lunes, 28 de febrero de 2011

El paradigma totalitario y la personalidad de Stalin

El papel central desempeñado por Stalin en el paradigma totalitario convierte a la psicología, los rasgos mentales y la inteligencia de Stalin en características muy importantes del mismo. Una variante de este modelo básico, en la que Stalin es visto como especialmente dotado o agudamente inteligente, es más potente en algunos aspectos pero más débil en otros cuando se lo compara con modelos alternativos en los que se dice que era mediocre o imbécil, dependiendo de los hechos con los que uno tenga que confrontar tales variantes. Un mediocre o un imbécil político en lo alto de la cúspide del poder, por ejemplo, podría explicar mejor los problemas crónicos de la sociedad soviética que nunca se solucionaron satisfactoriamente, o la existencia de regiones geográficas (como la estudiada por Fainsod) en las que no existe prueba alguna de una implantación exitosa del tipo de totalitarismo que el paradigma básico propugna. Sin embargo, una variante del modelo del “imbécil político” resulta muy débil para explicar el largo liderazgo de Stalin y el gran nivel de cohesión de la sociedad soviética, los cuales se podrían explicar fácilmente como fluyendo de la mente de un Stalin con talentos de control especiales y una capacidad consumada para utilizar el terror del NKVD con ese objetivo.


Al exigir que los académicos e historiadores sean conscientes de qué paradigma básico o qué variante del mismo están proponiendo, y al requerir que sean coherentes en la resolución de detalles al aplicar dicho paradigma a la sociedad soviética, lo que hacemos es pedirles que conserven su honestidad, previniéndoles de caer en la duplicidad cuando ésta satisfaga sus intereses, una característica predominante en la Kremlinología durante el último medio siglo. Las motivaciones para abandonar la objetividad y para condenar moralmente a Stalin son tan aplastantes en el mundo occidental, cuyo ética esta construida sobre el Decálogo Semítico (los Diez Mandamientos) del Antiguo Testamento (más a menudo con el añadido del pretendidamente nuevo mandamiento de Jesucristo, "amarás a tu prójimo como a ti mismo"), que los pensadores occidentales están muy poco dispuestos a atribuir cualquier característica positiva a la personalidad de Stalin --aunque una versión del paradigma totalitario sería más potente si así lo hicieran. (Por supuesto, ya que Stalin no encaja políticamente con la imagen del “prójimo" [más literalmente: ¡alguien justamente como usted...!], se vierten contra él los peores insultos y descalificaciones).


En la palabrería antes permitida a los Kremlinólogos, a veces se hacía alguna concesión a las capacidades de Stalin como hombre de Estado o como maestro de la manipulación, admitiendo que poseía algunos, o incluso enormes, recursos e inteligencia. Sin embargo, estas capacidades sólo eran invocadas de mala gana cuando se necesitaba un deus ex machina, debido a que un modelo teórico tenía problemas o comenzaba a deteriorarse ante la contradicción con las pruebas empíricas. La mayoría de los pensadores occidentales encuentran sencillamente imposible de creer que alguien "capaz de asesinatos y de crueldades" a una escala tan enorme pudiera ser inteligente, racional "o normal", de modo que ha resultado ser un principio útil del paradigma básico totalitario la visión de Stalin como una personalidad excepcionalmente astuta y artera, con pocos o ningunos rasgos mentales positivos, envenenados por una extrema depravación moral. Esta combinación de caracteres es un rasgo paradigmático importado de otras áreas del conocimiento. Se halla incorporada en algunas versiones del paradigma totalitario, asumiendo tácitamente conocimientos generalmente consensuados de algunas modernas teorías complejas de la naturaleza, las capacidades, el comportamiento y la psicología humanas, como los estudios del desarrollo mental de los niños maltratados. A veces estas versiones subrayan el hecho de que Stalin fue brutalmente maltratado por su padre, aunque el grado exacto y la naturaleza de estas "palizas" y las circunstancias en que se produjeron, que tendrían una importancia suprema para sus resultados sobre los futuros comportamientos de Stalin según dichas teorías, se dejan en el más vacuo de los niveles.


