La coacción y la supresión de la crítica a la autoridad se han convertido cada vez más en un objetivo profesional e ingeniosamente perseguido por todos los estamentos del gobierno de los EEUU (en muchos casos a través del “asesoramiento jurídico”). Los viejos sindicatos americanos, desde los años 1950, han sido reorganizados para hacerse más pro-empresarios y pro-gubernamentales, de modo que ahora los trabajadores americanos tienen pocas opciones cuando sus jefes abusan de ellos, salvo que contraten los servicios de un abogado caro; e, incluso si lo hacen, afrontan todavía más desafíos y nuevos gastos. Los trabajadores americanos aún no tienen derechos laborales en estados "con derecho al trabajo" como Florida, donde pueden ser despedidos sin causa justificada. Incluso hay disponibles "servicios de asesoramiento" que se jactan del número de sindicatos de trabajadores que han disuelto. Los patrones que intimidan a sus empleados a menudo contratan tales servicios para impedir que los empleados se organicen en sindicatos. Mediante la eliminación de puestos de trabajo, estos trabajadores pueden ser obligados a trabajar en exceso y a doblar como segundo o tercer empleado. Muchos actos que eran delitos en el lugar de trabajo en la URSS durante la era de Stalin, como la "rudeza con los trabajadores", nunca han sido ilegales en ninguna parte de los EEUU. Sólo recientemente el acoso, la difamación racial y varios tipos de injurias han sido aprobados y establecidos como delitos, con una historia firme de precedentes para guiar a los jueces, pero pocas personas son conscientes de estos nuevos derechos o saben servirse de los adecuados recursos legales. Puede resultar caro hacerlo, porque no muchos abogados aceptarán tales casos en base a un arreglo de honorarios de contingencia. La supresión de la crítica, que no es lo mismo que la infracción del derecho de libre expresión, no aparece aún en los libros como delito en ninguna parte de los EEUU. Tradicionalmente, en EEUU los negocios privados han quedado libres de toda interferencia por parte del gobierno, permitiendo una total discreción a los directivos, los jefes superiores y los accionistas a la hora de echar de su empleo a los supervisores y gerentes menores, aunque existan numerosas quejas y denuncias por parte de los empleados para inducirles a actuar así, y por lo general más de un individuo haya archivado alguna queja. De más está decir que pocos empleados se quejan debido al miedo a perder sus empleos y/o al temor condicionado hacia la autoridad en general. Aquellos supervisores o gerentes menores que son despedidos buscan entonces un puesto similar en otra empresa o profesión. En el sistema estalinista, un caso de abuso a los subalternos como el anterior era cortado de raíz --o eso se buscaba: la condena del delincuente consistía en trabajar durante un tiempo cuando y donde se le dijera --y podía ser en un remoto Gulag. Su "libertad individual" para abusar de los empleados, socios o subordinados --incluso verbalmente-- era suprimida de inmediato.
Los americanos tienen dificultad para entender el delito soviético de “vreditel'stvo” o “sabotaje”. Se trataba de un delito extraordinario para unas circunstancias nuevas, pero los paradigmistas y propagandistas han logrado confundir a casi todo el mundo propagando la idea engañosa de que el sabotaje era un falso delito o un cargo impostado durante las Grandes Purgas, como excusa para que el NKVD detuviera a los enemigos personales y políticos de Stalin. El sistema soviético tenía una rama entera de su sistema judicial dedicada a la jurisdicción sobre éste y otros delitos relacionados. El "sabotaje" consistía en la mala gestión crónica del negocio o en la negligencia económica, lo que a menudo implicaba comportamientos tendentes a desmoralizar a los subordinados (del tipo mencionado en el párrafo anterior). El delito estaba acompañado por lo que la jurisprudencia occidental denomina mens rea o intencionalidad de delinquir. Que alguien deliberadamente permitiera los abusos era un cargo menor. Sin embargo, en todos los grados de este delito, al acusado se le imputaba un grado de responsabilidad y culpabilidad más alto de lo que muchos occidentales consideran "razonable". Tal "razonabilidad" es un artefacto cultural, sin embargo, y por lo tanto relativo, y no "objetivo" como piensan escritores como David Joravsky. (Compárese cuáles eran las "condiciones de trabajo razonables" durante el auge de la explotación del obrero americano con lo que los empleados consideran "razonable" hoy en día).
Cuando en la Unión Soviética un suministro de grano quedaba contaminado por el fango y la suciedad, el deseo de los funcionarios soviéticos de averiguar si alguien era culpable, y en qué medida la culpa podía ser distribuida, casi invariablemente ha sido caricaturizado en Occidente como la "búsqueda de chivos expiatorios" para un sistema económico y social que de todas formas no podía funcionar. Lo anterior nos exige creer que los burócratas soviéticos ya esperaban o sospechaban el fracaso inherente de su sistema, como si no creyeran en sus propios ideales y fueran conscientes de la necesidad de ir un paso por delante del inminente destino mediante una especie de exorcismo deshonesto, irracional y ritualista consistente en culpar a chivos expiatorios de ser los causantes de arruinar los proyectos.
