmente los profesionales académicos, han mostrado mucho más respeto por el libresco, miope y dispéptico Trotsky, encarnación de Hamlet, que por el áspero Stalin, es decir, por un fuerte hombre de montaña que se crió en su niñez a base de una dieta de cordero y vino, y que fue medio saqueador, medio patriota --una especie de Robin Hood georgiano antizarista-- en su juventud. Estos intelectuales se sienten poco dispuestos a confiar en el gobierno de alguien que una vez asaltó las caravanas del Zar para repartir los despojos entre los campesinos. No creen que semejante hombre pueda llegar a dirigir un gobierno realmente justo y racional, sobre todo si sus métodos políticos siguen pareciéndose de algún modo a sus antiguos y temibles hechos. Muchos consideran que esta clase de hechos son justificables o legítimos sólo en períodos revolucionarios, pero no en un régimen en curso --si es que los encuentran justificables en absoluto. En última instancia se sienten incómodos con alguien que no fue "designado por Dios", como eran proclamados los mismos Zares. Muchos, con toda probabilidad, nunca considerarían justificable ningún acto de rebelión abierta contra la autoridad legal de ningún gobierno, de no ser por el considerable éxito que los Estados Unidos han logrado desde su propia Revolución americana. Reconocen que los EEUU han tenido parcialmente éxito al realizar muchos ideales democráticos deseables, durante los dos siglos que comenzaron con una rebelión ilegal contra el Rey de Inglaterra iniciada por los miembros de una Logia Masónica. (Esto implica que "el fin justifica los medios", la clase de idea que por lo general tratan de evitar). El mismo Stalin era consciente de la diferencia entre él y Trotsky, y le gustaba compararse a sí mismo con su camarada revolucionario Yakov Sverdlov, a quien caracterizaba como "un anarquista intelectual", mientras él se veía como "un campesino por nacimiento". Según los numerosos parientes georgianos de Stalin, éste no creyó que alguien como Sverdlov (o Trotsky) pudiera realmente saber alguna vez lo que debía ser un hombre libre que no podía tolerar la esclavitud o la servidumbre. En el colegio de abogados de San Petersburgo, se sabe que los georgianos se hallaban entre los más radicales.
¿Hasta qué punto la presunta Gran Purga de los Viejos Bolcheviques se mantiene en pie sobre pruebas empíricas? La respuesta es simple: ¡se cae! Basándose en el material de archivo recientemente disponible, J. Arch Getty, William Chase, Roberta Manning y otros historiadores han realizados análisis interpretativos estadísticos de las víctimas de la Yezhovshchina, como el análisis de Getty y Manning de 898 miembros de la elite burocrática soviética que ocupaban posiciones de poder en 1936 (el inicio de la Yezhovshchina), y el estudio de Manning del número de miembros del Partido expulsados en el Belyi Raion (distrito de Belyi) de la Unión Soviética. Se han utilizado métodos científicos estadísticos modernos para evitar, o al menos reducir al mínimo, la influencia de ideas preconcebidas. En otras palabras, la nueva riqueza de pruebas sobre las víctimas de la Purga ha sido examinada desde fuera de todo paradigma en la medida de lo posible. Los métodos estadísticos empleados fueron la formación de tablas de contingencia, el análisis multicelular, y el modelado logit.
Este autor ha trabajado profesionalmente en la estadística, y recuerda el chiste despectivo de que “un estadístico es alguien que puede meter su mano derecha en un cubo de hielo, su mano izquierda en un pote de agua hirviendo, y declarar a continuación: ‘Como promedio, me siento bastante bien’ ". Éste, desde luego, es un mal empleo de la idea de promedio (aritmético), ya que la media aritmética de las dos temperaturas, en este caso, no tiene ningún significado físico real para lo que el torturado estadístico experimenta. Pero el chiste da voz a una sana desconfianza hacia la estadística, de la que se abusa con demasiada facilidad. Algunos abusos demuestran una profunda perspicacia y un buen conocimiento matemático, pero, en general, una revisión estadística realizada mediante métodos modernos, como los usados por Getty y Chase, es con mucho preferible al impresionismo desenfrenado y a la cita de excepciones sobresalientes a la regla que ha prevalecido en la Kremlinología hasta el día de hoy.
