Basándose en datos recientemente desclasificados del archivo soviético, la estimación del número de “muertes por exceso” para el período entero de 1927-1937 (10 años) va en cualquier caso de los 4 a los 11 millones, más probablemente en la franja de 4 a 5 millones, cifras que según Getty y Manning son "mucho más bajas que las de Robert Conquest, el cual mantiene que las muertes anormales ascendieron a 20 millones, y no digamos las de Roy Medvedev y los nuevos manuales de instituto soviéticos que sostienen que más de 40 millones de víctimas fallecieron bajo Stalin" (op. cit., p. 13). Incluso los historiadores que no son conscientes de su elección y empleo de paradigmas, como Conquest, entienden implícitamente que el paradigma totalitario estándar requiere unos números muy grandes de muertes a manos del NKVD para tener realmente sentido, y que hay una "exigencia moral" (implícita en el paradigma) de asegurar que el NKVD sobrepasó a la Gestapo al ser responsable de un número de muertes superior a los 6 millones del Holocausto. S. Maksudov ha indicado que si Conquest tuviera razón en su estimación de 12 millones de presos políticos y 3 millones de presos apolíticos en las detenciones de 1937-1938, entonces, por lo que ahora sabemos a partir del nuevo censo y de otras cifras demográficas recién disponibles, "ello significaría que la mitad o más de los hombres del rango de edad de 30-60 años se hallaban entre rejas". Si las estimaciones de Conquest del número de muertos y encarcelados durante el Gran Terror fuesen correctas, la sociedad estalinista habría sido realmente una sociedad que se habría mantenido cohesionada, controlada y gobernada por el terror del NKVD. Pero las cifras ahora conocidas no apoyan empíricamente lo anterior. El pegamento que mantuvo a la sociedad cohesionada debe haber sido otra cosa: desde luego no fue el “Terror”.
Algunos de los métodos de cómputo utilizados para llegar a las estimaciones de mortandad, detenciones y hambrunas durante los años de Stalin sólo pueden ser descritos como tan manifiestamente "absurdos" que los autores serios que deseaban mantener al menos una pátina de respetabilidad académica y de credibilidad ni siquiera los discutieron, sino que utilizaron de modo consistente sus "resultados" como hechos y como puntos de referencia. Este método fue utilizado por el historiador Dana Dalrymple en su artículo “The Soviet Famine, 1932-1933” ["La Hambruna Soviética, 1932-1933"] (Soviet Studies, enero de 1964, Oxford. pp. 259-260). Hari Kumar [2] y Douglas Tottle cuentan que Dalrymple estimó las cifras de mortandad de dicha hambruna estableciendo simplemente un promedio de “las cifras de 'fuentes fiables'... como Thomas Walker [autor pornográfico y tratante de blancas convicto, empleado como "corresponsal" por la fanática prensa antisoviética de Hearst], y de fascistas confesos, como el pro-fascista Arzobispo de Canterbury (que manifestó públicamente su ‘enorme simpatía’ hacia Herr Hitler y la ‘noble revolución’ que iba a cambiar cada faceta de la vida alemana), el cardenal austriaco Innitzer (que firmó un acuerdo con Hitler y pidió a los católicos que votaran por ‘el hombre cuya lucha contra el bolchevismo responde a la voz de la Divina Providencia’), etc.”. En el método de Dalrymple la objetividad resulta completamente anulada por la pasión y el odio, pero este fracaso se ignora fácilmente --y Dalrymple sale así indemne-- porque el resultado del cálculo encaja en el paradigma dominante.
Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA
Camarada, ha profanado el espiritu del estado sovietico con su articulo de desinformacion. Abstengase a las visitas que los oficiales del NKVD le realizaron hoy en la noche.
ResponderEliminar