Los Paradigmistas totalitarios están poco dispuestos a conceder que el Gran Terror tuviera cualquier clase de objetivo legítimo, o que de hecho llevase a cabo alguno, a pesar de casos como el de Kovalev que ahora han salido a luz. Si los métodos supuestamente crueles y represivos utilizados por Stalin y Yezhov fuesen tan obvia y notoriamente "inmorales" como los críticos occidentales afirman, entonces habría suficiente inmoralidad para una ingente cantidad de propaganda negativa. ¿Qué necesidad hay, pues, de dar también una falsa imagen de los fines u objetivos perseguidos como igualmente irracionales o perversos? (Cuando los que se adhieren a un paradigma saben [en algún nivel] que se equivocan, su resistencia a la contraprueba que refutaría su paradigma se hace cada vez más feroz.) ¿Por qué? Porque el paradigma resulta amenazado por casi cualquier buena intención existente entre los burócratas soviéticos de alto nivel. Los buenos gestos y las buenas acciones deben ser presentados como anomalías o estratagemas cínicas de poder. La idea de que un funcionario soviético provincial como Kovalev se encontrara en un problema muy serio y aun mortal con Moscú si no hacía caso de los informes sobre delitos cometidos en su jurisdicción, por ejemplo, sobre todo si actuaba así y llevaba un carnet del Partido Comunista, es el tipo de acontecimientos que las nuevas estadísticas y pruebas de archivo demuestran que fueron habituales, pese a todo. Las pruebas revelan que los funcionarios corruptos y los saboteadores encubiertos fueron el objetivo expreso de Yezhov, sobre todo si habían sido miembros de la oposición o Blancos durante la guerra civil post-revolucionaria, o si habían entrado en el Partido durante o después de la guerra civil. Estos falsos "comunistas" que habían entrado tardíamente fueron correctamente señalados como sospechosos. Los antiguos líderes Blancos derrotados necesitaban una defensa y un refugio --los que no pudieron sencillamente "desaparecer" en las entrañas de Manchuria, como hicieron muchos en el Extremo Oriente de la Unión Soviética al final de la guerra civil en 1923. Estos infiltrados en el Partido Comunista buscaron empleos y cargos en el Partido en áreas rurales situadas a miles de millas de Moscú. Sólo los más temerarios se atrevían a buscar empleo en aquella ciudad de ojos vigilantes o en sus alrededores inmediatos.
Los lectores americanos pueden estar familiarizados con los sentimientos amargos que prevalecieron en los antiguos Estados Confederados de América tras la derrota del Ejército Confederado en la Guerra Civil Estadounidense. Los estados derrotados del Sur, que se habían separado de la Unión, no sólo tuvieron que rendirse --lo cual para muchos de sus ciudadanos, después de tanto derramamiento de sangre, era al fin y al cabo deseable--, sino que también tuvieron que aceptar el nuevo ingreso en la Unión estado por estado. Algunos estados no fueron readmitidos hasta cinco años después de terminada la guerra, y sólo después de que la Unión hubiera establecido gobiernos militares para supervisarlos y reconstruirlos según los proyectos de los Republicanos Radicales del Norte. Estos gobiernos reconstruidos por el estado generalmente estaban controlados por personas negras recién emancipadas, por políticos oportunistas (los habitantes del Norte que habían ido al Sur por esta razón), y por ‘scalawags’ (colaboradores de los anteriores). Como es sabido, la mayoría de la población del Sur y muchas de sus organizaciones se opusieron a este sistema, y actuaron encubiertamente para desestabilizarlo, frustrarlo y sabotearlo, igual que los Blancos derrotados (no confundir con los blancos "raciales" del Sur estadounidense) harían después de la Guerra Civil Rusa, convirtiéndose a ojos de Yezhov en los sospechosos principales del sabotaje de la colectivización y otros programas comunistas. Las más notorias de estas organizaciones en el Sur estadounidense eran el Ku Klux Klan y los Caballeros de la Camelia Blanca. Utilizaban todos los métodos concebibles: fraude, intimidación, violencia encubierta, y la poco mencionada pero sumamente eficaz y cotidiana ‘obstaculización’ de la Oficina Freedmen –una operación análoga al sabotaje de los proyectos económicos soviéticos.