Francis Galton (n. 1822), primo de Charles Darwin, que ejerció su práctica en los primeros tiempos del uso de la estadística, escribió que “...los que no están acostumbrados a las preguntas originales muestran odio y horror hacia la estadística. No pueden soportar la idea de que sus impresiones sagradas sean sometidas a una fría verificación. Pero el triunfo de los hombres científicos consiste en elevarse por encima de tales supersticiones, inventar pruebas mediante las cuales el valor de una creencia pueda ser averiguado, y sentirse lo bastante amos de sí mismos para descartar con desprecio todo lo que se descubra falso”. ¿Por qué "con desprecio"? Porque un científico reacciona de manera muy diferente a la mayoría de las demás personas cuando encuentra un error. El científico se resiente realmente ante el error y la falsedad. Este sentimiento es una pasión dominante en él. Un buen ejemplo puede encontrarse en The Quark and the Jaguar [El Quark y el Jaguar], escrito por el físico Murray Gell-Mann, ganador del Premio Nobel. En esta obra Gell-Mann dice que, cuando encuentra un error en la primera página de un libro que ha comenzado a leer, está dispuesto a abandonar sin más el libro y no volver a leerlo, preguntándose si hay algo que pueda aprender realmente de este autor en particular. Alguien que se considere un erudito racional, "moderado" y "con un acercamiento equilibrado" a los asuntos intelectuales, y que no reaccione tan vehementemente como Gell-Mann, ciertamente puede ser tan "moderado" y "equilibrado" como él cree, pero no puede contarse entre quienes se hallan realmente imbuidos por el espíritu científico.
¿Qué "impresiones sagradas" deben ser "descartadas con desprecio" tras las tentativas de "fría verificación?" Getty y Manning encontraron que, tomando como grupo de muestra a los mencionados 898 miembros de la elite soviética, 427 miembros o el 47.6 % fueron purgados. Según el paradigma totalitario, la mayoría (al menos el 50.1 %) de estos 427 sujetos deberían haber sido "Viejos Bolcheviques", i.e. los antiguos revolucionarios que protagonizaron la Revolución de 1917 junto con Lenin, Trotsky, Stalin, etc. Aquí el paradigma resulta completamente derrotado, pues ni el estudio de Getty, ni el de Chase, ni el de Manning, mostraron lo anterior. Citando a Manning: "Contrariamente a la creencia popular, los Viejos Bolcheviques de la cosecha prerrevolucionaria no parecen haber sido el objetivo principal de las Grandes Purgas..."
¿Quiénes fueron principalmente los expulsados del Partido o “purgados”? Los resultados de Manning muestran que fueron "los miembros locales del Partido que habían entrado (en el Partido) durante la Nueva Política Económica (NEP) de 1921-1927". La Nueva Política Económica supuso, en 1921, la marcha atrás del Partido Comunista respecto a su anterior política de socialismo doctrinario centralizado, que había sido propuesta en las "21 condiciones" de Lenin en la III Internacional o Comintern. La NEP permitió la libertad de comercio, el estímulo a los capitalistas extranjeros, la propiedad privada y otros rasgos económicos que habían sido suprimidos por la Revolución, permitiendo así poner en práctica el programa de Lenin de aceptar las empresas o negocios privados bajo el control del Gobierno Proletario. Manning continúa diciendo: "Pero el impacto de las purgas cayó más pesadamente sobre los comunistas que habían entrado en el partido durante la Guerra Civil". Este hecho ya fue señalado hace décadas por Jruschev en su muy difundido "discurso secreto" al XX Congreso del Partido, pero ha sido completamente ignorado hasta el día de hoy, ya que no se ajusta bien al paradigma dominante. Éste es un buen ejemplo de cómo un paradigma firmemente enraizado y compartido tiene prioridad sobre algo que todos debían haber advertido mucho antes. Según Getty y Manning, existe "poco apoyo para la aserción de Conquest de que había ‘un plan para destruir a los Viejos Bolcheviques’ o para la declaración de Armstrong de que ‘la Gran Purga prácticamente eliminó del aparato a los Viejos Bolcheviques, que habían entrado en el Partido antes de la Revolución’ ".