El dilema surge debido al mantenimiento del paradigma actual, que implica el control exitoso, duradero y supremo de Stalin sobre el sistema soviético, pero insistiendo a la vez en la “irracionalidad” o “anormalidad” de Stalin. Las biografías sobre capacidades mentales insólitas de los asesinos sociópatas, como la memoria fotográfica o el recuerdo total poseído por el necrófilo, incendiario y asesino en serie Peter Kuerten (n. 1883), o los especiales talentos literarios y el elevado intelecto de individuos de extrema depravación sexual, como los poseídos por el escritor y revolucionario francés Marqués de Sade (n. 1740), han sido comparados con los de Stalin (y Beria y Yezhov, también). Se invita ominosamente a los lectores y estudiosos del tema a hacer "sus propias comparaciones" entre “los despiadados e implacables proyectos de ingeniería social y humana de Stalin”, y el modo en que el Marqués de Sade pasó los últimos años de su vida en un manicomio persuadiendo y obligando a otros internos a realizar sus juegos. Sólo que, se les dice a los estudiantes, Stalin llevó a cabo sus perversiones en el mundo real. Se invita a los estudiantes a ampliar el paradigma totalitario, de modo que coincida casi completamente con la sociedad representada por Orwell en su novela 1984, que retrata una sociedad cohesionada no tanto por el terror policial que el paradigma totalitario estándar requiere cuanto por el lavado de cerebro. Se hace una invitación a aplicar la versión extrema de Orwell del modelo totalitario, porque se insinúa que éste era el objetivo absoluto de Stalin: el empleo de la psicología conductista pavloviana de cosecha propia para "entrenar" a la gente a pensar sólo los pensamientos compatibles con el marxismo-leninismo –incluso que "dos más dos es igual a cinco", si el "materialismo dialéctico" o un Plan Quinquenal así lo exigían.


Muchos ejemplos típicos de la confusión prevaleciente en relación al carácter y las capacidades mentales de Stalin pueden encontrarse en el nuevo libro del fotógrafo David King The Commissar Vanishes: The Falsification of Photographs and Art in Stalinist Russia [El Comisario Desaparece: la Falsificación Fotográfica y Artística en la Rusia Estalinista]. Este álbum bastante bien diseñado, con una notable riqueza de fotos individualmente subtituladas, cuenta con un texto acompañante absolutamente pretencioso, parcial, y --a la luz de las nuevas pruebas de archivo-- totalmente desfasado. En la sección del texto que trata del encarcelamiento de Stalin en un campo de prisioneros siberiano en el verano de 1915, antes de la Revolución de 1917, King menciona que los activistas revolucionarios daban conferencias en el Gulag. King contrasta la participación de Stalin en estas reuniones con la de un revolucionario armenio llamado Suren Spandarian, cuyos discursos King caracteriza como elocuentes, animados y combativos. Sólo con las conjeturas de King --la técnica demasiado familiar de rellenar los espacios en blanco utilizada por el paradigma compartido--, incluyendo la asunción de que las memorias de la mujer de Spandarian exageran la importancia de Stalin para la revolución mientras estuvo exiliado en Siberia, King contrasta el brillante esplendor retórico de Spandarian con los "bruscos monosílabos" de Stalin que, dice King, "hizo muy pocas contribuciones" a estas conferencias. Este relato, que pretende ser humillante para la inteligencia y el idealismo de Stalin, debería contrastarse con la evaluación de testigos oculares de la actuación de Stalin en las reuniones de alto nivel de los “Tres Grandes” durante la SGM: las reuniones de Stalin con Churchill y Roosevelt. Anthony Eton, Ministro de Asuntos Exteriores británico, admiraba la formidable y superior habilidad de Stalin como negociador, y dijo que Stalin se había burlado completamente de los otros dos grandes e ilustres hombres de Estado. Si se usa la doctrina de “las pruebas contra el interés”, i.e., la regla de que, para decidir entre varias afirmaciones contradictorias (en este caso la inteligencia y vivacidad de Stalin vs. su mediocridad y estupidez), cuando no haya otro modo de hacerlo se debe optar por la afirmación de la fuente que declara como testigo en contra de sus propios intereses, entonces hay que escoger la evaluación de Eton y rechazar la caricatura despectiva de King. El objetivo del álbum entero de King es mostrar que Stalin tenía que confiar principalmente en falsos montajes fotográficos, ampliamente empleados en la Unión Soviética para aumentar su prestigio, y no en sus auténticos logros o capacidades.