Durante la Reconstrucción de los EEUU en la posguerra civil, se planteó en el Congreso americano la amarga cuestión del grado de fuerza que debía utilizarse para obligar a obedecer a los nada cooperativos Estados derrotados. Se evitó el empleo del terror. La “obstaculización” no fue considerada como un delito. El presidente Lincoln evitó todo tipo de medidas excepto las más suaves, y ha sido criticado por ello hasta el día de hoy. Por consiguiente, la Reconstrucción del Sur fue un fracaso para la gente misma cuyos derechos, se suponía, habían estado en juego -- los antiguos esclavos negros del Sur. Una década después del final de la guerra, el Partido Demócrata, que era el partido que había defendido la esclavitud en el Viejo Sur, se hallaba en el poder en todos y cada uno de los antiguos estados Confederados, y había expulsado de sus cargos a todos los negros nombrados por el gobierno de la Unión. Las cosas habrían sido completamente diferentes si alguien como Yezhov y una organización policial parecida al NKVD hubiera dispuesto en aquel momento de mano libre para lograr la obediencia a las "Leyes Obligatorias" (como se llamaron en EEUU en aquel tiempo) y a los dictados despectivamente ignorados de la Oficina Freedmen. Aunque, como se indicó antes, las comparaciones históricas nunca son exactas, había poca diferencia en actitud y comportamiento entre las actitudes y acciones de un antiguo oficial Blanco del ejército de la Unión Soviética que se había unido al Partido Comunista en 1921 --con su oculto desprecio, indiferencia y oposición a Moscú y a los proyectos económicos del Partido Comunista--, y un teniente del ejercito Confederado al que se le ordenaba obedecer y mostrar respeto por un alcalde negro recién nombrado por la Oficina Freedmen para regir la ciudad natal del teniente y velar por su familia.
Muchos considerarán loable la indulgencia, piedad y lenidad de Lincoln, a diferencia de la meticulosidad despiadada de Yezhov, pero no se puede evitar la sospecha de que si en el Sur estadounidense hubieran estado en juego los derechos de un estimado y valorado grupo cristiano europeo, en vez de los derechos de los antiguos esclavos negros, Lincoln habría apoyado una acción mucho más contundente. La cuestión moral obviamente molesta en este asunto está en si realmente, y hasta qué grado, se puede forzar la obediencia humana, y a qué coste. El "coste" es evaluado generalmente a la luz de los valores e intereses predominantes. El valor o la estimación disfrutados por grupos cuyos intereses se verían perdidos, comprometidos o sacrificados por unas medidas draconianas es algo que Lincoln debió --al menos inconscientemente-- de haber sopesado en todo este asunto. Esto es lo que dejó la puerta abierta a las acusaciones de racismo contra él. La crítica se ha enfocado hacia la mayor preocupación que Lincoln manifestó abiertamente por conservar la Unión antes que por liberar a los negros o por salvaguardar sus derechos humanos. Se sabe que Lincoln emancipó a los negros principalmente como medida de guerra, i.e. para disponer de más soldados para la Unión, pero este hecho no es muy publicitado. Cuando Stalin hizo algo similar, por otra parte, tal medida fue criticada de manera vehemente y con el mayor cinismo.
Los problemas que Yezhov encontró para desenmascarar a los antiguos Blancos fueron debidos en parte a la gran indulgencia de Moscú, en los primeros años de Stalin, hacia los antiguos miembros de la oposición, una indulgencia mayor que la mostrada por el Congreso americano hacia los antiguos líderes confederados. Durante los primeros años de Stalin, se permitía que un antiguo oficial del ejército Blanco (como Kovalev en el caso anterior) llegara a ocupar cualquier puesto elevado en el gobierno o en el aparato del Partido, del que sus capacidades y disposiciones personales le hicieran merecedor. No ocurrió lo mismo en la posguerra civil de los EEUU, en la que, bajo el mandato del Presidente Andrew Johnson (que sustituyó a Lincoln, asesinado justo después de la rendición del Sur), el Congreso aprobó una legislación que prohibía a los antiguos líderes confederados desempeñar cualquier cargo público en los estados del Sur que, como se decía, estaban "en reconstrucción". El presidente Andrew Johnson, que vetó pero fue incapaz de detener dicha legislación, fue considerado, al igual que Lincoln, como un insuperable frustrador de las medidas fuertes de los Republicanos Radicales --las "Leyes Obligatorias". Johnson fue acusado de prevaricación, pero resultó absuelto por un margen de sólo un voto. El mismo Congreso que prohibió a los antiguos líderes Confederados desempeñar cualquier cargo público también desmontó el temprano trabajo de Reconstrucción de Lincoln, poniendo a los antiguos estados Confederados bajo control militar. Los Soviets nunca fueron tan lejos como el Congreso estadounidense en este capítulo vergonzoso y poco comentado de la historia americana. Quizás si Lenin y Stalin hubieran sido tan antiliberales y vengativos como esta mayoría de Miembros del Congreso estadounidense, y si hubieran seguido la misma política en vez de ser tan permisivos con los antiguos líderes Blancos, nunca habría habido necesidad de los Procesos, del Gran Terror, ni de un "Yezhov" del que se dijo, usando un juego de palabras sobre el significado de su nombre en ruso, que tenía a sus enemigos retorciéndose en un "Puño de Hierro" ("Yezhovye rukavitsy").
Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA
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