Entonces, según estos análisis más científicos realizados en base a una mayor cantidad de pruebas empíricas, ¿quiénes corrían peligro de ser purgados? El "perfil" estadístico de un miembro del grupo de riesgo resulta ser el de alguien nacido en el pueblo, a diferencia de los nacidos en la ciudad; no demasiado culto, pero lo bastante culto para haber ascendido a alguna posición burocrática o a un rango elevado dentro de un cierto campo, sobre todo técnico o militar; miembro del Partido, a diferencia de los simpatizantes independientes (muchos fervientes bolcheviques y partidarios de Stalin, como el agrobiólogo Trofim Lysenko, eran independientes); y que hubiera participado de algún modo en la revolución, pero más tarde se hubiera unido a la Oposición. Más en concreto, quien tenía más probabilidades de ser purgado era un campesino que se hubiera unido al Partido en 1912-1920, y que fuera especialista militar y miembro de la Oposición. Según Getty y Manning, "el hallazgo más asombroso (de su estudio) es que los miembros de la elite de la intelligentsia que trabajaban en actividades intelectuales-artísticas-científicas en 1936 eran los que estaban más a salvo de las detenciones". Esto contradice la afirmación de Roy Medvedev, por ejemplo, de que la profesión diplomática y sobre todo la Comisaría de Asuntos Exteriores fueron ferozmente “purgadas”. El estudio también contradice las “historias” escritas por Zhores, hermano de Roy, y por el infatigable David Joravsky de la Universidad de Harvard, que han presentado extensos estudios sobre las presuntas purgas de la intelligentsia en los campos artístico y científico, como la genética bajo Lysenko. Contrariamente a lo que afirman Zh. Medvedev y Joravsky, un miembro de este grupo --un poeta, un dramaturgo, un cosmólogo, un químico-- se hallaba más a salvo de la detención. Este hecho choca con la versión orwelliana del paradigma totalitario de la sociedad estalinista, en el que toda la creación científica y artística es escudriñada minuciosamente y censurada por la policía de pensamiento del “Gran Hermano", el NKVD.
No cabe duda de que había muchos Viejos Bolcheviques entre los purgados en la muestra de Getty y Manning de los miembros de la elite soviética. Como se ha señalado mas arriba, de los 898 sujetos de la muestra, el 47.6 % fueron purgados. Pero sólo el 31% aproximadamente de todos los Viejos Bolcheviques fueron afectados por las purgas. "Estadísticamente, ser un Viejo Bolchevique no estaba relacionado con la vulnerabilidad al terror" (Getty y Manning, op. cit., p. 237). Según estos analistas, "los Viejos Bolcheviques de la muestra actual no sufrieron porque fueran Viejos Bolcheviques, sino porque tenían posiciones prominentes dentro del Partido y de la elite económica y militar", posiciones a las que sin duda habían ascendido en parte por ser Viejos Bolcheviques. Esto es bastante diferente de lo que los paradigmistas totalitarios han estado afirmando hasta ahora. Getty y Manning siguen diciendo que "los Viejos Bolcheviques se hallaban entre las víctimas debido al puesto en que trabajaban, y no porque fueran Viejos Bolcheviques". Si uno quería estar a salvo durante la Yezhovshchina, le ayudaba mucho ser "un intelectual apolítico urbano de clase media o alta que había recibido una enseñanza superior antes de la revolución, y que evitaba el trabajo político, económico o administrativo.... Estadísticamente, ésta fue una purga de políticos --oposicionistas u otros".
Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA
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