lunes, 28 de febrero de 2011

El paradigma totalitario y el terror del NKVD

El segundo lugar en importancia tras la personalidad de Stalin, dentro del paradigma básico totalitario, lo ocupa el papel del Terror. El terror infligido por el NKVD es literalmente el “pegamento” con el que, según el paradigma, Stalin se las arregló para mantener cohesionado su enorme Estado Comunista. De ahí la importancia suprema para este paradigma de los jefes del NKVD Dzerzhinsky, Yagoda, Beria y sobre todo Yezhov, que dirigió el NKVD en el pico de las purgas en 1937, el punto culminante del período de 1936-38 conocido como la Yezhovshchina. La cantidad real de la “mortandad por exceso” debida al NKVD tiene una importancia especial para el paradigma totalitario de la sociedad estalinista, aparte de cualquier consideración moral. Si uno adopta un punto de vista moral, no importa si 40 millones de personas (la cifra astronómica propuesta por Roy Medvedev) murieron "antes de tiempo" en estas purgas o si las víctimas fueron "sólo" unos cientos de miles, como han sostenido algunas de las estimaciones más bajas. Una u otra cifra sería "igualmente inmoral". Pero tal diferencia en cifras importa de hecho para la plausibilidad del paradigma, porque una sociedad tan enorme como la Unión Soviética, que incluía a más de 160 millones de personas (según el censo suprimido pero ahora disponible de 1937) a lo largo de once husos horarios, requeriría un número de víctimas del orden establecido por Medvedev para mantenerse cohesionada si el terror fuera de verdad el “pegamento”, como afirma el paradigma. En otras palabras, "sólo unos cientos de miles" de asesinados por el NKVD es tan "inmoral" como 40 millones, pero una sociedad con 40 millones de víctimas es una sociedad en la que el papel del terror policial debe ser bastante diferente de lo que sería en una sociedad en la que "sólo" unos cientos de miles mueren como consecuencia de las detenciones policiales y las ejecuciones. Esta cuestión crucial se omite de forma invariable, porque el choque moral y el ultraje experimentado por los americanos y europeos actuales cuando escuchan estos números asombrosos de víctimas, o su incapacidad para concebir que tales cifras ingentes de muertos hayan sido inventadas, paralizan el pensamiento crítico justo cuando éste es más necesario. En este caso, el mencionado componente moral tácito e inconsciente del paradigma se alza hasta sumergir al resto. Las escalofriantes cifras de muertos se convierten en un mástil altísimo y poderoso, sobre el que el resto del paradigma revolotea como una bandera pequeña y manchada de sangre. El hecho de que un número de personas muy superior a los 40 millones (al menos diez veces esa cifra, 400 millones) hayan fallecido debido a la explotación y a la extensión del capitalismo en sólo unas generaciones se olvida fácilmente. Cuando los pensadores viven y respiran un paradigma, raras veces hacen comparaciones profundas e irresistibles entre los otros sistemas sociales “perversos” y su propia “buena” sociedad. Ni siquiera se dan cuenta de que hay ilustrativas comparaciones que hacer.

Basándose en datos recientemente desclasificados del archivo soviético, la estimación del número de “muertes por exceso” para el período entero de 1927-1937 (10 años) va en cualquier caso de los 4 a los 11 millones, más probablemente en la franja de 4 a 5 millones, cifras que según Getty y Manning son "mucho más bajas que las de Robert Conquest, el cual mantiene que las muertes anormales ascendieron a 20 millones, y no digamos las de Roy Medvedev y los nuevos manuales de instituto soviéticos que sostienen que más de 40 millones de víctimas fallecieron bajo Stalin" (op. cit., p. 13). Incluso los historiadores que no son conscientes de su elección y empleo de paradigmas, como Conquest, entienden implícitamente que el paradigma totalitario estándar requiere unos números muy grandes de muertes a manos del NKVD para tener realmente sentido, y que hay una "exigencia moral" (implícita en el paradigma) de asegurar que el NKVD sobrepasó a la Gestapo al ser responsable de un número de muertes superior a los 6 millones del Holocausto. S. Maksudov ha indicado que si Conquest tuviera razón en su estimación de 12 millones de presos políticos y 3 millones de presos apolíticos en las detenciones de 1937-1938, entonces, por lo que ahora sabemos a partir del nuevo censo y de otras cifras demográficas recién disponibles, "ello significaría que la mitad o más de los hombres del rango de edad de 30-60 años se hallaban entre rejas". Si las estimaciones de Conquest del número de muertos y encarcelados durante el Gran Terror fuesen correctas, la sociedad estalinista habría sido realmente una sociedad que se habría mantenido cohesionada, controlada y gobernada por el terror del NKVD. Pero las cifras ahora conocidas no apoyan empíricamente lo anterior. El pegamento que mantuvo a la sociedad cohesionada debe haber sido otra cosa: desde luego no fue el “Terror”.

Algunos de los métodos de cómputo utilizados para llegar a las estimaciones de mortandad, detenciones y hambrunas durante los años de Stalin sólo pueden ser descritos como tan manifiestamente "absurdos" que los autores serios que deseaban mantener al menos una pátina de respetabilidad académica y de credibilidad ni siquiera los discutieron, sino que utilizaron de modo consistente sus "resultados" como hechos y como puntos de referencia. Este método fue utilizado por el historiador Dana Dalrymple en su artículo “The Soviet Famine, 1932-1933” ["La Hambruna Soviética, 1932-1933"] (Soviet Studies, enero de 1964, Oxford. pp. 259-260). Hari Kumar [2] y Douglas Tottle cuentan que Dalrymple estimó las cifras de mortandad de dicha hambruna estableciendo simplemente un promedio de “las cifras de 'fuentes fiables'... como Thomas Walker [autor pornográfico y tratante de blancas convicto, empleado como "corresponsal" por la fanática prensa antisoviética de Hearst], y de fascistas confesos, como el pro-fascista Arzobispo de Canterbury (que manifestó públicamente su ‘enorme simpatía’ hacia Herr Hitler y la ‘noble revolución’ que iba a cambiar cada faceta de la vida alemana), el cardenal austriaco Innitzer (que firmó un acuerdo con Hitler y pidió a los católicos que votaran por ‘el hombre cuya lucha contra el bolchevismo responde a la voz de la Divina Providencia’), etc.”. En el método de Dalrymple la objetividad resulta completamente anulada por la pasión y el odio, pero este fracaso se ignora fácilmente --y Dalrymple sale así indemne-- porque el resultado del cálculo encaja en el paradigma dominante.


Philip E. Panaggio: STALIN Y YEZHOV: UNA VISIÓN EXTRAPARADIGMÁTICA

1 comentario:

  1. Camarada, ha profanado el espiritu del estado sovietico con su articulo de desinformacion. Abstengase a las visitas que los oficiales del NKVD le realizaron hoy en la noche.

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