Sin embargo, ya no es necesario utilizar el método de "las pruebas contra el interés" para decidirse en este asunto. Ahora están disponibles nuevas pruebas de archivo para apoyar un paradigma o el modelo variante en el que Stalin es agudamente inteligente. Por ejemplo, el historiador Nikolai Krementsov ha encontrado recientemente, en un archivo del partido recién abierto, un registro taquigráfico de Mark Mitin de una visita hecha por Stalin al Instituto de Profesores Rojos de Filosofía y Ciencias Naturales de la Unión Soviética en los años 1930. Uno de los participantes en la reunión preguntó a Stalin: "¿Cuáles son nuestras tareas teóricas en el campo de las ciencias naturales?". Stalin contestó: " No soy especialista en ciencias naturales. No obstante, ciertamente he leído muchas veces a Lamarck y a Weismann en mi juventud.... Weismann contiene mucho misticismo" (Stalinist Science [La Ciencia Estalinista], Nikolai Krementsov, p. 167). Ésta es una respuesta muy por encima del nivel de los “bruscos monosílabos”. Demuestra, en cambio, una capacidad para la lectura atenta, una memoria muy potente, una inteligencia aguda y una profunda sensibilidad. Es difícil imaginar a Churchill, F. D. Roosevelt, Jruschev, Albert Gore, o hasta al “intelectual” Woodrow Wilson dando una respuesta tan informada, sofisticada e inteligente. Intentemos imaginar al graduado por Rhodes y presidente americano Bill Clinton refiriéndose con celeridad a Eldredge y Gould (los autores de la teoría evolutiva del Equilibrio Puntuado) en contestación a cualquier pregunta similar que le fuera formulada en la Academia de Ciencias de los Estados Unidos. Clinton se halló en una situación similar a ésta (televisada en directo por el canal C/SPAN) con el Profesor Stephen Hawking, físico y cosmólogo de fama internacional. Hawking es autor de A Brief History of Time [Breve Historia del Tiempo], una obra que dijo escribir con el propósito de dar a luz "un libro popular sobre el espacio y el tiempo" dirigido a responder preguntas tales como "¿De dónde vino el universo? ¿Cómo y por qué comenzó? ¿Llegará a un final, y si es así, cómo?" (Hawking, A Brief History of Time), Bantam Books, Nueva York, 1990, p. vi.). Clinton admitió en su conversación con Hawking que no comprendía de qué hablaba Hawking, dando a entender también que el libro de Hawking --que afirmó haber leído-- era muy oscuro para él. Mientras David Joravsky, Valery Soyfer y otros autores que han escrito sobre el papel de Stalin en el desarrollo de la ciencia soviética, creen que tienen razones para ridiculizar a Stalin por su conocida atracción hacia la desacreditada teoría evolutiva de Lamarck y hacia el “Darwinismo Creativo” de Lysenko (que era diferente del Lamarckismo), la caracterización hecha por Stalin de Weismann como escritor "místico" es compartida actualmente por toda autoridad bien informada en biología y genética, como Geoffrey H. Beale, antiguo profesor de Genética de la Royal Society y de la Universidad de Edimburgo, autor de The Genetics of Paramecium Aurelia [La Genética del Paramecio Aurelia]. En la entrada del artículo sobre Weismann en la edición de 1975 de la Enciclopedia Britannica, Beale escribió que Weismann "llenaba los detalles de su teoría con una amplia especulación que de vez en cuando se tornaba algo mística" (vol. 19, p. 736)


Es interesante señalar respecto a la inteligencia de Stalin que éste "hizo su debut en ciencias", como escribió medio irónicamente un historiador, con un ensayo sobre lingüística. La lingüística es un campo técnico y científico en el que los aficionados con talento han superado con frecuencia a los profesionales. Fue el aficionado Champollion quien descifró la desafiante Piedra Rosetta, permitiendo al mundo leer por vez primera los jeroglíficos egipcios. Este "tour de force" lingüístico sacó a la luz riquísimos milenios hasta entonces enterrados de la civilización egipcia. En 1952 otro aficionado, el arquitecto Michael Ventris, tuvo éxito donde los profesionales repetidamente fracasaban al descifrar la misteriosa escritura micénica lineal B. Nada tan estelar puede reclamarse para el ensayo sobre lingüística de Stalin, que un lingüista occidental describió como "trillado, pero competente". La misma evaluación podría hacerse de la mayoría de libros y ensayos sobre lingüística, así como de la mayoría de la producción literaria y de la práctica pedagógica de la mayoría de los profesores universitarios durante la mayor parte del tiempo.


Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA

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